Tumpapire
El otro Ballet Nacional de Panamá
Coppelia es una historia que explora, se me ocurre, el mito de Pinocho de Collodi, un poco casado con Frankestein de Shelley.
- - Publicado: 21/9/2013 - 11:36 pm
He buscado el nombre de la emoción que se ha alojado en la parte izquierda de mi corazón, después de presenciar el regio espectáculo que entregara el Ballet Nacional hace unos días, ante un lleno de encantados espectadores; en un engalanado, para la ocasión, Teatro Nacional. Sencillamente me sentí orgulloso de estos jóvenes ungidos por el compás de Terpsícore.
Envueltos en la magia y la transparencia de la sesquicentenaria pieza Coppelia unas 60 almas, o más, le regalaron a un público, expectante y enmudecido, más que luz y color, brío; más que música y movimientos, ribetes en el viento; más que escenografías y atuendos una estupenda síntesis de intenciones, pues nada ocurre por casualidad. Se juntaron voluntades, asumo, y se ha obtenido un resultado digno de Gloria, que espero no sea efímera.
Los maestros rusos se emplearon a fondo, y se obtuvo, es mí parecer, un colectivo cohesionado, con disciplina y madurez, por supuesto que guardando las proporciones, pues sé que la tropa es bastante joven. Por lo menos eso es lo que dijo el espectáculo. Un trabajo honroso, digno que honró al público y eso es plausible.
Coppelia es una historia que explora, se me ocurre, el mito de Pinocho de Collodi, un poco casado con Frankestein de Shelley, obras literarias con la que coincide en cuanto a época y contenido…
La historia relata el amor de Swanilda y Franz y la distracción de este, que se ha fijado además en una muñeca, creación del doctor Coppelius, creyendo que es una muchacha real. La travesura de Swanilda y sus amigas, que se escabullen en el taller del viejo juguetero, resuelve el brete del enamorado, al comprobar, de hecho, que se trata de una muñeca. El segundo acto es, si se quiere, el corazón de la obra.
La alegría de divertir desde la estética, de una propuesta coreográfica, a todas luces, rusa, (hoces y danzas folclóricas y vestuarios incluidos), y por consiguiente exigidas técnicamente se hizo evidente.
El trabajo de la pareja protagónica es digno de destacar. Un Samudio cumplido con su rol, sin aspavientos innecesarios. Alexa Gutiérrez divina, vivaz, sostuvo con gracia, humor, inocencia y manejo histriónico la esencialidad que exige la comedia sentimental que le ha tocado interpretar y en la que la vimos brillar, una vez más, con pasión, sutiliza y albura.
Lo que hemos visto es otro Ballet Nacional. No pierdan las coordenadas.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.