Mundo de Negocios
Las extrañas reglas de la economía mundial
La nueva era de política económica tiene sus raíces en la crisis financiera de 2007-2009.

Las economías ricas reúnen a mil millones de consumidores y millones de empresas, cada uno de ellos libre de tomar decisiones.
Por otra parte, también cuentan con instituciones públicas poderosas que intentan controlar la economía, como los bancos centrales, encargados de establecer la política monetaria, y los gobiernos, que deciden cuánto gastar y pedir prestado.
Desde hace por lo menos treinta años, estas instituciones han operado conforme a reglas establecidas. Por más que el gobierno quiera un mercado laboral en auge que le ayude a ganar votos, debe considerar que, si la economía se sobrecalienta, puede aumentar la inflación.
Por eso es necesario que los bancos centrales, esos organismos independientes encargados de retirar la bebida justo cuando la fiesta empieza a ponerse bien, según la conocida metáfora de William McChesney Martin, de la Reserva Federal.
Podemos pensar en esta estructura como una forma de división del trabajo: los políticos se ocupan de la talla a largo plazo del Estado, entre otra miríada de prioridades. A los tecnócratas, por su parte, les toca la delicada tarea de domar el ciclo comercial.
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Ahora, esta división perfecta se está derrumbando. Una tasa menor de desempleo ya no significa una tasa de inflación más alta. La mayor parte del mundo rico en este momento disfruta una bonanza laboral a pesar de que los bancos centrales no han cumplido sus metas de inflación.
Aunque la tasa de desempleo en Estados Unidos es del 3,5%, la más baja registrada desde 1969, la inflación solo es del 1,4%. Las tasas de interés son tan bajas que los bancos centrales tendrán muy poco espacio de maniobra si se presenta una recesión.
En este momento, algunos todavía intentan apoyar la demanda con una estrategia de expansión cuantitativa, es decir, mediante la compra de bonos.
Esta extraña situación parecía ser temporal, pero ahora se ha convertido en la nueva norma. Por lo tanto, es necesario volver a formular las reglas de política económica, en particular la división del trabajo entre los bancos centrales y los gobiernos. Ese proceso ya se encuentra cargado de tensión, y bien podría tornarse peligroso.
La nueva era de política económica tiene sus raíces en la crisis financiera de 2007-2009.
Para evitar una depresión, los bancos centrales aplicaron medidas extraordinarias, como la expansión cuantitativa, durante un tiempo. Sin embargo, desde entonces se ha hecho cada vez más evidente que existen fuerzas profundas que actúan en la economía.
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