Café Durán: Cien años, entre sorbo y sorbo
Publicado 2007/06/09 23:00:00
- Julio Bermúdez Valdés
Ahora construye una finca de 30 hectáreas en Volcán, donde además de una enorme casa, mandó a hacer ochos lagos unidos por cascadas, y edifica residencias para sus trabajadores: con sala, comedor y espacio de juego para los niños. Su propósito central: demostrar que a la gente a hay que tratarla bien, abrirle oportunidades y hacerlos crecer.
Lanzar la idea podría ser lo de menos. Cotidianamente miles de personas están generando iniciativas, formulando propuestas, sumando esfuerzos para materializar sueños que le permitan aportar al desarrollo social y mejorar su calidad de vida. Y sin duda en ese proceso surgen muy buenas ideas, excelentes sugerencias.. el asunto radica sin embargo en que a partir de esa idea, la iniciativa sea transformada en proyecto, éste en una empresa y ésta, a su vez, en un hilo largo y sostenible que además de su forjador involucre a otras personas.
"La idea de hacer Café Durán la puso en marcha mi abuelo, Esteban Duran, -dijo- un español que vino de un puerto de la madre patria, procedente de una familia de pescadores, y se instaló en Gorgona, pero no la que hoy conocemos todos, sino aquella que quedaba en la antigua Zonal de Canal. Allí le compraba víveres a todos los residentes del área, café entre ellos, y con una vieja cafetera tostaba y luego molía, y luego lo vendía a los obreros del canal. Cuando los norteamericanos anunciaron que inundarían el área se trasladó a Ciudad de Panamá, le alquiló dos casas al Doctor JJ Vallarino, que estaban ubicadas en Avenida Central y calle 16 y allí comenzó a Crecer".
En efecto, la idea nació en 1907. Este año Café Duran cumple su centenario, y todavía para mediados de los años 40, cuando Lorenzo Romagosa Durán comienza a trabajar en la empresa, solo sumaban seis los trabajadores, además de él sus tíos: Pablo, entre ellos, y a quien define como el hombre que manejaba el negocio. Esta semana, octogenario y lúcido, Romagosa Durán habló para Semblanzas y rememoró los primeros años, los esfuerzos que costó mantener el negocio, pero con un énfasis particular subrayó el papel de su papá Ramón Romogosa, en una aventura que hoy genera beneficios directos para más de 300 familias.
Recuerda que en el instante en que tuvo la oportunidad cargó con toda su familia para Barcelona con el definido propósito de que conocieran las circunstancias en que se levantó su padre, Ramón, un muchacho que quedó huérfano a los cinco años de edad, que jamás fue a la escuela y que se hizo a pulso en los trabajos que fue logrando, desde la imprenta donde se inició, hasta la tienda de víveres donde también se empleó. "Lo que pasa -nos dijo- es que el trabajo hace a las personas"
Él llegó a Colón a trabajar con un Señor Padrós, que era un hombre muy rico, un jugador que se dedicaba a la venta de licores, cigarrillos para la flota americana. El señor Padrós llamó a un familiar que tenía en Barcelona, y le pidió que le enviara un hombre honrado, serio y entonces aquel familiar preguntó en Barcelona quién quería venir, y mi papá vio en aquello una oportunidad. Llegó a Colón y Padrós lo nombró gerente del negocio en Colón.
Fue esa condición de comerciante la que lo puso en contacto con Esteban Durán, que lo valoró como un hombre de trabajo y estimuló el matrimonio del él con la mamá de quien sería años más tarde el tercer hijo del matrimonio, Lorenzo Romagosa Durán.
