Un ruso en el Canal de Panamá

Asistimos al lanzamiento de la segunda edición de la obra del ingeniero y académico V. E. Timónov, intitulada La vía acuática Mundial a través del istmo de Panamá y que fuera editada en San Petersburgo, Rusia, en 1913.

Gracias al esfuerzo y esmero de los colegas catedráticos de la Universidad de Panamá, los esposos Ardila, conocemos esa obra desde su primera publicación en el 2000 con el sugestivo título: Un Ruso en el Canal de Panamá. A la profesora Irina de Ardila le correspondió la tarea de traducirla del ruso al español, mientras que su esposo, José Antonio Ardila, coadyuvó en su redacción.

Es así como se incorpora a la bibliografía panameña, ya que de otra forma habría quedado, por lo menos, ignorada por los estudiosos nacionales. Para quien lea la obra que estamos reseñando llama la atención su redacción después de estar en Panamá durante la estación seca de 1911, tan solo dos meses; es decir, de febrero a marzo. Algunos se preguntarán qué motivos tendría para viajar más de seis mil quinientas millas náuticas desde Rusia a Panamá.

Pues bien, su viaje obedece al marcado interés académico y científico. Ese interés nace y se concreta por dos hechos circunstanciales.

El primero surge en Francia, cuando estudia y se gradúa en la Escuela de Puentes y Carreteras de Paris (1883), en momentos en que toda la sociedad francesa se halla pendiente de los trabajos de la compañía dirigida por Fernando de Lesseps, para construir un canal interoceánico por territorio panameño. Y, el segundo se da porque es un destacado miembro de la Asociación Americana de Ingenieros Civiles y coincidencialmente el presidente de los Estados Unidos de América, William Taft, invitó a esa Asociación visitar a Panamá y constatar los avances alcanzados en la construcción del Canal.

Previendo los informes y aportes al conocimiento, el Instituto de Ingeniería y Comunicación del Zar Alexander I oficializa y financia el viaje del ingeniero Timónov a Panamá.

La obra no solo recoge “in situ” la experiencia vivida en Panamá durante dos meses sino que se esmera por fundamentarla con otras fuentes confiables de la época. Por su vocación académica nos presenta su trabajo con una redacción amena, didáctica y franca. No es un reporte al estilo del oficial de inteligencia naval, el del teniente Charles C. Rogers, enviado a Panamá en marzo de 1887 para verificar los logros reales de la compañía francesa en las obras de excavación del Canal.

Reconozco el derecho legítimo que tiene todo lector a centrar su atención en aquello de su predilección. Por mi parte, deseo vuestra indulgencia para referirme brevemente a tres aspectos que guardan relación con nuestra actual vivencia social.

El primero de estos aspectos tuvo que ver con el tipo de organización que estableció el gobierno de los Estados Unidos para construir el canal. Tres años (1904-07) le tomó entender que no se podría dirigir y construir el Canal desde el exterior. Por ello, al entregarle la responsabilidad al cuerpo de ingenieros del ejército de los Estados Unidos de la construcción del Canal y, después de decidir, en 1906, que fuese a base de esclusas, le confían al ingeniero (coronel George Washington) Goethals las tres funciones: la de la Comisión del Canal; como Ingeniero-Jefe y Presidente de la Compañía del Ferrocarril.

A mi juicio, tomando muy en cuenta la situación política de Rusia en aquellos momentos, Timónov es cauteloso y sin dejar de registrar que los poderes otorgados a Goethals lo catalogaban como el “Zar del Canal,” expresa su admiración por encontrarse ante un hombre que no era autocrático y, mucho menos, prepotente. Se asombra de su capacidad de trabajo y la manera como se relacionaba con los trabajadores.

No voy a detenerme en la omisión a las prácticas discriminatorias y menos en las referencias que hace Timónov sobre los trabajadores afroantillanos. Esa es una tarea que se la dejo a cada lector.

