Turismo se daña a los puños
- Jaime Saldaña
Trabajadores que bajan de los cafetales se enfrentan para medir fuerza o fama, como tradición.
Las calles del turístico distrito de Boquete, en la provincia de Chiriquí, se convierten los fines de semanas en un ring de boxeo.
Sangrientos episodios de puños callejeros empañan los atractivos de esta ciudad habitada en su mayoría por inversionistas extranjeros.
Las cervezas o cualquier trago fuerte, consumido en grandes cantidades, empiezan a surtir su efecto en cientos de indígenas que abarrotan las calles cercanas al parque de Boquete para el desarrollo de un deporte clandestino, pero que los Ngöbe Buglé denominan como tradicional.
Al pasar los minutos, uno de los integrantes del grupo, con su botella de cerveza consumida a la mitad, emite un par de palabras casi todas en dialecto indígena, antes de desafiar con una sonrisa villana a uno de sus compañeros de tragos.
Con gusto el reto es aceptado, solo basta esperar un momento, porque al parecer los que pelearán prefieren descargar de su organismo el líquido consumido.
Una vez comienzan a sonar los golpes, se generan múltiples trifulcas.
Son varias parejas de peleadores que al mismo tiempo se golpean salvajemente, tiñendo de rojo sus ropas y la calle.
Tradición. Junto a sus dos pequeños hijos, Mamerto Santos, un indígena que al igual que la mayoría que habita temporalmente en Boquete trabaja en la cosecha del café, observa la acción en una de las isletas del parque.
Él dice que las peleas son una tradición, un deporte para ver quién tiene más fama o fuerza.
“Al igual que los atletas en el béisbol, o cuando se habla del mejor goleador o bateador, en el deporte tradicional de los indígenas también tenemos mejores peleadores", dijo.
Pero a veces la tradición no solo es lo que motiva a estos indígenas a pelear en las calles, ya que muchas veces se disputan la compañía de una mujer o un trago.
“Ellos pelean por una mujer a veces y el que gana se la lleva, pero depende de ella si se quiere ir con el ganador o con el perdedor”, aclaró Santos.
Aunque el señor Santos cree como los de su raza que las peleas callejeras forman parte de un deporte tradicional, admite que es algo que no está del todo bien, porque se extralimitan en la bebida. No saben lo que están haciendo y se ve mal como comunidad indígena, antes los demás.
Por el lugar, mucha gente pasaba y observaban entre risas y burla el bochornoso espectáculo cuando el silbato de un policía anunció el fin de la trifulca.
Perjuicios. Para una colaboradora de un restaurante que opera cerca del lugar donde se generan las peleas, la situación es ya algo común todos los fines de semana en Boquete.
“Lo más feo es que cargan a los niños pasando problemas todos los sábados y domingos”, señaló la joven con rostro decepcionado.
Manifestó además que estos actos perjudican notablemente el negocio, porque muchas personas prefieren comer en un sitio más seguro, sin ruidos y que sea tranquilo.
Autoridades. Por su parte el alcalde de Boquete, Manolo Ruiz, reconoció que las peleas callejeras se han convertido en un serio problema, ya que no existe control propio de los indígenas al momento de ingerir licor.
Dijo que esto perjudica la imagen de Boquete donde cada día más extranjeros quieren radicarse.
Acotó que aunque para ellos es una tradición, no se puede permitir.
Mencionó que un aspecto que puede ayudar a contrarrestar esta situación es la inclusión de indígenas en grupos religiosos.
Sobre la ingesta de bebidas alcohólicas en la calle, el alcalde respondió que no se tiene la cantidad suficiente de policía, recordando un incidente pasado en donde un uniformado perdió el arma de reglamento y otro resultó con heridas en su cuerpo al tratar de controlar una trifulca.
Ruiz negó que a los menores de edad se les venda licor en los bares.
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