Un hombre que a sus 84 años de edad es capaz de emocionarse con uno de sus más queridos recuerdos de infancia: una madrugada en Barcelona como a las dos su papá los sacó de la cama, a él, sus hermanos José y Esteban, y a su mamá. Casi sin entender preguntaron a qué se debía la medida, y él los llevó hasta al pequeño balcón, para asombrarlos con una imagen que jamás olvidarían. Ante ellos, casi al alcance de su mano pasó el Zeppelín alemán que hacía su primer viaje. Emocionados saludaban a los pasajeros de la enorme nave, quienes a su vez le devolvían la emoción con sus movimientos de mano
Yo me siento muy orgulloso de los resultados generados por la empresa. La empresa la fundó mi abuelo Esteban Durán Amat hace cien años, en un pueblo que se llamaba Gorgona, en la Zona del Canal. Él vino de España, de Masmou, un puerto pesquero. Su familia se dedicaba a la pesca. Tenían un barco, y cuando no había pesca hacía viaje a Suramérica, hasta Argentina. Dejó la familia e instaló una tienda en la mitad del Canal. Compraba víveres y la producción a los indígenas del área. Entre los productos comprados estaba el Café. El tenía una cafetera chica y con ella lo tostaba y lo vendía a los obreros del canal, hasta que llegó el día en que el canal fue inundado. Entonces los mandaron a mudar. Podían escoger entre tres lugares: Gorgona, en el interior, Colón o Ciudad de Panamá. Mi abuelo escogió la Ciudad de Panamá, y fue creciendo al término que le alquiló al Dr. JJ Vallarino la casa que tenía en la avenida Central y calle 16. Dos casas. Eran casas de madera. Abajo tenía la tienda, y arriba dormía la familia Durán. En la otra casa tenían la tostadora, depósitos de mercancía y arriba dormían los hijos varones con los empleados, porque en el otro lado eran el papá, la mamá y las hijas. Entre estas ultimas mi mamá., Panamá América
En esas jornadas de trabajo. Ella era una mujer muy buena, que , como en aquellos tiempos, hacían lo que el marido decía, y era una familia muy buena: siete hijos, cinco varones y dos mujeres. Así que cuando el abuelo dijo que se iban a Panamá, mi abuela Úrsula siguió las instrucciones. Ella era una mujer ejemplar.
Mi papá trabajaba en Colón. El llegó a trabajar con un Señor Padrós, un hombre muy rico, un jugador que se dedicaba a la venta de licores y cigarrillos a la flota americana. Cuando llegaba la flota a Panamá la avenida central se volvía blanca, por los uniformes. El señor Padrós llamó a un familiar en Barcelona, de donde era mi Papá, Ramón Romagosa, y le pidió que le enviara n hombre honrado, serio y entonces este preguntó en Barcelona quién quería venir, y mi papá se ofreció. Llegó a Colón y Padrós lo nombró gerente del negocio en Colón.
Mi papá vendía en Colón licores, lo que hacía el viejo Durán en Panamá, y como eran españoles se conocieron y mi padre llegaba todas las semanas a Panamá; traía una caja de doce botellas de licores que él representaba. A su vez el viejo Duran ponía 12 botellas de licores que él representaba, entonces se intercambiaban de tal manera que él vendía los licores de mi papá y mi papá los licores de él. Por las tardes, como el tenía que esperar el tren de la tarde para regresar a Colón, el viejo Durán salía a pasear en coche, él su esposa, una de sus hijas, mi madre luego, y mi papá. Él mismo, como bueno español, estimuló las relaciones al destacar a mi padre como un hombre trabajador, y así fue como vino el matrimonio con mi mamá. Entonces mi madre fue a vivir a Colón. Llegamos a ser tres hermanos. En esas circunstancias mi papá enfermó, y el Doctor Oduber, la eminencia del momento encargado entonces de las medicinas del ejército americano, le dijo "si Usted se queda en Panamá se muere".
Hacia España. Mi papá, mi mamá y mis tres hermanos. Allá crecimos. Yo tendría unos dos o tres años cuando ese viaje. Mi padre cogió un apartamento en la plaza Berenguer. Un día estábamos durmiendo y como a la una o dos de la mañana nos dijo que nos levantáramos: "¿que nos levantáramos, a las dos de la mañana, pero para dónde vamos a ir?". -"Párense que quiero que veaa algo". Llegamos al balcón, una especie de palco chico y en eso vemos acercarse el Gran Zeppelín, el primer gran viaje del Zepelín que era alemán. Pasó tan cerca que casi lo podíamos tocar con la mano. Nos volvimos locos, haciéndole señas a la gente que iba en el aparato y ellos a su vez saludándonos. Lo que uno menos se imaginaba era que iba a ver el Zepelin aquella mañana.
