La periferia rebelde de china resiente la mano dura del partido comunista
El partido no puede ganar una aprobación duradera de su mandato solo con el uso de la fuerza
![Después de más de cinco meses de protestas contra el gobierno en Hong Kong, el riesgo se está volviendo mortal. Foto: EFE/EPA/FAZRY ISMAIL](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2019/11/26/ny_times_correcto_3_1.jpg)
Después de más de cinco meses de protestas contra el gobierno en Hong Kong, el riesgo se está volviendo mortal. Foto: EFE/EPA/FAZRY ISMAIL
El partido no puede ganar una aprobación duradera de su mandato solo con el uso de la fuerza
Hace unos cuantos días, cientos de jóvenes, algunos adolescentes, convirtieron el campus de ladrillos rojos de la Universidad Politécnica de Hong Kong en una fortaleza. Vestidos de negro, con máscaras también negras que cubrían sus rostros, la mayoría de ellos lucían desafiantes mientras estaban bajo ataque. La policía disparó balas de goma y chorros de agua teñida de azul contra ellos. Los defensores se agacharon para llenar botellas de vidrio con combustible y ponerles trapos adentro para crear bombas molotov. Muchos aplaudieron las noticias de que una flecha lanzada por uno de sus arqueros había impactado a un policía en la pierna. Después de más de cinco meses de protestas contra el gobierno en Hong Kong, el riesgo se está volviendo mortal.
En esta ocasión, muchos manifestantes agotados se entregaron a la Policía (los más jóvenes recibieron salvoconductos). Afortunadamente, hasta este momento se ha podido evitar un derramamiento masivo de sangre. Sin embargo, Hong Kong está en peligro. Al cierre de esta edición de The Economist, algunos manifestantes se rehusaban a abandonar el campus, y las protestas continuaban en otras partes de la ciudad. No atraen a las cantidades que asistieron a los mítines del inicio, tal vez llegaron a los dos millones en una ocasión en junio. Sin embargo, a menudo involucra vandalismo y bombas molotov.
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La única concesión del gobierno —retirar una propuesta de ley que habría permitido que sospechosos criminales fueran trasladados a China continental para ser enjuiciados— hizo poco para restaurar la calma. Los manifestantes dicen que no se detendrán hasta conseguir la democracia. No pueden escoger a su jefe ejecutivo, y las elecciones a la legislatura de Hong Kong están gravemente sesgadas. Así que las protestas podrían continuar.
El Partido Comunista en Pekín no parece estar ansioso por hacer que sus tropas extingan los disturbios, sino todo lo contrario, según afirman personas con información privilegiada sobre la organización política. Ese es un problema que el partido no quiere asumir; los costos económicos y políticos de disparar de manera masiva contra las multitudes en un centro financiero global serían enormes. Pero sí debería asumir su responsabilidad por el problema. La mano dura del líder chino, Xi Jinping, y el resentimiento público que ha ocasionado, son algunas de las principales causas de las protestas. Él dice que desea un “gran rejuvenecimiento” de su país. Sin embargo, su enfoque brutal e intransigente para ejercer el control está alimentando la ira no solo en Hong Kong, sino también en toda la periferia de China.
Cuando las guerrillas de Mao Zedong tomaron el poder en China en 1949, no asumieron el control de un país definido de manera clara, mucho menos de uno completamente dispuesto. Hong Kong era gobernada por los británicos; la cercana Macao, por los portugueses. Taiwán estaba bajo el control del gobierno nacionalista que Mao había derrocado. El terreno montañoso del Tíbet era regido por la teocracia budista que tuvo roces por el control de Pekín. Las tropas comunistas todavía no ingresaban a otra inmensa región en la parte más alejada al oeste, Sinkiang, donde los grupos étnicos musulmanes no querían ser gobernados desde lejos.
