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La COP25 produce pocos resultados
En 2015, en París, cerca de 200 países se comprometieron a detener el calentamiento global antes de que la temperatura media mundial se incrementara a más de 1.5 a 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
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Las conferencias anuales sobre cambio climático de las Naciones Unidas nunca son momentos de optimismo desenfrenado. Sin embargo, la realizada este año en Madrid y denominada COP25, fue particularmente desalentadora.
Su logo fue un reloj con las manecillas marcando las 11:45 p.m. La medianoche llegó como suele hacerlo el viernes 13 de diciembre, supuestamente el último día de la cumbre, y luego también el sábado.
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No fue hasta el domingo que los delegados acordaron compromisos débiles para avanzar en los recortes de la emisión de gases de efecto invernadero.
Aplazaron hasta el año que viene una decisión para regular un nuevo mercado de carbono internacional.
En 2015, en París, cerca de 200 países se comprometieron a detener el calentamiento global antes de que la temperatura media mundial se incrementara a más de 1.5 a 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
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Sin embargo, la mayoría de los climatólogos admitieron en privado que había muy pocas esperanzas de que eso sucediera.
Por lo tanto, una coalición de gobiernos, incluyendo a la Unión Europea, fueron a Madrid para exigir un texto final enérgico que instara a todos los países a comprometerse en 2020 a disminuir las emisiones con mayor rapidez y con mayor rango de lo acordado de manera previa. Ese texto no llegó a materializarse.
De hecho, el esfuerzo en este ámbito se realizó el 12 de diciembre en Bruselas, donde los líderes de la Unión Europea, tras discutir un poco, se comprometieron a llegar a “cero emisiones netas” para el 2050.
Esto significa que cualquier emisión de gases de efecto invernadero que se realice como exceso a la meta, deberá ser compensada por la captura de este tipo de gases que ya están en la atmósfera a través de, por ejemplo, la siembra adicional de bosques.
La presidencia de la Comisión Europea ha publicado una propuesta detallada y ambiciosa, aunque a veces confusa, de las medidas que se deben tomar para lograr este objetivo. Como parte de estas medidas, a mediados de 2020 será propuesta una ley climática de la UE, para consagrar la meta de 2050.
Los compromisos débiles y diluidos para realizar recortes en la emisión de gases de efecto invernadero no son nada nuevo.
Sin embargo, lo que hará que la COP25 sea realmente recordada será su fracaso con respecto a los mercados de carbono.
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Los planes para este tipo de mercados datan de una estrategia creada por el Protocolo de Kioto, el acuerdo firmado en 1992.
Una recóndita cláusula técnica en el Acuerdo de París procedió a ofrecer un esquema para vincular los mercados existentes y de este modo crear un nuevo mercado global que sería administrado por las Naciones Unidas y que les ofrecería acceso a los países que no tuvieran su mercado.
Los delegados en Madrid formularon las directrices para los principios de comercio ambientalmente adecuados para este mercado putativo.
Lo que no aclararon fue cómo todo esto se conectaría con lo que Kioto ya había logrado.
La versión de Kioto de los mercados de carbono, el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), les permite a los países ricos comprar créditos de carbono a los países pobres para emprender proyectos de captura de carbono que compensen sus emisiones en casa.
Miles de proyectos MDL fueron debidamente registrados, pero un número desconocido de créditos fueron abandonados luego de que su valor se desplomó en 2012, después de que la demanda se agotó como resultado de algunos cambios en el reglamento dentro de la UE.
Algunos de los participantes principales del MDL, en particular Brasil, quieren que esos créditos sean transferidos al plan del Acuerdo de París. Sin embargo, hacer eso inundaría el programa con “aire caliente”: créditos que ya no corresponden a reducciones reales y futuras en las emisiones.
Si se establecen bien, los mercados de carbono internacional podrían acelerar la reducción de las emisiones al atraer fondos privados y al ayudar a que el dinero fluya más rápido hacia las oportunidades más económicas.
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