Nos quedamos en Barcelona, y veraneábamos en una casa que mi papá alquilaba en los Pirineos, en un lugar que se llamaba La Yoveta. Precisamente la casa que acabo de construir en Volcán, una finca de treinta hectáreas la he llamado La Yoveta, tiene ocho lagos que se unen el uno con el otro mediante cascadas. La última cascada tiene más de 15 metros de altura. Es un show de verdad. Todos los años íbamos a la Yoveta, las vacaciones eran de tres meses, así que todo el mundo podía alquilar una casa fuera y al mismo tiempo volver después de los tres meses. A mi me gustó la agricultura, y me paraba a las seis de la mañana a ayudar al agricultor, que era el dueño de todas las casas, eran como seis. Le fui tomando cariño a la agricultura. En eso estábamos cuando llegó la revolución. Mi hermano José, el mayor, estaba en le escuela naval en Madrid, y se vio casi obligado a ingresar al ejército. Todos los compañeros de escuela de él estaban en el ejército, y entonces le pedimos que viniera con nosotros a Panamá. El estaba de vacaciones enLa Yoveta con nosotros. Nosotros pudimos salir con permiso de la municipalidad de Barcelona. Era un permiso que no se le daba casi a nadie, pero mi papá era muy amigo de Juan Demóstenes Arosemena, presidente entonces de Panamá. Se conocían desde Colón. Entonces mi Papá llamó a Arosemena, este llamó a la municipalidad y en cinco minutos había una persona en nuestra casa con el permiso de salida de nosotros. Pero cuando iba a salir, José, como era tiempo de guerra, y el tenía edad para la guerra, no lo dejaron salir. Junto a mi mamá y mi papá, salimos Esteban y yo. Pero por los contactos de mi papá le permitieron salir de la naval. Mi papá le dijo que se viniera para Panamá, pero el dijo que no, que él estaba con sus amigos y moriría con ellos. Estaba en el Acorazado España, que lo hunden en la Coruña. La noticia que llegó a Panamá es que todos estaban muertos. Pero a los dos días llegó una llamada indicando que él, junto a parte de la tripulación, habían sobrevivido.
A través de un periodista que trabajaba en La Estrella de Panamá. No recuerdo su nombre pero una vez lo supo, mi papá le insistió a José que se viniera para Panamá y no quiso venir. Entonces pasó a la aviación. Por supuesto el no era aviador, así que como no había suficientes aviones en España, lo mandaron con su grupo a Italia y todos aprendieron aviación. Una vez ya era piloto volvió donde Franco y lo tumbaron en Zaragoza. Estaba enterrado en Zaragoza. Yo hice un viaje a Zaragoza con toda la familia, para que vieran lo pobre que era mi papá y mi mamá y cómo subieron con trabajo, ese fue el bautizo que yo he recibido de mi padre; trabajo, trabajo. Tengo 84 años y vengo todos los días a trabajar, Y tengo la finca modelo que le estoy poniendo al mismo. Modelo porque estoy haciendo una casa para cada empleado, un chalet, dos recámaras, sala comedor, cocina, no pagan luz, no pagan renta. Viven bien, les do 20 metros alrededor de la casa para que puedan jugar sus chiquillos. He sembrado, porque la finca tiene además de café, dentro de las matas, poroto.
Lo que yo quiero es enseñarle a la gente, que hay que cuidar a la gente, educarlos y darles la oportunidad a que crezcan. Yo fui diputado dos veces, y lo que quería era demostrarle a la gente que había que hacer cosas en el interior para que la gente del interior no tuviera que venir a la Ciudad. Yo tengo cuatro personas en mi casa, le están quitando ese empleo a la gente de la Ciudad cuando ellos podrían tenerlos en el interior. Con las paridas que me daba la Asamblea ví la necesidad de un matadero, se hizo; luego la Alcaldía, se hizo. Cuatro partidas en cuatro años, con las que hicimos obras.
