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Las potencias económicas prometen combatir la crisis
- Jack Ewing y Jeanna Smialek
El brote del coronavirus se ha propagado por todo el mundo y ha enfermado a unas 90.000 personas.

El virus podría cobrar una enorme factura económica en los países del G7. Foto: Pixabay
El 3 de marzo, los banqueros centrales y los líderes políticos de Estados Unidos y otras potencias económicas expresaron su determinación para combatir el daño económico que está provocando el coronavirus, pero no prometieron una reducción a las tasas de interés ni otras medidas inmediatas de rescate.
El comunicado conjunto de solidaridad de los líderes de las llamadas naciones del G7, entre las que también se encuentran el Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón, tenía la intención de demostrar coordinación y cooperación global. Sin embargo, no cumplió con ofrecer las acciones más agresivas esperadas por los inversionistas y que, según lo que afirman muchos economistas, podrían ayudar a evitar que el brote del virus debilite el crecimiento mundial.
Los inversionistas quedaron decepcionados y los mercados de Estados Unidos abrieron a la baja, con una caída en el índice S&P 500 de hasta 0,8 por ciento en sus primeras operaciones. Los índices accionarios de Europa cayeron tras el anuncio del G7, pero luego recuperaron algunas de esas pérdidas.
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Los ministros de finanzas y los banqueros centrales de todo el mundo mencionaron que “están monitoreando de cerca la propagación de la enfermedad del coronavirus” y que, “en vista de los impactos potenciales” del virus en el crecimiento global, “reiteramos nuestro compromiso de usar todas las herramientas políticas apropiadas para alcanzar un crecimiento sostenible y sólido, y evitar riesgos a la baja”.
Los funcionarios no prometieron ningún plan concreto, sino solo el compromiso de usar su autoridad tributaria y de gasto “cuando sea apropiado” con el objetivo de contribuir a mitigar cualquier impacto económico.
“Además de los esfuerzos de fortalecimiento para expandir los servicios de salud, los ministros de finanzas del G7 están listos para poner en marcha acciones, entre ellas medidas fiscales cuando sea apropiado, a fin de ayudar en la respuesta al virus y sostener la economía durante esta fase”, mencionó el comunicado.
Los formuladores de políticas globales agregaron que “los bancos centrales seguirán cumpliendo con sus obligaciones para respaldar la estabilidad de los precios y el crecimiento económico mientras mantienen la resiliencia del sistema financiero”.
Esta promesa se queda muy corta de la reducción coordinada a las tasas de interés a nivel mundial que esperaban los inversionistas de las economías más grandes del mundo.
“Fue como una hamburguesa rellena de nada”, comentó Seth Carpenter, un economista de UBS y exinvestigador principal de la Junta de la Reserva Federal. “El ‘cuando sea apropiado’ te hace pensar: ‘Ah, ya, es más retórica que contenido’”.
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“El mercado especuló mucho al alza en torno a la idea de que algo sucedería hoy antes de que abrieran los mercados”, agregó.
Mnuchin, quien participó en la conferencia telefónica del G7, mencionó que el gobierno de Trump está trabajando con otros países para hacer todo lo posible por detener la propagación del virus y limitar el daño a la economía global.
“La administración está monitoreando de cerca el coronavirus y su efecto en la salud pública, así como los efectos en las cadenas de suministro, los mercados y la economía en general”, señaló Mnuchin en una audiencia ante los legisladores de la Cámara de Representantes. Mnuchin dijo que la Casa Blanca quiere colaborar muy de cerca con el Congreso para elaborar un paquete de financiamiento de emergencia.
El solo hecho de que el G7 haya tenido una reunión de emergencia enfatiza la fragilidad de este momento para la economía del mundo. El brote del coronavirus se ha propagado por todo el mundo y ha enfermado a unas 90.000 personas. Aunque la gran mayoría de las personas infectadas todavía está en China, donde surgieron primero las infecciones, también ha habido brotes importantes en Corea del Sur, Japón, Irán e Italia, y la cantidad de casos está aumentando en otros países.
El virus podría cobrar una enorme factura económica en los países del G7, pues provoca cuarentenas, cierra fábricas y afecta la confianza de los inversionistas y los consumidores. Sin embargo, los banqueros centrales tienen una capacidad de acción limitada porque los costos de los préstamos son bastante bajos en todas las principales economías.
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Aunque la Reserva Federal todavía tiene margen para reducir las tasas de interés, durante la última década, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón han tenido problemas para elevar la inflación y el crecimiento y casi han agotado sus armas de política monetaria. Es probable que prefieran administrar cuidadosamente sus recursos hasta que sea más claro el alcance del daño económico.
Esto no ha evitado que los mercados dirijan la mirada hacia los bancos centrales en busca de una respuesta primaria. El 3 de marzo, el banco central de Australia redujo su tasa de interés de referencia a un 0,5 por ciento, un nivel histórico a la baja, y Malasia ya redujo sus tasas dos veces este año. Los inversionistas prevén que el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal reduzcan sus tasas este mes, con base en los precios del mercado monetario.
“Es demasiado pronto para saber qué tan persistentes serán los efectos del coronavirus y en qué momento la economía global retomará un mejor rumbo”, mencionó en un comunicado Philip Lowe, el gobernador del banco central de Australia.
Los líderes políticos de los países que han recibido impactos severos, como Italia, han prometido un alivio económico a los negocios cuyas ventas hayan colapsado porque la gente se queda en casa y por el cierre de las fábricas. Sin embargo, los gobiernos de países como Alemania se han mostrado reacios a aumentar el gasto, lo cual podría significar un aumento en las deudas.
En un intento extraordinario por contener los efectos secundarios del coronavirus en la economía, el 3 de marzo, la Reserva Federal redujo las tasas de interés cuando los formuladores de políticas aprobaron por unanimidad su más grande recorte único —y la primera maniobra de emergencia relacionada con las tasas— desde los momentos más oscuros de la crisis financiera de 2008.
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