Evocación al Maestro
A los 18 años lo vi como el ejemplo del intelectual más que del abogado, de aquel Ser Integral que se ha formado como Ser Humano por encima de las limitaciones. Su inteligencia era tan preclara que nos advertía: ?Tengan cuidado, no vayan a convertirse en "odontólogos de muelas de 3 patas".
El poeta Salvador Medina Barahona me informó sobre el fallecimiento de Carlos Iván Zúñiga Guardia y en ese momento me asaltaron como metralla, muchas imágenes.
Hoy, simplemente evoco al Maestro que él fue para mí, así como para muchos jóvenes panameños - y no tan jóvenes
- Corría el mes de mayo de 1990, ya tenía 3 meses de haber llegado a la ciudad de Panamá, proveniente de Santiago de Veraguas, con 18 años de edad, nada seguro de lo que quería, todo dudas, casi ninguna respuesta, provinciano, me sentía bastante insignificante en la ciudad.
En ese contexto conocí a mi profesor de Ciencias Políticas, Don Carlos Iván Zúñiga Guardia, quien de inmediato se sintonizó de manera especial con nosotros, los provincianos, mis compañeros tableños, villanos, chitreanos, ocueños, davideños, bugabeños, porteños, bocatoreños, sonaeños, atalayeros, aguadulceños, antoneros, penonomeños y de tantos pueblos.
Mi profe. no tenía que decirlo, en todo su accionar exudaba amor por la tierra, por Penonomé, Boquete, por Panamá, amor a su Patria y a la naturaleza que ella era (y es).
Nos hablaba con profusa generosidad y amor de su padre, don Federico Zúñiga, el maestro rural, de su infancia de pueblo, de cuando él entró a la Universidad, de sus contemporáneos, como el profesor Jorge Fábrega Ponce, y los otros "muchachos de entonces, viejos de ahora" que venían de las provincias.
Fui descubriendo poco a poco aquellos conceptos que llevaba en la sangre, como "nación", su diferencia con "Estado", recuerdo que las lecturas de ese año fueron, entre otras Montesquieu, Voltaire, Rousseau, y cuando íbamos a rendir examen, este era Oral: - "Hábleme de lo que leyó. Si no se acuerda, invente. Si me gusta lo que inventa, le pongo 100".
Me decía Manuel Ho Gómez, un compañero de clases de aquellos años, oriundo de La Colorada de Santiago, que un viernes que no fui a la Clase por adelantar un viaje a Santiago, el profe, el Maestro preguntó:
¿Dónde está el japonés?
Que así me decía por mis ojos rasgados, y es que yo siempre me senté adelante, le preguntaba a más no poder. Por esa preguntadera me gané dos "F" pero con el Maestro, eso siempre era "A", paciencia eterna con nosotros, insuflándonos el Fuego Sagrado, el amor por el saber, por la Patria, por el más débil. A esos 18 años lo vi más como el ejemplo del intelectual, más que como el abogado, de aquel Ser Integral que se ha formado como Ser Humano por encima de las limitaciones. Su inteligencia era tan preclara que nos advertía:
-Tengan cuidado, no vayan a convertirse en "odontólogos de muelas de 3 patas".
Eso era un exhorto a ser intelectuales, hombres íntegros, sensibles, con hondo conocimiento universal. Y le tomé la palabra.
En esa insignificancia que me oprimía en la psique, le expresé mi pesar y él nos consoló, ya que ese sentimiento fue compartido por muchos compañeros:
- Tengan paciencia, no tienen idea lo rápido que pasa el tiempo.
Paradójico consejo, ahora lo veo tan claro, 18 años después, qué rápido se nos ha pasado el tiempo.
En mi adolescencia, leía mucho a Mario J. de Obaldía y a Guillermo Sánchez Borbón, de igual forma tuve conciencia del Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia, cerca de 1982, a mis 10 años. Me parecía asombrosa su puntualidad y verticalidad. Luego aprendí de sus luchas en Chiriquí, con los trabajadores de las bananeras, su nacionalismo inalterado por décadas, hasta su muerte.
Ni en dictadura, ni en democracia cedió sus principios, un ejemplo hoy por hoy cuando vemos el afán de la satisfacción inmediata, del engaño vulgar, de la demagogia grosera.
Pasaron los semestres, primer año, segundo, tercero... hasta que me gradué de Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y sí creo que con esa formación del Maestro, le he podido hacer honor a las Ciencias Políticas.
Cada vez que vi al Maestro en los últimos 18 años eran saludos, estrechones de manos, una sonrisa de su parte, conversaciones sobre aquellos árboles en su trayecto hacia Boquete por la carretera Panamericana, a cada uno le tenía nombre y sabía cuando talaban alguno. Sobre libros le hablaba y también le elogiaba sus artículos sabatinos publicados en el diario La Prensa. Llegué a pensar que siempre lo tendríamos allí.
Su esposa, escritora, artista, Maestra también, le sobrevive. Cerca de ella lo vi por última vez en la Farmacia de la Clínica San Fernando, conversamos sobre su amado Boquete y las "nuevas costumbres" de allá, por ejemplo, jugar golf, me respondió con su usual bondad, sonrisa en rostro:
- M´hijo, usted sabe que yo no soy para eso ni eso es para mí.
Le respondí, "para mí tampoco". No era necesario. Su sonrisa fue cómplice de este reconocer mutuo de la vorágine y el peligro de
- Perder la identidad propia- Ceder nuestras costumbres a la vida automatizada- Ser seducido por el "faux allure" de la satisfacción automática y el dinero fácil.
Maestro, nos has dejado en el plano físico, pero debo a ti mucho de mi formación humana y profesional.
Quede esta humilde evocación como un Honor Menor a tu Gran Persona.
Tu alumno, Edilberto González Trejos
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