Libertinaje en la vía Venetto
Publicado 2006/02/20 00:00:00
- Las Vegas, EEUU
El telón está abierto y las puertas de la inmoralidad se mantienen vivas, en la vía Venetto.
ROSA Y PATRICIA no me esperaron como lo prometieron. Prefirieron quedarse en sus apartamentos pues corren el riesgo de ser atrapadas. La Policía anda esta noche en busca de indocumentados.
No hay marcha atrás. La cercana compañía y vigilancia de dos compañeros fotógrafos me dan seguridad. Me hago llamar "Soledad", un pantalón y blusa sin mangas, maquillaje tenue y mi inseparable gorro crema tejido, son parte del drama.
Poco tiempo tardé en conocer la dinámica de la zona. Trato de imitar a Patricia, de nacionalidad colombiana y cabellos largos amarillos y a Rosa -a quienes conocí días antes - y pretendo proyectarme elegante y desafiantemente frente a un oficio que no respeta edad ni condición social.
Mientras estoy en los predios de un centro de masajes (que no es más que un sitio donde el cliente puede intimar más con las mujeres por el servicio, según lo pudimos comprobar luego), siendo las 10:00 de la noche, un europeo y un panameño se me acercan con el afán -según ellos- de pasar un "buen rato".
Sorpresivamente un hombre de unos 36 años cruza la calle; junto a él, un hombre calvo me dice: "recuerda que tienes que darme mi comisión y, ya sabes, si necesitas un taxi estoy fuera del centro de masajes". Aquel hombre, con un acento de centroamericano, dijo llamarse Pedro. "Soy guatemalteco, transporto equipo pesado y quiero llevarte al hotel donde me hospedo, tú sabes, para que me hagas esas cositas ricas".
Así, tan fácil, estaba dentro del mundo de la prostitución.
El hombre guatemalteco se veía estresado y apurado en tratar de llevarme a su hotel, en El Cangrejo. Pero, cuando le dije que mis honorarios iban de B/.100.00 en adelante con derecho a todo, preguntó "¿no hay descuento?".
Turistas, casinos, tiendas, cafés Internet, casas de masajes, restaurantes, discotecas, apartamentos lujosos, tiendas y muchas prostitutas. Así es la calle 45, El Cangrejo, mejor conocida como la vía Venetto, con un espacio para la distracción y el sexo.
Desde las 9: 00 de la noche, prostitutas panameñas y colombianas comienzan a desplazarse en la vía. Son mujeres de ideas fijas y calculadoras, están dispuestas a complacer a sus clientes bajo el riesgo y el método que sea. "El cliente pide lo que quiere", dice Viviana, de 20 años, quien no es alta, pero sí muy "creativa".
Fuimos a la vía Venetto por el afán de llevarles una historia real. Fueron la noche del miércoles 9 de febrero durante la que fuimos parte de lo que ocurre a la luz de las vitrinas y, en cierta medida, con el conocimiento de las autoridades.
Esa noche ocurrió de todo. La Policía Nacional detuvo a más de 30 indocumentados y prostitutas.
Nos encontramos con escalofriantes verdades. En uno de los callejones de la vía Venetto, identifiqué a una compañera del colegio, quien de estudiante sobresaliente pasó a ser una de las mujeres más baratas del área, con honorarios de B/.20.00 por hora.
Caminé unos pasos en diagonal al casino. Leonel, panameño y de 34 años, de tez morena, bien combinado y con una colonia penetrante, me invitó a tomar cerveza, pero disimulando que estaba hablando por su celular.
Dijo ser soltero (en su mano tenía un anillo de casado), es administrador de una tienda en Albrook Mall. Insistió en llevarme, pero en vista de nuestra negativa fue directo y preguntó: "¿cuánto cobras por sexo?". A lo que respondí: "B/.100.00 por media hora". Nunca dejó de usar el teléfono.
La ronda policial continuaba. Pasada la media noche, Patricia nos ubicó en el bar de uno de los casinos para explicarnos sus habilidades para atrapar hombres. Es fácil.
Se le acerca a un asiático. "Hola, me invitas una copa". Él le responde: "¡Claro!". Patricia le va conversando hasta endulzarlo para quitarle el número de teléfono y tocarle sus partes íntimas.
Para ella, su osadía es parte del oficio. Mientras actúa, me pregunto: ¿cómo podrá dejarse tocar de todo tipo de hombres, una y otra vez? ¿acaso no sentirá repugnancia? En su bolso de cuero lleva una pequeña agenda con números de teléfonos y dos celulares. Uno para llamadas de clientes y el otro para sus amigas.
El ingenio para la prostitución es asombroso. Para Rosa es saber "publicitarte. "¿Y cómo es eso?", pregunté. "Es fácil, hay varias páginas de Internet panameñas que te promocionan, en la dirección elcomplaciente.com hay hombres y mujeres mercadeándose".