Después de setenta años, la lucha del partido por establecer la China que desea está lejos de terminar. Taiwán todavía es independiente en todo excepto el nombre. Se espera que en enero, a su partido gobernante, el cual favorece una separación más formal, le vuelva a ir bien en las votaciones para la presidencia y el parlamento. “El Hong Kong de hoy, el Taiwán de mañana” es un eslogan popular en Hong Kong que resuena con el público al que va dirigido: los votantes taiwaneses. Desde que Xi asumió el poder en 2012, han visto cómo elimina las libertades de Hong Kong poco a poco y manda aviones de combate para realizar incursiones de intimidación alrededor de Taiwán. Pocos de ellos quieren que su rica y democrática isla sea tragada por la dictadura vecina, aunque muchos de ellos tienen miles de años de cultura compartida con las personas que viven en la porción continental.
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El Tíbet y Sinkiang están en calma, pero solo porque las personas de esos lugares han sido aterrorizadas a fin de que guarden silencio. Después de extendidos brotes de inconformidad hace una década, la represión ha aumentado de manera abrumadora. En los dos años pasados, el gobierno regional de Sinkiang ha construido una red de campamentos de prisioneros y ha encarcelado a cerca de un millón de personas, la mayoría de la etnia uigur, a menudo simplemente por ser musulmanes devotos. Los documentos oficiales chinos recientemente filtrados a The New York Times han confirmado los horrores ocurridos ahí. Los oficiales dicen que su “entrenamiento vocacional”, como lo describen de manera escalofriante, es necesario para erradicar al extremismo islamista. A la larga, es más probable que alimente una furia que algún día estallará.
El eslogan en Hong Kong tiene otra parte: “El Sinkiang de hoy, el Hong Kong de mañana”. Pocos esperan un resultado tan sombrío para la antigua colonia británica. Sin embargo, los hongkoneses tienen razón en ver al partido con temor. Incluso si Xi decide no desplegar sus tropas en Hong Kong, su punto de vista sobre los desafíos a la autoridad del partido son claros. Piensa que deben ser aplastados.
Esta semana, el Congreso de Estados Unidos aprobó una propuesta de ley, casi de manera unánime, que requiere que el gobierno aplique sanciones a funcionarios culpables de no respetar los derechos en Hong Kong. No obstante, es probable que China presione con mayor fuerza al gobierno de Hong Kong, para explorar la posibilidad de aprobar una nueva y dura ley antisedición, y para imponer que los estudiantes se sometan a una “educación patriótica” (es decir, propaganda partidista). El partido quiere saber los nombres de aquellos que lo desafían, para luego poder hacerles la vida miserable.
Xi dice que desea que China logre su gran rejuvenecimiento para 2049, cuando se celebrará el centenario de la victoria de Mao. Dice que, para ese entonces, el país será “fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y bello”. Lo más probable, si el partido permanece tanto tiempo en el poder, es que los asuntos pendientes de Mao seguirán siendo un gran problema. Millones de personas que viven en las regiones periféricas que Mao reclamó en nombre del partido estarán muy agitadas.
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No toda la élite comunista está de acuerdo con el enfoque autoritario, que es presuntamente la razón por la que alguien filtró los documentos de Sinkiang. Los problemas en la periferia de un imperio pueden extenderse de manera rápida al centro. Es doblemente probable cuando las periferias también son los lugares donde el imperio tiene roces contra vecinos que se muestran sospechosos. India es cautelosa respecto de la militarización del Tíbet por parte de China. Los vecinos de China observan nerviosos el aumento militar del país en el estrecho de Taiwán. Un gran temor es que un ataque contra la isla pueda detonar una guerra entre China y Estados Unidos. El partido no puede ganar una aprobación duradera de su mandato, solo con el uso de la fuerza.
En Hong Kong, “un país, dos sistemas” —el acuerdo que le concede a Hong Kong un “alto grado de autonomía” respecto de China durante cincuenta años— oficialmente expirará en 2047. En su versión actual es probable que, mucho antes de esa fecha, el sistema sea muy similar al del resto de China. Es por eso que los manifestantes en Hong Kong están tan desesperados. y también es la razón por la que la creación de esa armonía en China, que Xi menciona con tanta alegría, no se concretará.
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