Boca La Caja, una mina de oro en medio de la ciudad
Metro cuadrado en Boca La Caja podría costar $2,000
Las 300 familias de este barrio marginal ven cómo los inversionistas hacen mediciones de unas tierras que son consideradas un gran tesoro. La Anati de Tierras ha dicho que el m2 cuesta de 2,000 a 3,000 dólares. Los residentes ya piensan en vender a partir de $4,000 cada m2.
Claves
- Delincuencia
- La inseguridad por culpa de 3 pandillas que operan en el sector atemoriza a muchos vecinos.
- Divididos
- Hay un grupo que quiere vender, pero otro se resiste a dejar las viviendas en las que han vivido por más de 30 años.
- Propiedad
- La Anati hizo avalúos y entregó títulos a residentes para que vendan.
De 25 a 30 millones de dólares podrían costar las 1.6 hectáreas que comprenden el apretado barrio de Boca La Caja, tomando en cuenta que el metro cuadrado en ese sector costaría unos 2,000 dólares, según un avalúo de la Autoridad Nacional de Administración de Tierras (Anati).
Ante la ola de ofertas y especulaciones que han inundado las delgadas calles en Boca La Caja, muchos de los vecinos realizan semanalmente una reunión para conversar sobre su futuro. Por ahora, 180 de ellos se ven en “La Rancha”, una estructura de zinc y cemento localizada a la orilla del mar, en el sector 1. Allí debaten si venden o no sus tierras.
Entre ese grupo de vecinos está Camilo Mendoza, pescador de 66 años, que en su rostro se reflejan las batallas libradas contra el tiempo, el sol y la salinidad del mar. “Me quedaré aquí hasta el último día de mi vida. No cambiaré medio siglo de pesca por dólares”, narra. Pero sus dos hijos, de 28 y 31 años, que laboran en la empresa privada, prefieren izar la vela y mudarse del sector 2.
“Aquí no hay nada que ver. Si estas áreas se necesitan para el progreso del país, no podemos oponernos”, afirma Néstor Mendoza. De igual forma piensa Armando, el mayor de los vástagos del viejo pescador. “Tengo dos hijos pequeños y quiero darles un mejor futuro; aquí hay mucha delincuencia y droga a la vista de todos, y es poco lo que hacen las autoridades”.
Según datos de la Policía de San Francisco, en Boca La Caja se reportan cerca de 10 robos y hurtos por semana. También respondieron que allí operan tres pandillas.
En el sector 3, donde funciona una fábrica de aceite, algunos moradores se quejan de los fuertes olores y el hollín que despiden las chimeneas de esa factoría. “Estamos cansados de denunciar estas anomalías, no hay autoridad que le ponga orden a esa empresa”, relata Julio Vergara, anciano de 80 años que se vale de un bastón para movilizarse en su estrecha casa, donde el mayor espacio lo ocupa un televisor de 52”.
Entre ladridos de perros, fuerte olor a marisco y un calor asfixiante, se llega al sector 4. Allí hay un parvulario, una iglesia y la escuela básica Federico Velásquez. Dentro del plantel, el docente Raúl Concepción afirma que a él le favorece ser trasladado, porque para llegar temprano a su trabajo tiene que salir de su hogar a las 4:00 de la mañana, vive en La Chorrera. “Sería una tremenda noticia si venden, porque ya ni duermo”.
Pero así como hay voces a favor, hay quienes están preocupados por lo que pueda sucederle a Boca La Caja.
Es el caso de Vianka de Santos, quien habla con este diario, mientras espera ansiosa que el timbre del colegio le devuelva a su hijo.
“Tengo todo cerca: los malls, el Hospital del Niño y la escuela. Si me mudo, tendré que buscar otro colegio para mi hijo y no sé si esa escuela quede tan cerca de casa”, explica.
En el sector 5, cerca a un centro de salud cerrado, Pablo Sánchez, un señor de la tercera edad, ve cómo se escurren las horas, mientras que con una pequeña radio escucha salsa. Allí la cosa parece más movida a diferencia de los otros sectores donde todo parece en calma. “El problema no es irnos, sino dónde vamos a mudarnos. Tocumen y Arraiján están muy lejos y con el precio que nos den por nuestros lotes, no creo que nos alcance para comprar una vivienda digna en la ciudad”, expresa.
La pretensión de los moradores de obtener una gran suma de dinero no es tan real en opinión de Iván Carlucci, promotor de bienes raíces.
“Son muchos terrenos y comprar uno a uno es una tarea difícil, sin contar que para acomodar ese terreno se necesitarían dos años por lo mínimo”. Carlucci advirtió que el verdadero costo de cada terreno es de $800 a $1,400 el m2. “Si no tienen título de propiedad pueden venderlo a $300 el m2, si lo poseen, valen más”, sostuvo Carlucci.
Para Roberto Troncoso, expresidente de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (Apede), Boca La Caja representa ‘la joya de la corona’ para los inversionistas. Sin embargo, alega, que los desarrollistas tienen que ofrecerles lo justo a los moradores.
“Vale la pena la inversión allí, aunque parezca que lo que se quiere es ocultar la pobreza entre tanta opulencia. Por otro lado, lo que tienen que hacer esos especuladores es no solo darles lo que valen los terrenos a los propietarios, sino reubicarlos. El detalle está que como la mayoría se dedica a la pesca artesanal, entonces tienen que buscar otra manera de sobrevivir”, sostiene.
Los moradores han acordado que pedirán entre 3,000 y 5,000 dólares por m2. Las 300 residencias del barrio, indica el informe catastral de la Anati, poseen entre 50, 100, 150 y hasta 200 m2.
“Con el dinero que obtengan por la venta de estos terrenos pueden adquirir una casa propia y hasta invertir en algún negocio en la micro, pequeña o mediana empresa”, señala el economista Juan Jované.
Pero la ambientalista Raisa Banfield tiene otra perspectiva. Ella recomienda al Gobierno y a los inversionistas tomar en cuenta los estudios de impacto ambiental antes de desarrollar el área.
Además, explicó que el desarrollo de infraestructuras en las costas panameñas debe ser sostenido. “El concepto del desarrollo inmobiliario no es destruir hábitats naturales para construir hábitats artificiales. Ya hemos hecho bastante daño sobre la línea costera del Pacífico”, alega.
La ecologista también se refirió a la posible desaparición de especies en esas áreas si esta llega a progresar urbanísticamente.
“Es un impacto sinérgico, es decir que los rellenos y el cemento acaban con los hábitats y en uno como este, se afecta la supervivencia de crustáceos, moluscos y aves, que por cuestiones de la cadena alimenticia dependen uno del otro”, concluye.
El recorrido periodístico culmina en el sector 6, el último recoveco de Boca La Caja. Han sido días lluviosos, pero ese sábado el sol de media tarde saca de sus casas a los residentes sofocados que llenan el kiosco más cercano en busca de gaseosas. Mucha gente desocupada aún duerme, pero la ronca voz que sale de la bocina de un auto oxidado y que anuncia el intercambio de verduras por botellas, los levanta de su letargo.
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