Enfermeras intensivistas sufren la solitaria y devastadora muerte de pacientes
- Miriam Lasso
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Los únicos que rodeamos a estos pacientes en sus últimas semanas de dura batalla somos un grupo de profesionales vestidos de astronautas que, al succionarles las secreciones, bañarlos, movilizarles o asearlos, les hacíamos sentir muchas incomodidades, explica la enfermera Ana Valverde.
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El dolor, la agonía, la incertidumbre y la soledad en la que fallece un paciente con COVID-19 en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) no se compara con otros casos de muerte de hospital, así lo narra la enfermera intensivista Ana Valverde.
En sus 25 años de carrera jamás había visto una muerte "más solitaria y devastadora como la muerte por COVID-19", sostiene la especialista del hospital Irma Lourdes de Tzanetatos, quien aún no supera cómo el mortal virus arrebató la vida a dos de los ocho primeros pacientes que ingresaron a este nocosocomio.
"Por primera vez en mis turnos falleció un paciente con Covid-19 y preparé el cadáver sin evitar que se escurrieran algunas lágrimas por mis mejillas. empañando mi asfixiante equipo de protección más de lo común, aun así, mi compañera y yo dedicamos unos minutos a orar por esta alma solitaria", relata Ana Valverde.
En esos momentos de agonía, lo único que escuchó y sintió fueron múltiples alarmas de dispositivos, mientras libraba una batalla conectado a un tubo para respirar y a múltiples aparatos para alimentarse, explica.
No obstante, para la especialista lo más cruel de la muerte por COVID-19 es la soledad. "Es algo complicado, tal vez porque los familiares la última vez que lo vieron lo dejaron en una fría sala de hospital con dificultad respiratoria".
"Los únicos que rodeamos a estos pacientes en estas semanas de dura batalla fuimos un grupo de profesionales de la salud vestidos de astronautas que, al succionarle las secreciones, bañarlos movilizarles o asearlos, les hacíamos sentir muchas incomodidades", agrega la enfermera Ana Valverde, quien reconoce el sentido de humanidad que debe prevalecer en este grupo de profesionales, sobre todo, en estos momentos.
"Este, mi sufrido paciente, nunca más volvió a recibir como otros en las mismas circunstancias con otros diagnósticos la oportunidad de sentir el apretón de mano y la voz de un ser querido", agrega.
Y es que la alta mortalidad del nuevo coronavirus, que ha cobrado la vida de 147 mil 632 personas a nivel mundial y 109 en Panamá, convierte a un paciente en un riesgo demasiado alto hasta para su propia familia. En el mundo se han reportado más de 2 millones 188 mil personas contagiadas; en Panamá la cifra supera los 4 mil.
Para la enfermera intensivista Ana Valverde y el equipo de Cuidados Intensivos del Hospital Irma Lourdes de Tzanetatos de la Caja de Seguro Social (CSS) no ha sido fácil. Son dos turnos de 12 horas de trabajo en los que atienden entre tres a ochos pacientes diarios, por periodos de 4 a 5 días por semana. La atención de un paciente por COVID-19 puede tomarle hasta una hora.
"Nosotras rompemos hasta 600 ampollas por turno, que nos cortan y nos causan callos. Sentimos que el cuerpo nos tiembla del cansancio, pero lo hacemos por vocación", detalla Valverde señalando el cansancio físico, mental y psicológico que sufre el personal médico.
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