'Los folcloristas en Panamá son como cangrejos en cubo'
- Miriam Lasso
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El imperialismo cultural santeño predomina a nivel nacional, con mujeres que les da vergüenza lucir la indumentaria típica de sus propias regiones.
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Hace más de veinte años, el investigador de indumentarias, Eduardo Cano, libra una batalla contra la influencia de lo foráneo, y aunque desconoce cuál es el legado que quiere dejar a las futuras generaciones, tiene claro que su sueño es que cada mujer panameña pueda confeccionar su propia indumentaria típica.
¿Cuándo surgió su interés por el traje típico?
Mi trabajo de investigación no inició con indumentarias, sino estudiando la vida de las mujeres en la colonia. En mis viajes entre archivos veía que aparecía tela, vestuarios que traían las damas que venían de Europa a América, lo que me llevó a plantear la necesidad de una investigación profunda en cuanto al vestuario panameño.
¿Cómo es el trabajar el folclor en Panamá?
Trabajar el folclor en este país es una lucha, porque hay mucho egoísmo por parte de los folclorólogos y folcloristas. La idea de la investigación es apegarnos a lo objetivo dejando el sentimentalismo. Las investigaciones más conocidas son las de los ilustres santeños Dora Pérez de Zárate y Edgardo De León Madariaga, que a pesar de que nos dan la punta de lanza, solo se concentran en la indumentaria santeña.
¿Qué tanto afecta este egoísmo al folclor?
Lo que pasa es que hay demasiados caciques y pocos indios, aquí todo el mundo quiere mandar, y no hacer el trabajo. Los folcloristas en este país somos como cangrejos en cubo, que cuando uno trata de salir el otro lo jala. Nadie quiere regalar su tiempo.
¿Es la pollera santeña embajadora del traje típico nacional?
En Panamá existe un fenómeno que a través de muchos escritos se ha ido extendiendo, lo llamo el imperialismo cultural santeño, que para nosotros es maravilloso, pero el resto de las regiones han tomado este préstamo cultural y se han olvidado de su propia identidad. A veces siento, como si las damas de otras regiones sintieran vergüenza de lucir la indumentaria de sus propias regiones.
¿Qué pasa con la tan esperada Ley de la Pollera?
Yo me he opuesto mucho a esta ley, porque para mí no hay ninguna indumentaria que sea mejor que otra, a pesar de que soy santeño. Soy investigador y tengo que ser objetivo. Considero que se puede hacer una ley general de folclor o de vestuario. Panamá es un país con diversidad cultural.
¿Existe un código para vestir las polleras?
No existe un código, hay un país parámetro, una herencia que se ha transmitido de generación en generación, y que todo el mundo conoce, pero siempre habrá personas excéntricas, que quieren llamar la atención y muchos imitadores de lo foráneo.
¿Qué pasa con la evolución y la plasticidad?
Muchos hablan de evolución y no saben su significado. Las evoluciones surgen por necesidad, requieren de un tiempo, y en el folclor de la aprobación popular. Muchos folclorólogos llaman a los cambios plasticidad, y confunden evolución con proyección. El folclor tiene tres enemigos: lo bonito, lo barato y los comerciantes. Estamos borrando la identidad nacional y no nos estamos dando cuenta.
¿En qué afecta la comercialización de la pollera?
La realidad, es que a ti como dama cuando piensas en pollera, lo primero que te viene a la cabeza es la santeña, de labores, la suntuosa que alcanza precios astronómicos de hasta 14 mil dólares, y yo me pregunto, si esto sigue siendo un hecho folclórico. Cuando el alto costo inunda el mercado desaparece la popularidad.
¿Qué tan cierto es que a la mujer panameña le toca llevar el traje típico en el corazón, porque puesta, difícilmente?
Lo que pasa es que dentro de la industria se ha encarecido por la presencia de intermediarios. Hay que crear medidas para salvaguardar la indumentaria, enseñar la confección, agremiar a los artesanos, y dar a conocer las opciones económicas para su confección. Yo prefiero que utilicen materiales económicos a que dejen de usar la pollera, porque el sueño de la pollera de gala y mundillo está lejos de la mayoría de la población.
¿Qué pasó en el Desfile de las Mil Polleras?
Muchos aciertos y muchísimos desaciertos. Había instituciones de Gobierno que parece que piden la pollera dos días antes. Tanto instituciones como en las empresas privadas vimos muchas locuras, que daba dolor. Sentí un retroceso.
¿Aparte de la derrama económica, aporta este tipo de actividad al folclor?
El impacto económico es una maravilla para Las Tablas que tiene pocas entradas económicas al año. Lo que hay que hacer es correcciones, capacitar y asesorar a las personas que van a lucir en el desfile y en cualquier evento, el vestuario típico para que no nos hagan pasar vergüenza.
¿Qué aportan las críticas posterior al desfile?
Yo no hago caso a las páginas inquisidoras, son páginas que destruyen a las personas y no aportan.
Dos desfiles, ¿cabe una polémica al respecto?
No tiene sentido, todas son inyecciones económicas para los diferentes lugares, pero lo que sí te digo, es que no es lo mismo comerse un sancocho de gallina en Las Tablas, que comerlo en la capital, pero son medidas para salvaguardar lo nuestro.
¿Cómo ven el traje típico desde afuera?
La realidad es que en Panamá vendemos muchas cosas malas. Por ejemplo, que es el traje típico más galardonado, el más costoso y ni en Costa Rica saben qué es la pollera. La conocen los panameños y los amigos de los panameños. En Varsovia, en Grecia y Bélgica la gente se queda asombrada cuando observa el trabajo artesanal que tienen estas bellas indumentarias. Hay que hacer más trabajo de divulgación.
¿Qué papel tienen los grupos folclóricos en esta divulgación?
Muchos los criticamos, pero gracias a ellos no han muerto más de cuatro tradiciones en este país, y han dado a conocer la indumentaria en muchos países.
La entrevista completa en www.panamaamerica.com.pa.
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