Romero escribió un libro de poemas que pulverizan
Allá en el monte, entre riscos, serpientes, tigrillos, ríos y gente que observa la vida desde otra perspectiva, Ariel Romero Hernández encontró los faroles que ...
Allá en el monte, entre riscos, serpientes, tigrillos, ríos y gente que observa la vida desde otra perspectiva, Ariel Romero Hernández encontró los faroles que ...
- Egbert Lewis ([email protected])
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- @EgbertLewis
- - Actualizado: 19/7/2015 - 03:53 am
Allá en el monte, entre riscos, serpientes, tigrillos, ríos y gente que observa la vida desde otra perspectiva, Ariel Romero Hernández encontró los faroles que le han dado luz a su poesía.
Es en La Trinidad, un corregimiento localizado en las montañas de Capira, a una hora de su residencia, en donde este muchacho de 30 años observó a diario imágenes de la naturaleza y de campesinos que les permitieron darle forma a gran parte de un libro que tituló "Los faroles sostienen la noche" y que le valió el premio "Gustavo Batista Cedeño" de poesía joven que auspicia el Inac. Fue la primera vez que postuló su trabajo para un concurso.
Ariel Romero Hernández está licenciado en Geografía e Historia. Es un lector voraz y practicó el fútbol en la posición de lateral; dice que no era mal jugador, que fue selección, aunque era del segundo cuadro. Finalmente, dejó el fútbol, no por malo, sino que pudo más su inclinación por los libros y se impuso la tarea de leer por lo menos tres libros al mes. Su pasión por el sigue viva y, como la mayoría de los panameños, es cien por ciento Marea Roja, y se emociona como el que más.
Con él hay que hablar o antes de las 5:00 a.m. y después de las 4:00 p.m. porque suele recibir el amanecer en La Trinidad, un lugar sumamente montañoso en donde no "llega la señal" del celular, pero sí de las musas.
"Es un trabajo que me ha enseñado mucho acerca de lo que es la vida. Convivir con otra gente, de otras idiosincrasias; cuando voy allá siento que voy a otro país", dice Romero, quien llega a la entrevista ataviado con sencillez, pero con pensamientos que parecen joyas.
"El conocer personas que viven a una hora de mi casa y que tengan una perspectiva diferente, es sorprendente", dice el hasta hace poco desconocido poeta chorrerano.
En La Trinidad, Ariel Romero forma parte de un pequeño ejército de hombres que cada amanecer se meten 50 kilómetros adentro y arriba en la cuenca hidrográfica del Canal, para realizar trabajos de agrimensura bajo las órdenes de la Autoridad del Canal de Panamá y la colaboracón del PNUD.
Allí, tras salvar la zona montañosa, con quebradas, ríos y hasta serpientes y tigrillos, que se les atraviesan en el camino, proceden a medir los terrenos de las fincas de los campesinos, para que estos finalmente puedan lograr su titulación a través de la Autoridad Nacional de Tierras (Anati).
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"Es fascinante el entorno en que vive el campesino", dice.
"El conocer personas que viven a una hora de mi casa y que tengan una perspectiva diferente, es sorprendente, y gran parte de mi libro 'Los faroles sostienen la noche' se basa en lo que veo en mi trabajo, revela Romero, quien dice coincidir con quienes han sostenido que uno no escoge la poesía, sino que la poesía lo escoge a uno.
Se confiesa seducido por el misticismo del campo, la idiosincrasia de la gente, sus problemas existenciales, sus carencias y lo que viven".
Antecedente
Antes del premio que le fue entregado hace un mes, Ariel Romero Hernández no se habría atrevido a presentar su trabajo poético en ningún concurso, porque no le veía calidad literaria.
"Yo antes de ganar escribía otras cosas que deseché porque consideré que no tenían calidad literaria", cuenta, y de paso explica que a su modo de ver, el poeta debe sentir como su deber escribir un libro que pueda conmover a las personas, "que sienta una confrontación con lo que él es".
"Es como decía Julio Cortázar, un arte que te destruye, que te llegue y para eso es una obra con calidad literaria. Una obra que no te haga sentir nada, no sirve; está muerta", concluye.
Supo que "Los faroles sostienen la noche" podría ganar cuando advirtió en el libro mucha calidad de las imágenes poéticas que utilizó.
"Sentí que podían pulverizar a cualquier ser humano que las leyera", asegura.
"Los faroles sostienen la noche" ya estaba preparado para concursar, pero demoró un poco en llegar a manos de algún jurado porque me la pasaba leyendo, hasta este año que decidí llevarlo al concurso.
¿Para qué escribe?
Escribo porque es algo que está en mí; es una necesidad que siento. Manuel Orestes Nieto dice que ser poeta es algo inevitable, como también es inevitable que escriba. Tú no escoges la poesía, la poesía te escoge, decía Orestes Nieto.
¿Cuándo y cómo escribe?
Los dedos se me queman si no escribo. Por lo general escribo todos los días. A veces reviso, dejo que se queden poemas una semana, los reviso y si no me gustan, los boto.
¿Quién lo asesora?
Siempre recibía recomendaciones de dos formas: a través de lectura de críticas literarias como las escritas por Mario Vargas Llosa, José Saramago, Gabriel García Márquez y también de mi hermano Javier Romero, que ganó ese mismo premio (Gustavo Batista) en 2009. Cuando él las veía, me hacía observaciones y me decía que le gustaban, entonces sabía que estaba bien porque él tiene mucha experiencia y reconocimiento en esto.
¿El premio provocó algún cambio en usted?
El premio me ha cambiado la vida. Yo era desconocido. Quiero seguir escribiendo poesía y más adelante ensayos.
¿Por qué ensayo y no una novela, por ejemplo?
Me ha gustado siempre el análisis, lo filosófico e histórico. Hay muchos grandes ensayistas en Panamá, como Víctor Manuel Rodríguez, que ganó el año pasado el Miró en ensayo o el desaparecido Ricauter Soler. Hay muchos ensayistas buenos escondidos en Panamá.
¿Poesía o ensayo?
La poesía es el génesis de todo el arte. Si no existiera poesía no habría novela; sin el hecho poético no hay literatura, teatro, inclusive, tampoco ensayo. Si no existe el hecho poético la obra no te va a decir nada. Es el punto de partida, mucha gente no está consciente de eso.
Partida
Termina la entrevista. Ariel Romero camina, traspasa el umbral del cuartito donde estuvimos hablando y comienza a perderse, otra vez. Luce pantalón de mezclilla, zapatillas rojas y un suéter azul. Sobre su pecho se lee: "Mode confidential". Se despide, vuelve el silencio. Al día siguiente irá a la montaña, pero nos deja la sensación de que en un tiempo, no muy lejano, volveremos a escucharlo, o a leerlo.
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