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El aumento de salario ha ayudado a mantener la expansión económica de EE.UU.
Desde el comienzo del milenio, en vez de la oferta, la demanda ha sido el obstáculo más difícil de superar para el crecimiento económico.
- The Economist
- - Actualizado: 29/2/2020 - 11:10 am
La expansión económica de Estados Unidos, la más prolongada de la historia, cumple 128 meses... y sigue. Claro que no ha sido sencillo lograr esta longevidad.
La expansión debió sobrevivir recesiones globales en el sector manufacturero en 2016 y 2019, conflictos comerciales y un episodio de política monetaria restrictiva de la Reserva Federal. La recuperación se mantuvo el año pasado, con todo y la desaceleración de la inversión empresarial y la contracción de la inversión en construcción residencial, gracias a que el consumo personal aumentó a ritmo constante. La durabilidad del gasto es testimonio de una de las características más inusuales de esta expansión: un crecimiento más acelerado en los salarios de los trabajadores del fragmento inferior de la distribución de ingresos que en los de los trabajadores de mayores ingresos. Al parecer, que la fortuna les sonría a los trabajadores de menores ingresos quizá tenga efectos que no se habían apreciado en realidad en la sostenibilidad de los periodos de auge económico.
Desde el comienzo del milenio, en vez de la oferta, la demanda ha sido el obstáculo más difícil de superar para el crecimiento económico. La falta de movimientos en la inflación sugiere que la capacidad de producción de la economía solo ha impedido el gasto en unos cuantos casos extraordinarios en este periodo. La inflación anual ha sido de solo un 1,8 por ciento en promedio, una reducción con respecto al cerca de 3,5 por ciento registrado durante los veinte años anteriores y al 4,5 por ciento en las dos décadas previas. Los economistas han propuesto varias explicaciones para la debilidad crónica de la demanda, desde el envejecimiento de la fuerza laboral hasta una pérdida de interés en la inversión debido a la ralentización en los avances tecnológicos. También se cree que la desigualdad desempeñó un papel importante en este respecto.
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Es mucho más probable que los hogares con mayores ingresos ahorren un dólar adicional que los hogares con ingresos menores. Por lo tanto, debido a que hace que los adinerados reciban una porción mayor de los ingresos, la creciente desigualdad tiende a agotar la economía de la demanda. Entre 1979 y 2018, los salarios reales de los trabajadores clasificados en el percentil 90 de la distribución de ingresos aumentaron un 34 por ciento, según un análisis reciente de Jay Shambaugh y Ryan Nunn, expertos del Instituto Brookings. En contraste, los sueldos de los trabajadores del percentil 10 aumentaron menos del cinco por ciento, y los salarios de los trabajadores del percentil 5 bajaron. Esto afectó el gasto. En un análisis publicado en 2012, el economista laboral Alan Krueger calculó que, de no haber sido por el aumento de la desigualdad entre 1979 y 2007, el consumo en la economía estadounidense habría sido un cinco por ciento más elevado. Ese consumo adicional habría representado un estímulo de alrededor de 700.000 millones de dólares más a la economía actual.
Puesto que más ingresos generados en la economía iban a hogares ahorradores, a la Reserva Federal se le complicó más convencerlos de gastar suficiente para evitar que bajara la inflación y se generaran menos empleos. El nivel promedio de la tasa de interés correspondiente a la política principal de la Reserva Federal, ubicada apenas por debajo del diez por ciento en la década de 1980, cayó a menos del uno por ciento en la década de 2010. Después de un tiempo, el sector de la población más dispuesto a gastar mejoró su poder de compra, aunque ocurrió gracias a la obtención de créditos y no al aumento de los salarios. La deuda de los hogares estadounidenses, expresada como proporción del producto interno bruto, prácticamente se duplicó entre 1979 y 2007. Saltó casi treinta puntos porcentuales solo entre 2000 y 2007, cuando muchos ahorradores comenzaron a gastar gracias a las bajas tasas de interés, los precios prohibitivos de la vivienda y el desastre de los estándares aplicados a los préstamos hipotecarios. Si no se hubieran otorgado tantos préstamos, quizá la economía estadounidense habría seguido adelante en un estado de aletargamiento permanente.
