Reportan más de 100 piezas de oro en hallazgo de El Caño
El 15 de diciembre de 2011 el nombre de Panamá dio la vuelta al mundo, no por los resultados de la creciente economía ni muchos menos por los avances en la construcción del Canal. Esta vez, la atención la acaparó un hallazgo en el Parque Arqueológico de El Caño: un cementerio en el que se enterraron los cuerpos de antiguos jefes coclé engalanados con ajuares de oro, cobre, hueso, concha, piedra y plumas, así como numerosas ofrendas.
El sitio, que se creía era un "centro ceremonial", comenzó a cambiar su historia a partir del año 2005. Un grupo multidisciplinario, integrado por arqueólogos, restauradores, geofísicos, geógrafos, antropólogos, biólogos y geólogos, empezó una investigación en el Valle de Río Grande para determinar el grado de desarrollo económico, social y político de la sociedad coclé a partir del 700 d.C., el papel que jugó El Caño en esta sociedad y la relación de este con las tumbas de Sitio Conte. Cinco años después, esa aventura se convirtió en el mayor descubrimiento de las últimas ocho décadas: "El Dorado de Panamá", el sueño de riqueza de los españoles.
En el área se encontraron seis grandes tumbas, de las cuales se excavaron tres en las que se localizaron cuerpos que eran arreglados con tocados de oro, cobre, hueso, piedra, y plumas; cuerpos envueltos en lienzos y cubiertos con platos y ollas, en donde se colocaban alimentos y sahumerios. Los primeros resultados de las excavaciones se lograron en 2009 cuando empezaron a aparecer algunos artefactos de oro y de cerámica.
“El objetivo es determinar el grado desarrollo social, político y económico de la jefatura representada en Sitio Conte y El Caño, investigar sobre su génesis y los factores que influyeron en su desarrollo. Gracias a nuestras investigaciones podremos llegar a saber cómo se estructuraba esta sociedad, cómo surgen los primeros líderes, cuáles fueron sus recursos de poder, cuál fue la génesis de la desigualdad económica, entre otras muchas cosas. Empezamos por El Caño, dado que este tipo de sitio arqueológico es, junto con los cementerios de élite, una de las principales fuentes de conocimiento de las sociedades jerárquicas (jefaturas). A ellos suelen atribuírseles el papel de centralizadores y coordinadores de actividades de algún tipo, ya bien sean políticas, económicas o sociales en contextos regionales. Para nuestra sorpresa, El Caño no era solamente un centro ceremonial cualquiera, sino un complejo funerario destinado al entierro de la élite de los coclé”, manifestó la arqueóloga Julia Mayo, quien está a cargo de la investigación.
Con este fin, explicó Mayo, la primera tarea que se realizó fue investigar los elementos y estructura que componen los sitios que, como El Caño, tienen elementos cuasiarquitectónicos de piedra.
“Nuestras investigaciones en El Caño indican que los alineamientos de columnas basálticas, calzada de cantos rodados y conjunto de esculturas formaban parte de un complejo funerario compuesto, además, por un conjunto de grandes tumbas en las que fueron enterrados algunos de los miembros más poderosos de las comunidades precolombinas de la región. Los análisis iconográficos del conjunto escultórico de este lugar muestran que en los rituales se bailaba, se tocaba música mientras algunos individuos permanecían atados a columnas o postes", reveló Mayo.
La investigadora comenzó sus pesquisas con una beca posdoctoral del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, otra beca de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) y financiamiento de la National Geographic Society.
“Dado que en el Valle de Río Grande existen al menos tres sitios con alineamientos de monolitos, el punto de partida de nuestra investigación tuvo como objeto situar a uno de ellos, El Caño, en un marco de desarrollo regional y determinar su relación con las tumbas de Sitio Conte. Nosotros no buscábamos oro... los arqueólogos somos profesionales de la historia que, fundamentándonos en bases teóricas y con una metodología específica, buscamos saber sobre nuestro pasado”, reiteró Mayo.
Las tumbas.
En el lugar se encontró una tumba de tres niveles: en el primero se descubrieron los restos de cinco individuos con orejeras de oro, cinturones de diente de perro, collares de dientes de tiburón y pendientes de oro y ágata. En el segundo nivel se encontró el cuerpo de un jefe con un pectoral de oro. A su derecha fue enterrado un individuo que tenía asociado cinceles y orejeras de oro y a su izquierda un segundo individuo con un cinturón de diente de perro y orejeras de oro. Los investigadores presumen que estos dos últimos cadáveres son de un artesano y de un guerrero. En el tercer nivel de la tumba fue enterrado un jefe de un estatus superior al jefe del segundo nivel, vestido con 4 pectorales y cuatro brazaletes de oro entre otros muchos artefactos de oro, cobre, piedra y hueso. Este fue colocado sobre los cuerpos de 15 personas de bajo estatus. Cerca de él se colocó el cuerpo de un niño con pectorales, brazales y orejeras de oro. Los pectorales son elementos usados como símbolos de estatus.
A pesar de los primeros hallazgos, aún queda mucho por hacer para llegar a entender como funcionaban estas jefaturas. “Por suerte, el cementerio que descubrimos contiene mucha información y muy concentrada. Es por esta razón que a raíz de su descubrimiento se han abierto nuevas líneas de investigación, todas ellas orientadas a resolver el objetivo principal del proyecto de investigación. Cada una de estas líneas queda a cargo de un investigador que forma parte de nuestro grupo de trabajo”, puntualizó Mayo.
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