Ciencia para el desarrollo
Hay que invertir en la educación en todos los niveles (básica, media, universitaria y avanzada) y formar especialistas en áreas de las ciencias aplicables a nuestra realidad y nuestras necesidades como país con flora, fauna, posición geográfica y cultura particular.
Recientemente escuché a través de un medio de comunicación que el creciente aceleramiento con el que vivimos en este siglo XXI, con frecuencia nos impide detenernos a admirar la belleza que nos rodea: el cielo estrellado, el crepúsculo, el vuelo de un ave, una tela araña majestuosamente tejida, la sonrisa de un niño, la ternura de dos jóvenes enamorados, los contrastes de luz y sombra de un cielo gris después de una intensa lluvia, incluso, algunos eventos en nuestra vida, que no dejan de ser hermosos a los ojos de quien tiene un alma sensible.
De igual manera, nos vemos envueltos en lo cotidiano de tantos hechos sorprendentes, que por la constante que suceden, nos llegan a parecer comunes. Un ejemplo lo tenemos en la variedad de materiales de los que están hechos los productos que manipulamos cotidianamente; la capacidad de ver simultáneamente en distintos puntos del planeta un suceso que se produce a miles de kilómetros de distancia; el maravilloso fenómeno de observar e intervenir el interior del cuerpo sin cirugía externa; la diversidad, luminosidad e intensidad de colores; la facilidad de obtener información, procesarla y modificarla en poco tiempo; lo novedoso del desarrollo de nuevas sustancias para el tratamiento de enfermedades o para la preservación de las células de la piel; la facilidad para conocer y determinar concentraciones sumamente bajas de sustancias en cualquier matriz; la creciente capacidad de estudiar la materia, transformarla y obtener nuevos productos y energía Todo esto es ¡Progreso!, que nos ha llegado importado como resultado del "hacer ciencia y tecnología" por parte de aquellos abnegados personajes llamados científicos, quienes han dedicado años de intensa investigación y sacrificios en la búsqueda de respuestas a problemas y necesidades de la humanidad.
Y es que como hemos podido conocer a través de la experiencia de otros países como Japón e India, para citar algunos, no es condición imperante para el desarrollo contar con grandes yacimientos de petróleo u otros recursos naturales. Es necesario volver a descubrir cuánto pueden hacer las ciencias naturales por el progreso de nuestra nación y volcarnos a la investigación científica. Para ello, hay que invertir en educación a todos los niveles (básica, media, universitaria y avanzada) y formar especialistas en áreas de las ciencias aplicables a nuestra realidad y a nuestras necesidades como país con flora, fauna, posición geográfica y cultura particular.
En cuanto a educación, hay que fomentar el estudio de las ciencias a través de estrategias que produzcan una toma de conciencia en varias direcciones. Educando sobre el valor incalculable y la gran responsabilidad que tenemos los científicos desde, nuestras funciones, en el progreso y conservación de la salud y el medio ambiente, no sólo de nuestros pueblos, sino también de la humanidad entera. Que se llegue a sentir pasión por las ciencias naturales al igual que con otras profesiones.
En este punto, me atrevo a sugerir el reforzamiento e implementación de mecanismos como los adoptados en la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, que promocionan a nivel de secundaria, trabajos extra curriculares como olimpiadas, grupos y círculos de interés en temas diferentes de la ciencia.
A nivel superior, apoyemos y potenciemos las iniciativas de cursos, seminarios, programas de Becas de Maestrías y Doctorados de SENACYT; presentemos a entidades financieras internacionales, proyectos de investigación como comunidad científica (investigación interdisciplinaria). Asesorémonos con científicos panameños que ya sobresalen en importantes universidades e institutos extranjeros por sus investigaciones, descubrimientos y nuevas aplicaciones contribuyendo valiosamente al quehacer científico mundial.
Seguramente a través de invitaciones oficiales e incentivos especiales, podrían brindar asesorías y apoyo a universidades e instituciones de investigación científica panameñas. Potenciemos aquellas instituciones que ya hacen ciencias como los son: INDICASAT, el Instituto Especializado de Análisis y los laboratorios de investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Panamá, el Instituto Gorgas, entre otros.
Contamos con el principal recurso, según el Departamento de Estadística de la Contraloría de la República, un potencial humano joven. Algunos de los cuales ya han dejado el nombre de Panamá en alto en las Olimpiadas Centroamericanas de Química del 2007 en Costa Rica. Ellos son: Gabriel Espinosa Martínez (IPA), medalla de oro y Miguel Alejandro Chen Austin (Instituto Fermín Naudeau), medalla de bronce. En el 2007, también en las Olimpiadas Centroamericanas de Química, esta vez en el Salvador, dos campeones más: Emilio Espino y Vera Puente, medallas de Plata y Alexis Lip Bronce.
Cuestionado uno de ellos, el joven Miguel Austin, sobre lo que significó para él la participación en estas olimpiadas, contestó: "Para mí fue una gran experiencia, porque me sentí afortunado al estar allí representando a mi país, sabiendo que no es tan común la participación de Panamá en estas competencias".
También se aprovechó para preguntarle acerca del por qué muchos jóvenes no se inclinan por el estudio de las ciencias y nos dijo: "Considero que se debe a que muchos profesores no utilizan metodologías dinámicas para sus clases de química, física, matemáticas y biología. Además, al salir de la universidad, los jóvenes científicos no cuentan con muchas plazas de trabajo y no se les paga bien".
En la medida en que más personas den a las Ciencias Naturales su valor e importancia como pilares del desarrollo del país, habrá más jóvenes entusiastas interesados en dedicar sus mejores esfuerzos al área científica. De nosotros como científicos dedicados, como Gobierno dispuesto a continuar apoyando cada vez más intensamente la labor científica y como comunidad convencida de su gran valor, depende en dónde estaremos dentro de 25 ó 30 años: dependientes y subdesarrollados o prósperos en los umbrales de la ciencia.
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