Un 70% de la población, sobre todo mujeres, no tiene un trabajo
Desempleo merodea a los habitantes de San Miguel
- Erika Edith Quiñones ([email protected])
La hospitalidad define a los habitantes de la Isla del Rey o San Miguel, la más grande del archipiélago de Las Perlas y la segunda en Panamá, después de Coiba.
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La hospitalidad define a los habitantes de la Isla del Rey o San Miguel, la más grande del archipiélago de Las Perlas y la segunda en Panamá, después de Coiba.
Opinión
La hospitalidad define a los habitantes de la Isla del Rey o San Miguel, la más grande del archipiélago de Las Perlas y la segunda en Panamá, después de Coiba.
Las manos sobran cuando de ayudar se trata y el trato cordial no falta al recibir a los visitantes, quienes antes de poner un pie en la arena ya son personas conocidas.
Como en San Miguel todos se conocen, la llegada de fuereños atrae las miradas y genera interrogantes.
Las calles son estrechas y las familias viven cerca unas de otras, entre pequeños pasadizos que conducen de un extremo a otro de la isla.
Sin embargo, problemas sociales como alcohol, juegos de azar, desempleo, droga (consumo de marihuana) e incluso la desnutrición no son ajenos a los isleños.
Las fuentes de empleo son escasas en la isla, principalmente para las mujeres, a quienes les es difícil conseguir un trabajo a menos que tengan una formación.
Las más osadas aprovechan los días de sorteo de lotería para vender chances clandestinos y obtener un ingreso. Actividad esta que se desarrolla a la vista de todos, sin control alguno.
Mientras, los hombres se dedican a la pesca, el buceo y la agricultura como únicas actividades de subsistencia.
En la isla, los niveles de desempleo están cerca del 70%, comentó el alcalde del distrito de Balboa, Jesús Olivarrén.
Un día de semana transcurre con mucha normalidad, la gente suele salir de sus casas pasadas las 9:00 a.m. y es cuando empieza la vida en el pueblo.
Los niveles de delincuencia han disminuido. La gente habita con las puertas abiertas, sin barrotes de acero que los cerquen.
“Antes había a la semana tiroteos, sobre todo en las noches, parecía como si se estuviera en San Miguelito, pero eso se bajó”, resaltó Olivarrén.
Una historia diferente se aprecia los fines de semana. Al atardecer, en un extremo de la isla, tres locales de expendio de licor abren sus puertas, llaman la atención, sobre todo si dentro o saliendo de estos hay mujeres.
Estos establecimientos están tan cerca unos de otros como de las viviendas. Incluso, hay tres lugares más con autorización para expendio de licor.
“La ‘chinguia’ es el pan nuestro de cada día”, expresó Xenia Villalobos, una habitante más de la isla con nueve años de ser educadora y cinco como directora del centro educativo básico general José Irene Muñoz.
Los juegos de azar, entre estos las barajas, el dominó y la venta de chance clandestino, son el entretenimiento para muchos, incluyendo jóvenes madres.
Perjuicio
En este círculo crecen algunos niños y niñas; los hermanos mayores cuidan de los más pequeños mientras sus padres intentan ganarse un par de dólares en las apuestas.
Villalobos contó que a veces les preguntan a los niños dónde están sus padres. “En la cantina”, responden estos.
Allá no hay un Multiplaza o centro comercial para visitar, por lo que estos lugares son los únicos centros de diversión de los isleños.
Olivarrén señaló que cuando llegó al puesto intentó frenar esta situación y lo único que pudo hacer fue colocar líneas en las afueras de los locales para regular el área para ingerir bebidas alcohólicas, ya que antes bebían en cualquier lugar.
Un problema lleva a otro. La desnutrición es bastante alta, situación que muchas veces se desprende del trabajo infantil.
“Hay niños en el programa escolar que toman ácido fólico y vitaminas porque tienen bajo peso”, manifestó Villalobos, quien agregó que los que trabajan se gastan el dinero en burundangas, lo que para algunos viene a ser su alimento porque en casa no reciben el adecuado.
En la escuela esto es más visible. Hay padres que mandan a los niños sin nada en las mochilas para trabajar y sin nada en el estómago de desayuno.
“Esos son los primeros que levantan la mano cuando se selecciona a los que se les da desayuno en la escuela”, resaltó la docente.
Desarrollo
La población de San Miguel es de casi dos mil habitantes y aunque poco desarrollado el turismo, en esta temporada representa una buena inyección para las familias de esta y de otras islas aledañas, como Chapera, Saboga, Pedro González y León.
El avistamiento de ballenas y la filmación del programa Survivor, que pronto grabará una nueva temporada, representa un ingreso más para los hogares.
Por lo general, para estas comunidades representan ingresos calculados por arriba de los seis mil dólares, indicó Olivarrén.
Lejos de la realidad, San Miguel es un pueblo en camino a otorgar nuevas oportunidades de trabajo.
El Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano adecúa un área para dictar cursos de construcción a la población y en los planes del Ministerio de Salud se contempla la edificación de un hospital.
El terreno ya fue donado para construir esta infraestructura que va atender casos más complejos, ya que en el centro de salud, las emergencias más comunes que suelen atenderse son cortaduras de machetes y embarazos.
San Miguel recibió por primera vez luz eléctrica el 8 de mayo de 1951, la misma se suministraba a través de una planta eléctrica y se encendía por horas.
Los primeros pobladores de la isla eran indígenas y al principio hubo dos caciques, Terarequí y Tumaco, contó María Ledezma, de 74 años de edad.
Relató que Vasco Núñez de Balboa, cuando descubrió el Mar del Sur, el 29 de septiembre de 1513, fue quien bautizó a la isla con el nombre de San Miguel.
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