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El coronavirus de China ha revivido temores económicos en el mundo
- Peter S. Goodman
Tras el surgimiento del virus en China, cuyo gobierno encarcela a periodistas y controla con rigor la información, la escasez de datos necesarios para evaluar los peligros provocó inquietud en el mundo.
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El virus y sus incógnitas concomitantes evocaron recuerdos de otra enfermedad mortal que comenzó en China entre 2002 y 2003. Foto/EFE
Antes de que emergiera una misteriosa enfermedad respiratoria en el centro de China que se propaga con un efecto letal por la nación más poblada del mundo, se habían calmado las inquietudes en torno a la salud de la economía mundial y las había remplazado una sensación de optimismo.
Estados Unidos y China habían logrado una pausa endeble en una guerra comercial que había perjudicado a ambos bandos. El fantasma de las hostilidades flagrantes entre Estados Unidos e Irán había regresado a un punto muerto. Aunque Europa seguía estancada, Alemania —la principal economía del continente— había escapado de la amenaza de una recesión.
Ahora, el mundo se está preocupando de nuevo.
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Un brote que se originó en China y ha superado sus fronteras ha evocado nuevos temores y ha hecho caer a los mercados en una espiral descendente que está destruyendo la riqueza. El virus ha hecho sonar la alarma de la posibilidad de otra sacudida de la economía mundial, lo que podría neutralizar los beneficios de la tregua comercial y el alivio geopolítico y les daría nuevas razones a los negocios y a las personas para buscar resguardo.
El 27 de enero, los inversionistas abandonaron sus acciones en las bolsas de valores, desde Asia y Europa hasta Norteamérica. Dejaron su dinero en la seguridad de los refugios tradicionales, lo cual aumentó el valor del yen, el dólar y el oro. Bajaron el precio del petróleo por temor a una menor demanda de combustible en las economías más débiles.
En resumen, la gente que tiene el control del dinero tomó nota de la creciente crisis en un país con 1400 millones de habitantes, cuyos consumidores y negocios son uno de los motores principales del crecimiento económico en todo el mundo, y eligió reducir su exposición al riesgo.
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Para la noche del 27 de enero, el virus había cobrado la vida de más de cien personas en China. Más de 4500 habían sido infectadas, principalmente en China continental, pero también en Hong Kong, Japón, Macao, Malasia, Nepal, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia y Vietnam, además de en tierras tan lejanas como Australia, Canadá y Estados Unidos.
Tras el surgimiento del virus en China, cuyo gobierno encarcela a periodistas y controla con rigor la información, la escasez de datos necesarios para evaluar los peligros provocó inquietud en el mundo.
“Es la incertidumbre en cuanto a cómo va a responder la economía mundial al brote”, comentó Philip Shaw, economista jefe de Investec, un banco especialista de Londres. Según Shaw, dependerá de la gravedad, la propagación y la duración del brote, y “en realidad no conocemos la respuesta a ninguna de estas preguntas”.
Lo que se dejó a la imaginación resonó como un motivo para que los inversionistas se deshicieran de lo que no pareciera seguro.
Las acciones en Japón y Europa cayeron más de un dos por ciento. En Nueva York, el S&P 500 descendió un 1,6 por ciento, y las acciones de las empresas cuyas ventas dependen de China fueron especialmente susceptibles. Wynn Resorts, empresa que opera casinos en el paraíso de las apuestas de Macao, una región administrativa especial de China, cayó más de un ocho por ciento.
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El virus y sus incógnitas concomitantes evocaron recuerdos de otra enfermedad mortal que comenzó en China entre 2002 y 2003, el brote del síndrome respiratorio agudo grave (SRAS), el cual terminó con la vida de casi 800 personas.
“En muchos sentidos, parece similar”, comentó Nicholas R. Lardy, experto en China e investigador sénior del Instituto Peterson para la Economía Internacional en Washington. “Estamos viendo un aumento veloz en la cantidad de casos. Los hospitales están inundados y ni siquiera son capaces de hacerles pruebas a las personas que tienen los síntomas. Creo que los casos irán en aumento, de una manera muy drástica”.
