La importancia de una biblioteca
- Pedro Crenes Castro (Escritor)
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La primera biblioteca que vi, fue la de mi padre, un puñado de libros que tenía ordenados en unas tablillas. Mi mamá también tenía libros ...
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La importancia de una biblioteca
La primera biblioteca que vi, fue la de mi padre, un puñado de libros que tenía ordenados en unas tablillas. Mi mamá también tenía libros ...
La primera biblioteca que vi, fue la de mi padre, un puñado de libros que tenía ordenados en unas tablillas. Mi mamá también tenía libros en la casa de mi abuela, donde me crié. Mis primeros libros, fueron los restos de un negocio paterno con mal fin. Pero leí a Rafael Alberti, a Mario Benedetti, a Asimov, sobre ovnis, sobre "La Armada Invencible", a Madariaga y su impagable "Guía del lector del Quijote".
Hoy, vivo en una biblioteca. Los amigos que han pasado por casa lo saben. Aquellos primeros libros ahora están acompañados por la memoria que otros han levantado junto a ellos. Una biblioteca es una memoria.
Repaso con la vista, desde mi cama, algunos de los libros que nos acompañan a Marga y a mí en el amor y el sueño. "Como tiemble un día de estos, me advierte cómplice mi mujer, moriremos enterrados en libros". Y yo feliz. Y ella.
La Biblioteca Nacional, desde lo dicho, es, evidentemente, una memoria, la de todos, la de un país que existe, que fue, que está siendo y que no debe dejar de ser. Pero la agenda para el desastre que tiene definida este gobierno con minúscula, heredada de los anteriores, que sigue pautas específicas para el olvido y la servidumbre, hace que salten todas las alarmas. Como ya he dicho en otro momento, si dejamos de pensarnos, otros lo harán por nosotros y no se apiadarán de nuestro pasado.
No es posible que, como nos ha dicho aquí mismo María Magela Brenes, directora de esa casa de la memoria que es la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero, que al advertir que se necesitan recursos para digitalizar los periódicos de la hemeroteca, algunos todavía pregunten qué es eso o para qué sirve. Estamos rodeados de tanta estupidez y tanto desapego que lo terrible no es la ignorancia sino la jactancia de ella.
La Biblioteca Nacional pertenece a todos los panameños, es su memoria. De allí su importancia. Yo quiero invitar a todos los que leen estas líneas, a todos los que aman la cultura, a los que aman los libros y la vida, que pongan su grano de arena para seguir manteniendo la eficiencia de esa maravilla que es la Biblioteca Nacional. Hemos de hacerla crecer y prosperar para que sus eficientes funcionarios y su profundamente comprometida directiva, sigan sirviéndonos más y mejor.
Hace años pasé horas felices buceando por esa hemeroteca, a la caza de fantasmas y del tiempo ido. Vi un país fantástico y creí que otro Panamá era posible. Y llegué a esa convicción viéndonos hacer nuestra historia en aquellos periódicos que me contaban de mí y de todos ustedes. Pero a los entusiastas de la ignorancia, a esos políticos grises y ladrones, grotescos y desafiantes en su chulería barriobajera, no les conviene que veamos de dónde venimos, que descubramos la piel de que estamos hechos. Quieren que creamos que este país de rascacielos y desigualdad es lo único que hay, que es a lo único que podemos aspirar.
Lo que pasa con la Biblioteca Nacional, sus necesidades económicas, son el síntoma de una sociedad que da pasos hacia ese olvido, que no le importa ni el hoy ni el mañana, que cree en el instante, en la supervivencia en vez de en la vida, que prefiere desfiles aborregantes en lugar de buscar las fuentes de esos cuentos que nos pintan a la gringa, con ratones, patos y un perro. Somos la generación que verá el YMCA convertido en un supermercado, el Juan Demóstenes Arosemena siendo derribado y el Teatro Nacional arrasado por la desidia bajo la mirada reída de la ignorancia.
Y lo peor, parece que nos gusta ese papel, que nos seduce la idea de enterrar la identidad y la memoria en los arrabales de la Historia, queremos olvidar para parecer más modernos, más desarraigados. Creemos que renegar de la cultura es ser más pueblo cuando pueblo somos todos, nos lo dijo Pedro Altamiranda. Y "aunque no todo el mundo es igual", sí lo somos en el hecho de ser panameños, de compartir una literatura y una memoria cultural que a todos corresponde defender y conocer.
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