Entré en el Panamá School. Yo hablaba español, catalán y un poco de francés. Así que entré allí para estudiar ingles, luego me gradué en Balboa, y luego en Notre Dame, Indiana, en Estados Unidos. Yo era muy amigo de Joe Harrington, una de las personas que mas me insistió en ir a la Universidad. Mi padre nunca fue a la escuela. El trabajo hace a las personas. Primero trabajó en una imprenta y luego en un colmado de víveres. El vendió una casa que tenia para mandarme a Notre Dame. Trabajaba en la fábrica sin sueldo.
Yo diría que en los años 20, porque cuando yo llegué a Panamá ya Café Durán era Café Durán.
Yo me fui a la universidad y en 1945 regresé, y tenía una oferta de trabajo de unos tenedores de Libro que llevaban los libros de las grandes empresas de Panamá. Eran tres o cuatro hermanos y mi tío hizo amistad con ellos jugando al golf. Tenían un empleo para mí de mil dólares mensuales, para ese tiempo una verdadera mina. Pero mi tío comenzó a martillar: "no te vayas, tu eres el heredero de este negocio". Mis otros tíos no tenían la escuela que tenía mi tío Pablo Durán. Tanto martilló que yo me fui a trabajar al Café Durán por un salario mensual de 350 dólares.
Cuando comenzamos éramos seis. Yo repartía café en bicicleta. Yo hice la ruta de café. Mis tíos se quedaban en la oficina y yo salía en bicicleta por la mañana, volvía a la base y me iba luego a la escuela. Cuando volvía de la escuela me queda en la fábrica.
Era mas o menos lo mismo. Teníamos la libra, la media libra y el paquetito. La única diferencia es que ahora se hace todo en máquina, y en aquellos tiempos era a mano. La ruta del interior me tocaba tres días hacerla en carro. De Panamá, hasta Soná, dormíamos en Santiago, luego a Chitré y después Los Santos. Los tiempos fueron duros. Ahora tenemos más de 300 empleados.
Semblanzas: Lorenzo Romagosa Durán se casó hace unos 60 años con Lassen Mayer, de allí la familia que hoy posee. Entre tanto Café Durán, con componente de la actividad cotidiana de la familia panameña, se ha convertido en una marca nacional e internacional reconocida. Cuenta hoy en el país cun 19 Coffee Shop, visitados diariamente por unas 30 ó 35 personas. Mientras que en Barcelona a los tres Coffee existentes se sumará prontamente otro, visitados por unas 250 personas al día. Pero hay un detalle, el café sigue siendo Café Durán, pero los Coffee Shop se llaman; D"Lorenzo.
"La idea de hacer Café Durán la puso en marcha mi abuelo, Esteban Duran, -dijo- un español que vino de un puerto de la madre patria, procedente de una familia de pescadores, y se instaló en Gorgona, pero no la que hoy conocemos todos, sino aquella que quedaba en la antigua Zonal de Canal. Allí le compraba víveres a todos los residentes del área, café entre ellos, y con una vieja cafetera tostaba y luego molía, y luego lo vendía a los obreros del canal. Cuando los norteamericanos anunciaron que inundarían el área se trasladó a Ciudad de Panamá, le alquiló dos casas al Doctor JJ Vallarino, que estaban ubicadas en Avenida Central y calle 16 y allí comenzó a Crecer".
En efecto, la idea nació en 1907. Este año Café Duran cumple su centenario, y todavía para mediados de los años 40, cuando Lorenzo Romagosa Durán comienza a trabajar en la empresa, solo sumaban seis los trabajadores, además de él sus tíos: Pablo, entre ellos, y a quien define como el hombre que manejaba el negocio. Esta semana, octogenario y lúcido, Romagosa Durán habló para Semblanzas y rememoró los primeros años, los esfuerzos que costó mantener el negocio, pero con un énfasis particular subrayó el papel de su papá Ramón Romogosa, en una aventura que hoy genera beneficios directos para más de 300 familias.
