Belisario Porras y la separación de 1903
Publicado 1999/11/05 00:00:00
- Olmedo Beluche
En el "mes de la patria", queremos aportar algunas reflexiones emanadas del libro Estado, Nación y Clases Sociales en Panamá (Ed. Portobelo, 1999), referentes a la actitud de Porras, y los liberales radicales, respecto a la separación de 1903. Al margen de que Porras pudiera cambiar de opinión posteriormente, sus opiniones reflejan el estado de un sector de la opinión pública panameña en el año de la separación de Colombia.
Parte del mito construido con la finalidad de justificar la actuación de los "próceres" panameños de 1903, consiste en otorgar objetivos separatistas a los liberales istmeños que lucharon en la Guerra de los Mil Días. Si bien el liberalismo tenía en su programa la divisa federalista, éstos no pretendían de ninguna manera la secesión.
Por el contrario, de las fuerzas conservadoras y liberales moderados, las que enfrentaron la insurrección liberal-popular encabezada por Porras y Victoriano, es de donde provinieron las propuestas separatistas.
Sobre la derrota de los sectores populares y progresistas del liberalismo, consignada en la paz del Winsconsin, es que estos sectores conservadores y oligárquicos, pudieron fraguar la conspiración que nos convertiría en un protectorado norteamericano, y que entregó parte de nuestro territorio a Estados Unidos "como si fueran soberanos".
Porras deja bien clara la opinión de los liberales radicales cuando repudia el Tratado Herrán Hay (Reflexiones canaleras o la venta del Istmo, mayo 1903). De salida aclara que habla en nombre de "todos los colombianos", que ambicionan la construcción de un canal, pero no a costa de la soberanía de la patria.
Para calificar al otro sector, los denomina "los canalistas a toda costa", incluida la hipoteca de la soberanía. Y agrega: "No somos, sin embargo, de los que creemos que el Istmo de Panamá debe construir el Canal a toda costa, aún a riesgo de la desmembración de nuestra patria colombiana, si es verdad que el Istmo ha adquirido su propia personalidad a través de toda su historia y que tiene derecho de exigir, ... La autonomía federal, para conservar nuestra independencia interna, no soy, repito, de los que creen que debemos separarnos de Colombia... no podemos pensar mezquinamente en que debemos separarnos de Colombia".
Claro que la oligarquía colombiana (o "cachaca") no sale moralmente mejor librada que la panameña pues, al final la secesión panameña fue el justo pago que recibió por sus constantes apelos al intervencionismo norteamericano desde 1846, y en especial durante la Guerra de los Mil Días.
Rolando Hernández cita abundante material que prueba cómo el afán separatista nace de la burguesía istmeña, cuando entre otras cosas, Ricardo Arias, en defensa del Tratado Herrán-Hay espeta a Juan B. Pérez y Soto "tú no tienes propiedades de mayor cuantía aquí (...) yo sí poseo extensas propiedades (...) De allí nuestra manera diferente de ver las cosas" (Aproximación crítica a la Independencia de 1903).
Pizzurno y Araúz también documentan bien este aspecto, el origen social de las ideas separatistas, e incluso consignan la resistencia inicial de Chiriquí y de los kunas en avalar este movimiento, y en general el escepticismo imperante en el pueblo, de acuerdo a estimaciones de Oscar Terán (Estudios sobre el Panamá Republicano).
Para finalizar podría agregarse el que Buenaventura Correoso, el más connotado líder del liberalismo radical de fines de siglo XIX y principios del XX, y quien más tarde se opuso a la inclusión del artículo intervencionista de la Constitución de 1904, se negó a firmar el Acta Popular de respaldo a la separación.
Parte del mito construido con la finalidad de justificar la actuación de los "próceres" panameños de 1903, consiste en otorgar objetivos separatistas a los liberales istmeños que lucharon en la Guerra de los Mil Días. Si bien el liberalismo tenía en su programa la divisa federalista, éstos no pretendían de ninguna manera la secesión.
Por el contrario, de las fuerzas conservadoras y liberales moderados, las que enfrentaron la insurrección liberal-popular encabezada por Porras y Victoriano, es de donde provinieron las propuestas separatistas.
Sobre la derrota de los sectores populares y progresistas del liberalismo, consignada en la paz del Winsconsin, es que estos sectores conservadores y oligárquicos, pudieron fraguar la conspiración que nos convertiría en un protectorado norteamericano, y que entregó parte de nuestro territorio a Estados Unidos "como si fueran soberanos".
Porras deja bien clara la opinión de los liberales radicales cuando repudia el Tratado Herrán Hay (Reflexiones canaleras o la venta del Istmo, mayo 1903). De salida aclara que habla en nombre de "todos los colombianos", que ambicionan la construcción de un canal, pero no a costa de la soberanía de la patria.
Para calificar al otro sector, los denomina "los canalistas a toda costa", incluida la hipoteca de la soberanía. Y agrega: "No somos, sin embargo, de los que creemos que el Istmo de Panamá debe construir el Canal a toda costa, aún a riesgo de la desmembración de nuestra patria colombiana, si es verdad que el Istmo ha adquirido su propia personalidad a través de toda su historia y que tiene derecho de exigir, ... La autonomía federal, para conservar nuestra independencia interna, no soy, repito, de los que creen que debemos separarnos de Colombia... no podemos pensar mezquinamente en que debemos separarnos de Colombia".
Claro que la oligarquía colombiana (o "cachaca") no sale moralmente mejor librada que la panameña pues, al final la secesión panameña fue el justo pago que recibió por sus constantes apelos al intervencionismo norteamericano desde 1846, y en especial durante la Guerra de los Mil Días.
Rolando Hernández cita abundante material que prueba cómo el afán separatista nace de la burguesía istmeña, cuando entre otras cosas, Ricardo Arias, en defensa del Tratado Herrán-Hay espeta a Juan B. Pérez y Soto "tú no tienes propiedades de mayor cuantía aquí (...) yo sí poseo extensas propiedades (...) De allí nuestra manera diferente de ver las cosas" (Aproximación crítica a la Independencia de 1903).
Pizzurno y Araúz también documentan bien este aspecto, el origen social de las ideas separatistas, e incluso consignan la resistencia inicial de Chiriquí y de los kunas en avalar este movimiento, y en general el escepticismo imperante en el pueblo, de acuerdo a estimaciones de Oscar Terán (Estudios sobre el Panamá Republicano).
Para finalizar podría agregarse el que Buenaventura Correoso, el más connotado líder del liberalismo radical de fines de siglo XIX y principios del XX, y quien más tarde se opuso a la inclusión del artículo intervencionista de la Constitución de 1904, se negó a firmar el Acta Popular de respaldo a la separación.
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