Prosiguió con su explicación. "Ricardo, el propietario de la página, te entrevista verbalmente y después te manda a desnudar para mirar tu cuerpo, si pasas la prueba, inicia la sesión de fotografías eróticas. Pagamos hasta cuando algún cliente esté interesado".
Ricardo nos da la dirección del cliente, dividimos las ganancias. B/. 60.00 para nosotras y B/. 40.00 para él.
Patricia narró una anécdota. Una tarde de diciembre, como a eso de las cuatro, Ricardo la llamó a su teléfono celular para darle la ubicación de un cliente. Un pantalón jeans y una blusa de tirantes fueron el atuendo perfecto para la ocasión. Al llegar al apartamento, el norteamericano le preguntó: ¿Es usted la misma mujer que aparece en la página internet? Ella respondió: "Sí, ¿por qué?". Es que en las fotografías te ves más provocativa.. Casi me muero de la vergüenza, recordó mientras se tocaba el rostro.
Su incursión en la prostitución es tal que viven como el jet set. Por meses manejan entre 3 mil y 5 mil dólares, suficiente dinero para vivir y comer bien.
En las garras de la prostitución caen nacionales y extranjeras. Los comerciantes ya no saben qué hacer
"Esta calle después de las 10:00 de la noche es un prostíbulo", vocifera María, propietaria de un local de levantado de texto. Fabián Castillo, el vigilante que cuida la joyería, ve sospechoso que algunas prostitutas suben muy rápidamente a los autos que se detienen, y al cabo de cinco o diez minutos son dejadas en ese mismo lugar. "No puede ser que tan rápido vayan al asunto", opinó, "he escuchado que ellas, además, son utilizadas como mulas".
"¡Qué lástima, cómo se ha dañado este lugar!", comentó una de las propietarias de artesanías. Y más allá, reflexiona Javier Macías: "Nos sentimos inseguros; cuando mi padre fundó Foto Halcón en 1945, había orden y seguridad". Este comercio es uno de los pioneros en El Cangrejo.
La variedad e infinidad de luces le dan al área un toque distinguido como en las grandes ciudades del mundo. La gente transita con naturalidad y a pesar de que cada quien vive su verdad o su gran mentira, lo cierto es que la prostitución parece estar ganándole la guerra a las autoridades.
El propio gobernador de Panamá, Erich Rodríguez, recordó que a inicios de su administración revocó varios certificados de operación de centros de masajes y casas de citas.
(primera de dos entregas)
No hay marcha atrás. La cercana compañía y vigilancia de dos compañeros fotógrafos me dan seguridad. Me hago llamar "Soledad", un pantalón y blusa sin mangas, maquillaje tenue y mi inseparable gorro crema tejido, son parte del drama.
Poco tiempo tardé en conocer la dinámica de la zona. Trato de imitar a Patricia, de nacionalidad colombiana y cabellos largos amarillos y a Rosa -a quienes conocí días antes - y pretendo proyectarme elegante y desafiantemente frente a un oficio que no respeta edad ni condición social.
Mientras estoy en los predios de un centro de masajes (que no es más que un sitio donde el cliente puede intimar más con las mujeres por el servicio, según lo pudimos comprobar luego), siendo las 10:00 de la noche, un europeo y un panameño se me acercan con el afán -según ellos- de pasar un "buen rato".
Sorpresivamente un hombre de unos 36 años cruza la calle; junto a él, un hombre calvo me dice: "recuerda que tienes que darme mi comisión y, ya sabes, si necesitas un taxi estoy fuera del centro de masajes". Aquel hombre, con un acento de centroamericano, dijo llamarse Pedro. "Soy guatemalteco, transporto equipo pesado y quiero llevarte al hotel donde me hospedo, tú sabes, para que me hagas esas cositas ricas".
Así, tan fácil, estaba dentro del mundo de la prostitución.
El hombre guatemalteco se veía estresado y apurado en tratar de llevarme a su hotel, en El Cangrejo. Pero, cuando le dije que mis honorarios iban de B/.100.00 en adelante con derecho a todo, preguntó "¿no hay descuento?".
Turistas, casinos, tiendas, cafés Internet, casas de masajes, restaurantes, discotecas, apartamentos lujosos, tiendas y muchas prostitutas. Así es la calle 45, El Cangrejo, mejor conocida como la vía Venetto, con un espacio para la distracción y el sexo.
Desde las 9: 00 de la noche, prostitutas panameñas y colombianas comienzan a desplazarse en la vía. Son mujeres de ideas fijas y calculadoras, están dispuestas a complacer a sus clientes bajo el riesgo y el método que sea. "El cliente pide lo que quiere", dice Viviana, de 20 años, quien no es alta, pero sí muy "creativa".