Recuerda que en el instante en que tuvo la oportunidad cargó con toda su familia para Barcelona con el definido propósito de que conocieran las circunstancias en que se levantó su padre, Ramón, un muchacho que quedó huérfano a los cinco años de edad, que jamás fue a la escuela y que se hizo a pulso en los trabajos que fue logrando, desde la imprenta donde se inició, hasta la tienda de víveres donde también se empleó. "Lo que pasa -nos dijo- es que el trabajo hace a las personas"
Él llegó a Colón a trabajar con un Señor Padrós, que era un hombre muy rico, un jugador que se dedicaba a la venta de licores, cigarrillos para la flota americana. El señor Padrós llamó a un familiar que tenía en Barcelona, y le pidió que le enviara un hombre honrado, serio y entonces aquel familiar preguntó en Barcelona quién quería venir, y mi papá vio en aquello una oportunidad. Llegó a Colón y Padrós lo nombró gerente del negocio en Colón.
Fue esa condición de comerciante la que lo puso en contacto con Esteban Durán, que lo valoró como un hombre de trabajo y estimuló el matrimonio del él con la mamá de quien sería años más tarde el tercer hijo del matrimonio, Lorenzo Romagosa Durán.
Un hombre que a sus 84 años de edad es capaz de emocionarse con uno de sus más queridos recuerdos de infancia: una madrugada en Barcelona como a las dos su papá los sacó de la cama, a él, sus hermanos José y Esteban, y a su mamá. Casi sin entender preguntaron a qué se debía la medida, y él los llevó hasta al pequeño balcón, para asombrarlos con una imagen que jamás olvidarían. Ante ellos, casi al alcance de su mano pasó el Zeppelín alemán que hacía su primer viaje. Emocionados saludaban a los pasajeros de la enorme nave, quienes a su vez le devolvían la emoción con sus movimientos de mano
Yo me siento muy orgulloso de los resultados generados por la empresa. La empresa la fundó mi abuelo Esteban Durán Amat hace cien años, en un pueblo que se llamaba Gorgona, en la Zona del Canal. Él vino de España, de Masmou, un puerto pesquero. Su familia se dedicaba a la pesca. Tenían un barco, y cuando no había pesca hacía viaje a Suramérica, hasta Argentina. Dejó la familia e instaló una tienda en la mitad del Canal. Compraba víveres y la producción a los indígenas del área. Entre los productos comprados estaba el Café. El tenía una cafetera chica y con ella lo tostaba y lo vendía a los obreros del canal, hasta que llegó el día en que el canal fue inundado. Entonces los mandaron a mudar. Podían escoger entre tres lugares: Gorgona, en el interior, Colón o Ciudad de Panamá. Mi abuelo escogió la Ciudad de Panamá, y fue creciendo al término que le alquiló al Dr. JJ Vallarino la casa que tenía en la avenida Central y calle 16. Dos casas. Eran casas de madera. Abajo tenía la tienda, y arriba dormía la familia Durán. En la otra casa tenían la tostadora, depósitos de mercancía y arriba dormían los hijos varones con los empleados, porque en el otro lado eran el papá, la mamá y las hijas. Entre estas ultimas mi mamá., Panamá América
En esas jornadas de trabajo. Ella era una mujer muy buena, que , como en aquellos tiempos, hacían lo que el marido decía, y era una familia muy buena: siete hijos, cinco varones y dos mujeres. Así que cuando el abuelo dijo que se iban a Panamá, mi abuela Úrsula siguió las instrucciones. Ella era una mujer ejemplar.
Mi papá trabajaba en Colón. El llegó a trabajar con un Señor Padrós, un hombre muy rico, un jugador que se dedicaba a la venta de licores y cigarrillos a la flota americana. Cuando llegaba la flota a Panamá la avenida central se volvía blanca, por los uniformes. El señor Padrós llamó a un familiar en Barcelona, de donde era mi Papá, Ramón Romagosa, y le pidió que le enviara n hombre honrado, serio y entonces este preguntó en Barcelona quién quería venir, y mi papá se ofreció. Llegó a Colón y Padrós lo nombró gerente del negocio en Colón.
