Las palabras se contaminan
En lingüística es común hablar de la contaminación de las palabras.
El Diccionario registra en la tercera acepción de la palabra "contaminar" lo siguiente: "Alterar la forma de un vocablo o texto por la influencia de otro".
Probablemente, alguna vez en su "vida lingüística" un hablante se ha tropezado con alguna duda relacionada con la contaminación de las palabras.
¡Alerta máxima!
No es un error de tecla o un "lapsus cálami". Es falta de lectura y de cultura.
Las palabras se contaminan, porque se parecen en su forma, en sus significados o porque sus sonidos son similares.
La esfinge y la efigie se entrecruzaron y cada palabra tomó el rumbo equivocado. El hablante tiene claro que la esfinge es un "monstruo fabuloso" y que la efigie es la "imagen", pero entre una palabra y otra, el inseguro forma un híbrido. De tal manera que esfinge contamina a efigie y le regala su "s", que el hablante incrusta en la sílaba inicial.
Otro caso de contaminación se da entre "infringir" e "infligir". La primera contamina a la segunda. La "n" de la terminación "fringir" pasa a la terminación "fligir", donde no hace falta.
Tampoco es raro que algunos hablantes agreguen incorrectamente otra "e" a la palabra "aeropuerto" por influjo del término aéreo (que no es prefijo, sino adjetivo). El prefijo es aero-.
En la conjugación verbal
Temblar y templar son verbos parecidos, pero no iguales. El primero es irregular. En algunas personas y tiempos, la "e" se convierte en "ie": tiemblo. El otro, templar, es regular. No cambia. Pero ha sido contaminado por el recuerdo que tienen los hablantes de temblar. Lo correcto es: templo, templas. Sin embargo, algunos hablantes escriben y pronuncian una "i" antes de la e, innecesariamente.
Hay contaminación entre desbastar y devastar. Es obvio que la fijación del primer verbo hace titubear a algunos hablantes, que inician ambos términos de la misma manera: des-.
Ultracorrección
La ultracorrección consiste en "corregir" lo que está bien.
A vacío no le hace falta una d, que mucha gente agrega, quizá por influjo de participios como retraído, distraído.
Sarao es lusitanismo. De esa lengua la tomamos prestada. Tampoco le falta la d.
En Panamá, la playa se llama Venao. Sería ridículo, por criterio de corrección, decir que visitó la playa Venado.
Los que cantan flamenco son el cantaor y la cantaora, el afán de ultracorrección podría contaminar (y de hecho ha sido así) las voces mencionadas con cantador y cantadora, con lo que se perdería la esencia de los términos.
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