El segundo aspecto que Timónov denomina la revolución sanitaria en el Corredor transístmico y cuya responsabilidad recayó en el cuerpo médico del ejército de los Estados Unidos bajo la jefatura del mayor William Gorgas.

Dos enfermedades endémicas de Panamá, la malaria y la fiebre amarilla, mermaron a la fuerza laboral durante la construcción del Canal por la Compañía Francesa y fue uno de los factores del escandaloso fracaso.

Desde 1881 el médico y científico cubano Carlos Finlay había responsabilizado al mosquito Aedes aegypti como el vector de esa terrible enfermedad y la comunidad científica se mofaba de él. Gorgas trabajó en Cuba durante la ocupación militar estadounidense de esa isla y puso en práctica las recomendaciones de Finlay. Una vez en Panamá y como un homenaje sincero a Finlay no dudó en aplicarlas. Se pavimentaron las calles, se construyó el alcantarillado, los albañales y se construyeron dos potabilizadoras: una en el sector atlántico y otra en el pacífico.

Las medidas de sanidad eran celosamente observadas. En la actualidad vale la pena retomar el rigor para enfrentar la propagación del dengue cuyo vector es el Aedes aegypti.

Para abordar el tercer aspecto me voy a refugiar en el método de Gabriel García Márquez (Gabo) quien en su novela Crónica de una Muerte Anunciada, empieza por el final. Por mi parte me referiré brevemente a cómo inicia Timónov la presentación de su obra.

En la introducción destaca los beneficios comerciales que le brindaría el Canal de Panamá a los Estados Unidos en su relación con Asia Oriental, Australia y América del Sur. Con gran franqueza reconoce que Rusia y mucho menos Alemania podrían menguar esa ventaja. Comprensiblemente Timónov procura persuadir a su gobierno para que atienda este nuevo fenómeno.

La otra inquietud de Timónov es el valor estratégico militar del Canal de Panamá. Mucho antes que él, Alfred T. Mahan, estratega naval a finales del siglo XIX había propuesto la utilidad del canal para bajar los costos de las operaciones de la flota naval de los estadounidenses.

Lo cierto es que sin el Canal los Estados Unidos no habrían resuelto inicialmente su desarrollo naval y a partir de diciembre de 1941 no habrían logrado expandir su influencia sobre Asia Oriental. Es bueno recordar que a causa de la guerra contra el Japón desde 1942 hasta 1945 el tránsito de buques de guerra de los Estados Unidos aumentó 6 veces. En 1942 transitaron 1,516 diferentes navíos de guerra y para 1945 lo hicieron 6,566.

Finalmente, les recuerdo que entre 1911, año en que Timónov visitó Panamá, en plena construcción del Canal y 1913, año en que publica su obra, Europa es un hervidero de nacionalismo y xenofobia que alimentarán la primera guerra mundial (1914-1918).

Casi un siglo después Panamá se encuentra ampliando su Canal lo que para los efectos técnicos representa de hecho un nuevo Canal. Mientras esto acontece en el istmo panameño, en la Europa de hoy se viene desarrollando de manera singular la crisis financiera mundial que se expresa, particularmente, en lo que se hace llamar la tragedia griega. Me tomo la libertad de sumar a esa crisis financiera la inquietud de la humanidad ante la crisis energética, alimenticia y la afectación al ambiente natural. También se siente temor por los niveles cada vez más altos de violencia generalizada.

Por otro lado, surgen nuevos actores como los BRIC, es decir, Brasil, Rusia, India y China, que reclaman mayor protagonismo en las decisiones mundiales.

Ante ese escenario es necesario contar con un mínimo de perspicacia para reafirmar el carácter universal y neutral del Canal. ¡Qué nunca se ponga en duda su utilidad en igualdad de condiciones para todas las naciones!

Finalmente, podemos disentir de algunas apreciaciones del Ingeniero Timónov pero ello no demerita su obra que sigue siendo una lectura obligatoria. Su Segunda Edición en nuestro medio es una feliz iniciativa.

Panamá, 11 de mayo de 2010