Mi papá vendía en Colón licores, lo que hacía el viejo Durán en Panamá, y como eran españoles se conocieron y mi padre llegaba todas las semanas a Panamá; traía una caja de doce botellas de licores que él representaba. A su vez el viejo Duran ponía 12 botellas de licores que él representaba, entonces se intercambiaban de tal manera que él vendía los licores de mi papá y mi papá los licores de él. Por las tardes, como el tenía que esperar el tren de la tarde para regresar a Colón, el viejo Durán salía a pasear en coche, él su esposa, una de sus hijas, mi madre luego, y mi papá. Él mismo, como bueno español, estimuló las relaciones al destacar a mi padre como un hombre trabajador, y así fue como vino el matrimonio con mi mamá. Entonces mi madre fue a vivir a Colón. Llegamos a ser tres hermanos. En esas circunstancias mi papá enfermó, y el Doctor Oduber, la eminencia del momento encargado entonces de las medicinas del ejército americano, le dijo "si Usted se queda en Panamá se muere".
Hacia España. Mi papá, mi mamá y mis tres hermanos. Allá crecimos. Yo tendría unos dos o tres años cuando ese viaje. Mi padre cogió un apartamento en la plaza Berenguer. Un día estábamos durmiendo y como a la una o dos de la mañana nos dijo que nos levantáramos: "¿que nos levantáramos, a las dos de la mañana, pero para dónde vamos a ir?". -"Párense que quiero que veaa algo". Llegamos al balcón, una especie de palco chico y en eso vemos acercarse el Gran Zeppelín, el primer gran viaje del Zepelín que era alemán. Pasó tan cerca que casi lo podíamos tocar con la mano. Nos volvimos locos, haciéndole señas a la gente que iba en el aparato y ellos a su vez saludándonos. Lo que uno menos se imaginaba era que iba a ver el Zepelin aquella mañana.
Nos quedamos en Barcelona, y veraneábamos en una casa que mi papá alquilaba en los Pirineos, en un lugar que se llamaba La Yoveta. Precisamente la casa que acabo de construir en Volcán, una finca de treinta hectáreas la he llamado La Yoveta, tiene ocho lagos que se unen el uno con el otro mediante cascadas. La última cascada tiene más de 15 metros de altura. Es un show de verdad. Todos los años íbamos a la Yoveta, las vacaciones eran de tres meses, así que todo el mundo podía alquilar una casa fuera y al mismo tiempo volver después de los tres meses. A mi me gustó la agricultura, y me paraba a las seis de la mañana a ayudar al agricultor, que era el dueño de todas las casas, eran como seis. Le fui tomando cariño a la agricultura. En eso estábamos cuando llegó la revolución. Mi hermano José, el mayor, estaba en le escuela naval en Madrid, y se vio casi obligado a ingresar al ejército. Todos los compañeros de escuela de él estaban en el ejército, y entonces le pedimos que viniera con nosotros a Panamá. El estaba de vacaciones enLa Yoveta con nosotros. Nosotros pudimos salir con permiso de la municipalidad de Barcelona. Era un permiso que no se le daba casi a nadie, pero mi papá era muy amigo de Juan Demóstenes Arosemena, presidente entonces de Panamá. Se conocían desde Colón. Entonces mi Papá llamó a Arosemena, este llamó a la municipalidad y en cinco minutos había una persona en nuestra casa con el permiso de salida de nosotros. Pero cuando iba a salir, José, como era tiempo de guerra, y el tenía edad para la guerra, no lo dejaron salir. Junto a mi mamá y mi papá, salimos Esteban y yo. Pero por los contactos de mi papá le permitieron salir de la naval. Mi papá le dijo que se viniera para Panamá, pero el dijo que no, que él estaba con sus amigos y moriría con ellos. Estaba en el Acorazado España, que lo hunden en la Coruña. La noticia que llegó a Panamá es que todos estaban muertos. Pero a los dos días llegó una llamada indicando que él, junto a parte de la tripulación, habían sobrevivido.