La recuperación reciente tiene una apariencia muy distinta del patrón establecido en las décadas de 1990 y 2000. Entre 2014 y 2018, los salarios en las industrias de sueldos bajos aumentaron casi al mismo ritmo que en otros sectores de la economía, según un análisis reciente realizado por economistas del grupo de investigación de mercados laborales Indeed Hiring Lab. Además, desde hace dos años el crecimiento del salario en el nivel inferior ha sido sustancialmente más rápido que en las industrias con mejores sueldos. Aumentar el salario de los trabajadores con menores ingresos ha puesto más efectivo en manos de quienes están más dispuestos a gastar, lo que ha reforzado el consumo y ayudado a la economía a sortear un periodo de menor actividad.
Al mismo tiempo, la deuda de los hogares, que se desplomó de inmediato tras la crisis financiera global, lleva algunos años a la baja como proporción del PIB. A su vez, la reducción en la deuda ha contribuido a que la expansión sea más duradera, pues es menos probable que concluya debido a un cambio en las condiciones de crédito o un alza en el costo de los préstamos si aumentan las tasas de interés, como las impuestas por la Reserva Federal entre 2015 y 2018.
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Los crecientes salarios reflejan una contracción gradual experimentada en el mercado laboral durante la década pasada.
Conforme pasamos a un periodo de recuperación, la tasa de desempleo fue cayendo hasta alcanzar su nivel más bajo en cincuenta años, por lo que las empresas se vieron forzadas a buscar con más empeño a los trabajadores que necesitaban. Encima, al mantenerse el crecimiento del empleo, hay una mayor proporción de adultos en edad laboral que participan en la fuerza de trabajo. Las empresas que ofrecen sueldos más generosos han atraído a las personas del margen del mercado laboral.
Sin embargo, gran parte del crecimiento inusualmente rápido en el salario de los trabajadores de bajos ingresos quizá se deba a aumentos en el nivel del salario mínimo. Aunque el salario mínimo federal se ha mantenido a 7,25 dólares por hora durante más de una década, muchos gobiernos estatales y locales han aprobado en años recientes aumentos que han impulsado los sueldos muy por encima de ese nivel.
En consecuencia, Ernie Tedeschi, economista de la empresa de investigación Evercore ISI, descubrió en 2019 que la persona promedio que percibía el salario mínimo en realidad ganaba casi doce dólares por hora. Este salario efectivo, después de los ajustes debidos a la inflación, ha experimentado un alza de casi un tercio en los últimos diez años.
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Claro que no podemos dar por hecho que la tendencia al alza en el salario de los trabajadores con menores ingresos continuará. Por ahora, las empresas todavía están dispuestas a contratar más empleados. También ha seguido creciendo el entusiasmo político por elevar los salarios mínimos. La mayoría de los candidatos demócratas a la presidencia promueven un salario mínimo federal de por lo menos quince dólares por hora.
Sin embargo, las fuerzas que favorecen el aumento de la desigualdad son de lo más persistentes. Un análisis publicado en diciembre por la Oficina de Presupuesto del Congreso pronostica que para 2021 la proporción de los ingresos antes de impuestos que percibe el uno por ciento de la población de mayores ingresos ya habrá empezado a aumentar de nuevo. Asombrosamente, y en parte debido a las reformas fiscales del presidente Donald Trump, se espera que el crecimiento del salario, después de considerar impuestos y transferencias, se incline todavía más a favor de los ricos. No obstante, la política puede cambiar. De igual forma, las expectativas de una expansión firme y resistente deben demostrar ser muy persuasivas.
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