Cantus Interruptus
'Fervor de Buenos Aires'
- Emiliano Pardo-Tristán (Compositor y guitarrista)
El Borges que escribe estos versos es el recién llegado de Europa, el que deja atrás la vanguardia ultraista...

Jorge Luis Borges publicó 'Fervor de Buenos Aires' a los 24 años, su primer libro, un libro de poesía en verso libre, porque no sabía que las alas que le dan libertad al verso irregular, vuelan en cielos más tempestuosos que en el verso medido. «Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre Whitman».
Borges, que no tenía oído para la música, sí lo tenía para la poesía y para la prosa. Y con ese oído canta a Buenos Aires, una ciudad que los años de juventud en Europa no opacaron. Los poemas transcriben la nostalgia de los colores que la oscuridad apaga: «y la noche gastada / se ha quedado en los ojos de los ciegos»; la melancolía del paisaje porteño: «Esta ciudad que yo creí mi pasado / es mi porvenir, mi presente; / los años que he vivido en Europa son ilusorios, / yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires»; un amor joven, el de Concepción Guerrero, que no resiste los avatares del querer: «En nuestro amor hay una pena / que se parece al alma».
El Borges que escribe estos versos es el recién llegado de Europa, el que deja atrás la vanguardia ultraista y las tertulias en los cafés madrileños con Rafael Cansinos Asséns, su maestro andaluz capaz de saludar las estrellas en catorce idiomas. Algún vestigio de aquella estética ultraista, rica en metáforas y neologismos y pobre en ripios y adjetivos inútiles queda en los 33 poemas de 'Fervor de Buenos Aires'.
Sé que hay versos mejores, pero si tuviera que escoger uno solo, escogería dos, porque la imagen del primero sin el segundo quedaría inconclusa: «Yo soy el único espectador de esta calle; / si dejara de verla se moriría». Los versos brotan de la oscuridad. Noche ocurre veintitrés veces, ocaso y muerte —que pueden ser lo mismo— seis y once veces: «el muerto no es un muerto: es la muerte». Pero escribir sobre la muerte es muy fácil, le diría Wislawa Szymborska al joven Georgie si permitimos una argucia anacrónica, apela a sentimientos obvios de ternura y compasión.
Hay versos que detienen la fluidez de la lectura. En el poema 'Rosas', tropezamos con «Famosamente infame». El adverbio es feo y la aliteración lo hace dos veces feo. Pero aquí ya esta el Borges que nos sorprenderá con su intelecto. En 1976 dirá: «Yo soy el que era cuando publiqué mi primer libro».
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