A través de un periodista que trabajaba en La Estrella de Panamá. No recuerdo su nombre pero una vez lo supo, mi papá le insistió a José que se viniera para Panamá y no quiso venir. Entonces pasó a la aviación. Por supuesto el no era aviador, así que como no había suficientes aviones en España, lo mandaron con su grupo a Italia y todos aprendieron aviación. Una vez ya era piloto volvió donde Franco y lo tumbaron en Zaragoza. Estaba enterrado en Zaragoza. Yo hice un viaje a Zaragoza con toda la familia, para que vieran lo pobre que era mi papá y mi mamá y cómo subieron con trabajo, ese fue el bautizo que yo he recibido de mi padre; trabajo, trabajo. Tengo 84 años y vengo todos los días a trabajar, Y tengo la finca modelo que le estoy poniendo al mismo. Modelo porque estoy haciendo una casa para cada empleado, un chalet, dos recámaras, sala comedor, cocina, no pagan luz, no pagan renta. Viven bien, les do 20 metros alrededor de la casa para que puedan jugar sus chiquillos. He sembrado, porque la finca tiene además de café, dentro de las matas, poroto.
Lo que yo quiero es enseñarle a la gente, que hay que cuidar a la gente, educarlos y darles la oportunidad a que crezcan. Yo fui diputado dos veces, y lo que quería era demostrarle a la gente que había que hacer cosas en el interior para que la gente del interior no tuviera que venir a la Ciudad. Yo tengo cuatro personas en mi casa, le están quitando ese empleo a la gente de la Ciudad cuando ellos podrían tenerlos en el interior. Con las paridas que me daba la Asamblea ví la necesidad de un matadero, se hizo; luego la Alcaldía, se hizo. Cuatro partidas en cuatro años, con las que hicimos obras.
Entré en el Panamá School. Yo hablaba español, catalán y un poco de francés. Así que entré allí para estudiar ingles, luego me gradué en Balboa, y luego en Notre Dame, Indiana, en Estados Unidos. Yo era muy amigo de Joe Harrington, una de las personas que mas me insistió en ir a la Universidad. Mi padre nunca fue a la escuela. El trabajo hace a las personas. Primero trabajó en una imprenta y luego en un colmado de víveres. El vendió una casa que tenia para mandarme a Notre Dame. Trabajaba en la fábrica sin sueldo.
Yo diría que en los años 20, porque cuando yo llegué a Panamá ya Café Durán era Café Durán.
Yo me fui a la universidad y en 1945 regresé, y tenía una oferta de trabajo de unos tenedores de Libro que llevaban los libros de las grandes empresas de Panamá. Eran tres o cuatro hermanos y mi tío hizo amistad con ellos jugando al golf. Tenían un empleo para mí de mil dólares mensuales, para ese tiempo una verdadera mina. Pero mi tío comenzó a martillar: "no te vayas, tu eres el heredero de este negocio". Mis otros tíos no tenían la escuela que tenía mi tío Pablo Durán. Tanto martilló que yo me fui a trabajar al Café Durán por un salario mensual de 350 dólares.
Cuando comenzamos éramos seis. Yo repartía café en bicicleta. Yo hice la ruta de café. Mis tíos se quedaban en la oficina y yo salía en bicicleta por la mañana, volvía a la base y me iba luego a la escuela. Cuando volvía de la escuela me queda en la fábrica.
Era mas o menos lo mismo. Teníamos la libra, la media libra y el paquetito. La única diferencia es que ahora se hace todo en máquina, y en aquellos tiempos era a mano. La ruta del interior me tocaba tres días hacerla en carro. De Panamá, hasta Soná, dormíamos en Santiago, luego a Chitré y después Los Santos. Los tiempos fueron duros. Ahora tenemos más de 300 empleados.
Semblanzas: Lorenzo Romagosa Durán se casó hace unos 60 años con Lassen Mayer, de allí la familia que hoy posee. Entre tanto Café Durán, con componente de la actividad cotidiana de la familia panameña, se ha convertido en una marca nacional e internacional reconocida. Cuenta hoy en el país cun 19 Coffee Shop, visitados diariamente por unas 30 ó 35 personas. Mientras que en Barcelona a los tres Coffee existentes se sumará prontamente otro, visitados por unas 250 personas al día. Pero hay un detalle, el café sigue siendo Café Durán, pero los Coffee Shop se llaman; D"Lorenzo.
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