Desde Madrid
La ley del piropo
- Pedro Crenes Castro @pcrenes (Escritor)
La falta de lectura se nota hasta en esto, en los piropos. El ingenio, la palabra cortés y dirigida a alabar la belleza se han perdido. Lo runcho, lo rudo y lo zafio se han apoderado del habla del panameño.

Ernesto Endara, vecino de columna y amigo de letras, decía los otros días que recordaba sus años mozos, el Panamá que era de piropos y serenatas. Entonces me vi allí, en la esquina de Calle Once con Neco y su pandillita, viendo pasar a aquella mujer de negro luto. Seguro que celebré el ingenio de Pin y su piropo, pero en mi corazón de tímido jamás me habría atrevido a decirle nada a ninguna mujer, no falta por ganas ni de recursos, sino por pura pena.
En Calle S, donde me crié en Calidonia, algunos piropeaban fuerte, unos lisos, dignos de una buena garnatada. Jugando básquet, 21, todos contra todos, a veces, el juego lo detenía un viejo conocido que piropeaba. A veces vulgaridades, otras, ingeniosas llamadas de atención. Si la mujer piropeada venía acompañada de un hombre, nuestro piropeador soltaba: Ey ¿qué sopá cuñao?, a lo que el tipo no decía nada, a pesar de ser el novio, porque veía a un nutrido grupo de basquetbolistas sudorosos con cara de rofiones, y pasaba de largo junto a su dama. O si la belleza venía sola, cargando a un bebé, se dirigía al pequeño: ¡Niño, llámeme papá!, a lo que la mujer arrugaba la cara, o se reía o le preguntaba directamente si estaba ahuevao. Y reídos, o repelando al piropeador indecente, seguíamos jugando nuestro basquetbol.
La falta de lectura se nota hasta en esto, en los piropos. El ingenio, la palabra cortés y dirigida a alabar la belleza se han perdido. Lo runcho, lo rudo y lo zafio se han apoderado del habla del panameño, tanto de ellos como de ellas. El desinterés por la cultura ha sido sembrado a conciencia entre ellos y ellas a partes iguales y con el mismo ahínco. El entusiasmo por la ignorancia no hace distingos de raza, sexo, condición social o laboral, pero hoy hablamos de ellos.
Ningún hombre tiene derecho a decirle a una mujer lo guapa que está o no por la calle si ella no se lo ha pedido, y menos gritado desde un carro o un andamio. Denigrar, de palabra y de mirada a una mujer, comunica un escaso nivel humano y cultural. Porque si fuesen piropos que buscan resaltar la belleza tendrían cierta razón de ser si esas palabras fuesen positivas, pero lo que se oye constantemente es una cosificación de la mujer que no tiene ningún sentido. Y ojo: a los piropeadores que justifiquen su vulgaridad acosadora con la manera de vestir o caminar deben ser detenidos por apología de la violencia contra la mujer. Es justificarse como los violadores: son las víctimas las que reclamaban ser perjudicadas (a decir de mi abuela) por ir vestidas o caminar de tal o cual manera.
Pagamos justos por pecadores. Comenzando por mi mujer, hay en la tierra tanta belleza femenina que uno termina por alabar las divinas manos del Creador. Miradas, gestos, hechuras esculturales, rostros y cuerpos dignos de una reseña por lo bien que están. Pero también hay talento, creatividad, liderazgo, ternura, firmeza ante las adversidades, bravura y valentía en miles y miles de panameñas que merecen no solo un buen piropo sino hasta un monumento, una novela, un verso. Pero esos piropos no llegan porque los piropedores entusiastas de la ignorancia no son capaces de ver en una mujer más que genitalidad y horizontalidad. Les dan miedo las mujeres verticales, que caminan por la vida con trancos de pantera y les miran a los ojos revelándolos como unos perfectos inútiles.
Respeto y lecturas es lo que hace falta en este tema. Y legislar, si ciertos deslenguados no comprenden que respetar a la mujer es fundamental. Cállense y lean y antes de hablar piensen. Es sano y además les evitará una buena multa.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.