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En una maniobra electoral se ha convertido la exhumación de Francisco Franco
- The Economist
El 24 de octubre, en un operativo organizado por Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, y al que asistieron 22 descendientes del dictador, se desenterró el ataúd de Franco.
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El Valle de los Caídos. Foto: Pixabay
Después de morir en su cama en 1975, el general Francisco Franco, dictador de España durante 36 años, fue enterrado a toda prisa en el Valle de los Caídos, el grandioso monumento que construyó en la ladera de una montaña a las afueras de Madrid para celebrar su victoria en la guerra civil española.
Pero su presencia allí, en una de las únicas dos tumbas con nombre entre 34.000 muertos de guerra anónimos, ahora es vista como una aberración. El 24 de octubre, en un operativo organizado por Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, y al que asistieron 22 descendientes del dictador, se desenterró el ataúd de Franco.
En escenas transmitidas en vivo por televisión, se ve que la familia carga el féretro, primero a un coche fúnebre y luego a un helicóptero, que lo trasladó a una nueva sepultura en el tranquilo cementerio público de El Pardo, en las afueras de la capital, donde está enterrada su esposa. Sánchez estaba ejecutando una resolución de parte del Parlamento español, además de cumplir una promesa que hizo cuando ascendió al poder el año pasado. Tomó más de un año superar las objeciones legales de la familia de Franco que quería volver a enterrarlo, con prominencia, en la cripta de la catedral de Madrid, y lidiar con la amenaza de desobediencia del prior benedictino que administra la basílica y el monasterio en el Valle de los Caídos.
El Vaticano reprendió al prior y, el mes pasado, el Tribunal Supremo dictaminó por unanimidad que el gobierno podría volver a enterrar a Franco en El Pardo. “Ningún enemigo de la democracia merece un lugar de culto ni de respeto institucional”, dijo Sánchez sobre el fallo del Tribunal Supremo. “Es una gran victoria para la democracia española”. Son más los españoles que están de acuerdo con él que en desacuerdo. La demora significa que la exhumación se produjo apenas quince días antes de una elección general, la cuarta en estos años.
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Los socialistas esperan poder convocar a sus simpatizantes. Solo Vox, un partido de extrema derecha, se opone activamente a lo que califican como una “profanación” de la tumba de Franco. La oposición conservadora, que desciende de exfranquistas moderados que adoptaron la democracia, preferiría discutir sobre el futuro.
Los miembros del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) quieren convertir el Valle en “un museo de la memoria”. Existe el riesgo de que, una vez más, la historia sea escrita por un solo bando. Quizás lo mejor sería desacralizar el lugar y crear un museo que explique lo que sucedió ahí. La dictadura de Franco usó el trabajo forzado para construirlo. Aunque el propósito original era construir un monumento para honrar a su propio bando, la dictadura terminó llenando sus criptas también con muertos de la República vencida, extraídos en secreto de las fosas comunes. Su arquitectura es imponente, de un cristianismo militante. La basílica está enclavada en la ladera de una montaña, bordeada por estatuas de arcángeles vengativos. Una cruz que mide la mitad de la altura de la Estatua de la Libertad remata la construcción.
La España moderna no está esclavizada por el fantasma de Franco. La mayoría de los españoles no tiene recuerdos del dictador. Solo una minoría envejecida todavía asiste regularmente a misa. Sin embargo, la falta de unanimidad sobre la exhumación muestra que el país aún tiene que ponerse de acuerdo sobre su pasado. Pero quizás nunca lo hará.
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