Fuimos a la vía Venetto por el afán de llevarles una historia real. Fueron la noche del miércoles 9 de febrero durante la que fuimos parte de lo que ocurre a la luz de las vitrinas y, en cierta medida, con el conocimiento de las autoridades.
Esa noche ocurrió de todo. La Policía Nacional detuvo a más de 30 indocumentados y prostitutas.
Nos encontramos con escalofriantes verdades. En uno de los callejones de la vía Venetto, identifiqué a una compañera del colegio, quien de estudiante sobresaliente pasó a ser una de las mujeres más baratas del área, con honorarios de B/.20.00 por hora.
Caminé unos pasos en diagonal al casino. Leonel, panameño y de 34 años, de tez morena, bien combinado y con una colonia penetrante, me invitó a tomar cerveza, pero disimulando que estaba hablando por su celular.
Dijo ser soltero (en su mano tenía un anillo de casado), es administrador de una tienda en Albrook Mall. Insistió en llevarme, pero en vista de nuestra negativa fue directo y preguntó: "¿cuánto cobras por sexo?". A lo que respondí: "B/.100.00 por media hora". Nunca dejó de usar el teléfono.
La ronda policial continuaba. Pasada la media noche, Patricia nos ubicó en el bar de uno de los casinos para explicarnos sus habilidades para atrapar hombres. Es fácil.
Se le acerca a un asiático. "Hola, me invitas una copa". Él le responde: "¡Claro!". Patricia le va conversando hasta endulzarlo para quitarle el número de teléfono y tocarle sus partes íntimas.
Para ella, su osadía es parte del oficio. Mientras actúa, me pregunto: ¿cómo podrá dejarse tocar de todo tipo de hombres, una y otra vez? ¿acaso no sentirá repugnancia? En su bolso de cuero lleva una pequeña agenda con números de teléfonos y dos celulares. Uno para llamadas de clientes y el otro para sus amigas.
El ingenio para la prostitución es asombroso. Para Rosa es saber "publicitarte. "¿Y cómo es eso?", pregunté. "Es fácil, hay varias páginas de Internet panameñas que te promocionan, en la dirección elcomplaciente.com hay hombres y mujeres mercadeándose".
Prosiguió con su explicación. "Ricardo, el propietario de la página, te entrevista verbalmente y después te manda a desnudar para mirar tu cuerpo, si pasas la prueba, inicia la sesión de fotografías eróticas. Pagamos hasta cuando algún cliente esté interesado".
Ricardo nos da la dirección del cliente, dividimos las ganancias. B/. 60.00 para nosotras y B/. 40.00 para él.
Patricia narró una anécdota. Una tarde de diciembre, como a eso de las cuatro, Ricardo la llamó a su teléfono celular para darle la ubicación de un cliente. Un pantalón jeans y una blusa de tirantes fueron el atuendo perfecto para la ocasión. Al llegar al apartamento, el norteamericano le preguntó: ¿Es usted la misma mujer que aparece en la página internet? Ella respondió: "Sí, ¿por qué?". Es que en las fotografías te ves más provocativa.. Casi me muero de la vergüenza, recordó mientras se tocaba el rostro.
Su incursión en la prostitución es tal que viven como el jet set. Por meses manejan entre 3 mil y 5 mil dólares, suficiente dinero para vivir y comer bien.
En las garras de la prostitución caen nacionales y extranjeras. Los comerciantes ya no saben qué hacer
"Esta calle después de las 10:00 de la noche es un prostíbulo", vocifera María, propietaria de un local de levantado de texto. Fabián Castillo, el vigilante que cuida la joyería, ve sospechoso que algunas prostitutas suben muy rápidamente a los autos que se detienen, y al cabo de cinco o diez minutos son dejadas en ese mismo lugar. "No puede ser que tan rápido vayan al asunto", opinó, "he escuchado que ellas, además, son utilizadas como mulas".
"¡Qué lástima, cómo se ha dañado este lugar!", comentó una de las propietarias de artesanías. Y más allá, reflexiona Javier Macías: "Nos sentimos inseguros; cuando mi padre fundó Foto Halcón en 1945, había orden y seguridad". Este comercio es uno de los pioneros en El Cangrejo.
La variedad e infinidad de luces le dan al área un toque distinguido como en las grandes ciudades del mundo. La gente transita con naturalidad y a pesar de que cada quien vive su verdad o su gran mentira, lo cierto es que la prostitución parece estar ganándole la guerra a las autoridades.
El propio gobernador de Panamá, Erich Rodríguez, recordó que a inicios de su administración revocó varios certificados de operación de centros de masajes y casas de citas.
(primera de dos entregas)
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