A final de cuentas, el SRAS desaceleró la economía de China de forma significativa, con una caída de la tasa de crecimiento anual al 9,1 por ciento en el segundo trimestre de 2003, en comparación con el 11,1 por ciento del trimestre anterior, de acuerdo con Oxford Economics, un instituto independiente de investigación con sede en Londres.
El episodio coincide con el Año Nuevo chino, una importante festividad en la que cientos de millones de chinos viajan a sus ciudades natales para visitar a sus parientes.
Con la restricción a las vías aéreas, férreas y terrestres en el centro de China a causa del bloqueo que ha realizado el gobierno para evitar la propagación del virus, es probable que sufran los hoteles, los restaurantes y otros negocios relacionados con el turismo.
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Algunos economistas suponen que esos efectos se disiparán con rapidez, y luego habrá una resurrección de la economía del consumidor en unos meses. Así se desarrollaron los sucesos en 2003.
“Nuestro punto de referencia indica que habrá un impacto bastante grande pero relativamente breve”, comentó Louis Kuijs, director de economía de Asia en Oxford Economics radicado en Hong Kong.
Según la visión optimista, la respuesta agresiva del gobierno chino de poner en cuarentena al epicentro del brote —Wuhan, una ciudad de once millones de habitantes, y buena parte de sus alrededores en la provincia de Hubei— contendrá el daño económico.
Sin embargo, Wuhan es un centro industrial, a veces llamado el “Chicago de China”, razón por la que se intensificarán las consecuencias de la cuarentena para la economía nacional.
Debido a que la economía de China es la fuente de casi una tercera parte del crecimiento económico mundial, la desaceleración podría sentirse en muchas partes.
Los vecinos de China absorberán los efectos de forma más directa, en especial los que dependen del turismo chino, entre ellos Hong Kong, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. Durante el fin de semana, China anunció que iba a prohibir que sus ciudadanos formaran parte de grupos de turistas en el extranjero.
Si se imponen más restricciones al transporte que limiten la producción de las fábricas de China, podría haber implicaciones a nivel mundial. Podrían verse afectadas las minas de mineral de hierro en Australia e India que proporcionan la materia prima de las fundidoras chinas. Podrían verse limitadas las ventas de los chips para computadora y las pantallas de cristal que se hacen en plantas de Malasia y Corea del Sur.
Podrían reducirse las ventas de la maquinaria para fábricas que se produce en Alemania y las autopartes hechas en la República Checa, Hungría y Polonia. Incluso podría resultar afectada la compra de más productos agrícolas estadounidenses, a la cual China accedió con el tratado comercial que se firmó este mes.
El impacto llega justo en un momento en que China enfrenta el ritmo más lento de crecimiento económico que ha padecido en décadas, lo cual ha revivido los temores de que una reducción en su apetito por los bienes y servicios del mundo pueda poner en peligro puestos de trabajo en muchos frentes.
“No cabe duda de que China se está desacelerando desde su estructura”, comentó Silvia Dall’Angelo, economista sénior de Hermes Investment Management en Londres. “La economía global claramente está más inestable, con un crecimiento lento. Es evidente que es más vulnerable a sacudidas”.
No obstante, mientras los inversionistas intentan calcular el pronóstico, hay un hecho que siempre está presente en China: la información es escasa. La confianza en las autoridades es mínima.
Durante el brote del SRAS, el gobierno se tardó en reconocer la existencia del virus, mientras los funcionarios locales encubrían activamente los casos, lo cual permitió que la amenaza se multiplicara.
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Esta vez, el gobierno ha buscado proyectar una imagen honesta sobre su manejo de la crisis. El presidente Xi Jinping ha reconocido la amenaza en público y ha advertido a los funcionarios locales que no oculten los reportes de dificultades.
Sin embargo, en el momento de agitación que se está viviendo, cualquier falta de información suele considerarse como malas noticias.
“Por supuesto, sigue siendo un sistema de gobierno en el que la transparencia en realidad no se considera un criterio importante”, opinó Kuijs de Oxford Economics. “En general, sigue siendo un sistema dominado por las decisiones discrecionales de los burócratas y no por reglas muy claras”.
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