No hay mal que por bien no venga
- Eduardo Moreno
A Edwin Aguilar nadie le avisó que para entrar a Ucrania, los panameños necesitan visa. Por eso, después de un periplo que arrancó en Panamá, continuó en Madrid, prosiguió en Barcelona, recorrió media Europa en el aire, hasta llegar a deshora a Kiev, capital de los ucranianos, tuvo que devolverse a Panamá, en otro sinfín de horas sobre un avión. Claro, que no hay mal que por bien no venga.
Ese viaje poco menos que interminable, de horarios cambiados, idiomas que no se comprenden, y alimentación extraña, coincidió con la etapa inaugural de la Liga de Campeones de la CONCACAF, y como Aguilar aún pertenece al Tauro FC, porque el club de la ex Unión Soviética que le incorporaría a sus filas sería un socio del equipo panameño, llegó apenas para jugar ante el Chivas USA, en el "Rod Carew", y ganar 2-0 con dos bonitas anotaciones suyas.
Sobre todo la segunda, luego de una excelente jugada en la que el colombiano Luis Escobar le dio una mano arrastrando las marcas en el fondo, para que él se econtrara solo ante el arquero Thornton y la pusiera por encima del mismo. Excelente obra de arte que le regaló Aguilar al fútbol aquel día en el Estadio Nacional Rod Carew.
Recordamos que este mismo año, viajó a Austria, estuvo una semana a prueba, y llegó de otra expedición aérea, con el tiempo justo para hacer el 1-0 con que el Tauro le ganó de visitante al Sporting SM. Entre las peripecias del evento de CONCACAF, figura, la del número 7 del Tauro, entre las más novedosas.
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