El Códice Tchacos y las tres versiones de Judas
- Juan Carlos Ansin
“No una, sino todas los cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas” puesto que en esta primera versión Judas se vio forzado a entregar a Cristo para que este demostrara así su divinidad.
Mientras la Navidad significa el nacimiento de Dios como hombre, la Semana Santa es la época donde ese hombre nace como Dios. En ambas circunstancias, la riqueza de datos y detalles, los sentimientos con que se envuelven los hechos, donde los mitos de la fantasía y la gravedad mística se mezclan y sirven de marco de referencia, hacen de los evangelios un texto fundamental, si no para toda, al menos para gran parte de la humanidad, la grey católica.
En una caverna egipcia próxima a El Minya se halló un documento, de autor anónimo. Se trata de una copia datada circa 300 d. C de un original en griego escrito un siglo antes de lo que ahora se considera sea el evangelio de Judas Iscariote. Después de recorrer numerosas tiendas de antigüedades en Egipto, Europa y Estados Unidos las 26 hojas de papiro escritas en copto, fueron depositadas en un banco de la localidad de Hicksville en NY durante 16 años y en el 2000 las compró una anticuaria de Zurich, Frieda Nussberger-Tchacos, por lo que al documento se lo conoce también como el Códice Tchacos.*
La National Geographic apoyada por la Maecenas Foundation for Ancient Art de Basilea y el Waitt Institute for Historical Discovery, luego de realizar los estudios con carbono marcado así como el de la tinta utilizada, le encargaron a un profesional suizo, Rodolphe Kasser** que reconstruyera y tradujera del copto el manuscrito de la presunta copia griega.
Autoridades de prestigiosas universidades alemanas y estadounidenses lo han autenticado y explican que en los primeros años la influencia de los gnósticos sobre los judíos y cristianos de entonces era considerable, muchas de sus creencias se hallan incluso en las enseñanzas de Jesucristo. Los gnósticos de la época creían que ciertas personas poseían el secreto para escapar de la prisión corporal y por medio de tales conocimientos místicos podían retornar al reino espiritual de donde provenían. El cristianismo nunca ha sido monolítico y mucho menos en sus comienzos. La Iglesia siempre ha considerado a los gnósticos como herejes. En cambio en la religión judía y musulmana, los cabalistas y sufíes todavía tienen una considerable influencia teológica. Muchos de estos estudiosos ya andaban en la búsqueda del evangelio de Judas dado que existe documentación desde el año 180 d.C. como consta en el libro de Ireneo obispo de Lyón, Contra las herejías, donde se hace mención de su existencia.
En su obra, Artificios (1944), Borges escribió Tres versiones de Judas. Como era su costumbre, este autor inicia el relato con sus consabidas y prolíficas citas puntuales de fechas, de bibliografías pomposamente enciclopédicas y de nombres y autores inexistentes. Un recurso irónico utilizado asiduamente para burlarse del intelectualismo de sus colegas de época a quienes criticaba con el arte de su refinado humor, pues sólo algunos de ellos y sus amigos íntimos reconocían a los destinatarios. En El Aleph, donde un mediocre escritor descubre el universo en el sótano de su casa ubicada en un típico barrio porteño de clase media, critica a un notable poeta sudamericano empecinado en componerlo.
Aquí no se trata del mencionado traductor suizo Rodolphe Kasser si no de Nils Runeberg, narrador ficticio del relato. Milagrosamente Borges acierta en la fecha del suceso, “segundo siglo de nuestra era” y en el lugar: Alejandría (hoy Egipto). Ya en la primera versión de Judas, Borges cita correctamente a De Quincey cuando se refiere en el epígrafe a: “No una, sino todas los cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas” puesto que en esta primera versión Judas se vio forzado a entregar a Cristo para que este demostrara así su divinidad.
Esa conjetura pareciera hoy un acierto confirmado a la luz de lo recientemente descubierto. En el manuscrito copto Jesús le dice a Judas “Tú superarás a todos (refiriéndose al resto de los apóstoles). Por tu acción se sacrificará el hombre que me viste”. Personalmente creo que este episodio narrado con la contundencia de esas simples y bellas palabras se cierra uno de los misterios evangélicos y se da por tierra a antiguas e impiadosas interpretaciones anticristianas, como la del ambicioso Judas traidor. Me ha sido imposible, desde siempre, creer que uno de sus doce apóstoles, tan divina y sabiamente escogidos para cumplir con su grandiosa misión, resultara ser un simple y vulgar avaro codicioso colmado en su ambición por un puñado de monedas.
De las otras dos versiones restantes -vale la pena citarlas por si acaso se hallaran más evangelios perdidos- la segunda tiene que ver con el conocido concepto de los ascetas, donde se envilece y sacrifica la carne por el bien del espíritu. El ascetismo era una práctica común entre los primeros cristianos y en las distintas sectas de donde estos provenían, como la de los esenios. Para algunos estudiosos de los papiros del Mar Muerto, Jesús estuvo relacionado con ellos. Pues bien, en esta segunda versión, Judas en realidad es un asceta inverso, aún más profundo y cabal, pues con la vileza de su acto humano renuncia a los valores del espíritu, al honor, a la gloria y al reino de los cielos. Judas decide así bajar a los infiernos porque sólo le bastaba la dicha del Señor. La tercera versión es la más borgesiana de las tres. En ella se dice que Dios se hizo profundamente humano hasta llegar a la infamia, la reprobación y al abismo de tal condición. Pudiendo Dios elegir ser Alejandro, Pitágoras o Jesús, Él escogió ser Judas.
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