Mundo de Negocios
Los brasileños dominan el surf (por ahora)
PERO SU ÉXITO SE DA MIENTRAS LA INDUSTRIA ENFRENTA DIFICULTADES.
- The Economist
- - Publicado: 22/3/2020 - 12:00 pm
Gabriel Medina, muy probablemente el mejor surfista del mundo, creció en Maresías, una ciudad costera en Brasil famosa por su arena blanca y olas tremolantes. De niño a inicios del nuevo milenio, vio a sus compatriotas brasileños competir en los campeonatos mundiales de surfeo en Hawái. Se les llamaba “surfistas de olas pequeñas”: audaces pero de segunda categoría. Los australianos y los estadounidenses se llevaban todos los trofeos.
Eso cambió en 2014, cuando las osadas acrobacias de Medina y su feroz competitividad lo llevaron a la victoria. Su generación, llamada la Tormenta Brasileña, profesionalizó el deporte. “Hace quince años”, dice su entrenador, Allan Menache, “salías del agua y te tomabas una cerveza”. Adriano de Souza, un surfista brasileño que se volvió profesional antes que Medina, introdujo una disciplina sin precedentes en el deporte. El entrenamiento mezclado (como natación y yoga) les dio una ventaja a él y sus compatriotas. Las clases de inglés los ayudaron a conseguir patrocinadores. El año pasado, Brasil obtuvo su cuarta victoria en seis años.
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La Liga Mundial del Surf (WSL, por su sigla en inglés) acaba de abrir unas oficinas en São Paulo. Globo, la cadena televisiva más grande de Brasil, aumentó su cobertura del deporte en 2015 y convirtió la historia de Medina, de cómo pasó de la pobreza a la riqueza, en una película bajo demanda. Más urbano que playero, el joven de 26 años llegó al estreno en enero vistiendo un elegante traje azul y seguido de un séquito.
El surfeo hará su debut en las Olimpiadas de Tokio este julio, y nunca ha habido tantos amateurs lanzándose a las olas. La WSL está intentando atraer nuevos admiradores por medio de la sustentabilidad e igualdad de género: después de los torneos limpian las playas y ambos sexos ganan un premio de la misma cantidad, aunque el tour profesional tiene 34 lugares para hombres y solo 17 para mujeres. En Brasil, “muchos padres están metiendo a sus hijos al agua y esperando que se conviertan en el próximo Gabriel Medina”, dice Alfio lagnado, dueño de Hang Loose, una marca de ropa para surfear.
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Pero las fuerzas detrás de la Tormenta Brasileña se están debilitando. La industria global del surf está pasando por malos tiempos. Quiksilver, una marca de ropa de playa que alguna vez patrocinó a cientos de atletas, se declaró en bancarrota en 2015, después de fracasar al intentar convertirse en un gigante de la moda convencional justo en el momento en que la industria de la venta minorista de ropa estaba pasando por un momento difícil. En 2019 Hurley, otro fabricante de ropa de surf, anunció que iba a deshacer a su equipo profesional. Las marcas grandes como Corona y Jeep están “más interesadas en sacar ganancias de superestrellas que construir la base de talentos”, afirma Miguel Pupo, uno de los doce surfistas brasileños en el tour profesional de este año. El destino del deporte depende de cuán visionarios sean los patrocinadores y logren usar la fama de esta generación para invertir en la otra.
Caio Costa, un quinceañero de Maresias, entiende cuán precaria es la profesión que ha elegido. Se entrenó en el Instituto Gabriel Medina, que ofrece entrenamiento gratuito a adolescentes talentosos. Planea pedirles a los hombres de negocio que vacacionan en Maresías dinero para tablas de surf (500 dólares) y boletos de avión para eliminatorias que lo podrían llevar al circuito profesional (15.000 dólares). Observa el mar y ve la lluvia caer como balas sobre las olas. Una decena de jóvenes surfistas se desperdigan, cargando sus tablas. “Nosotros los brasileños hacemos un esfuerzo enorme”, dice. Él espera que puedan sobrellevar la tormenta.
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