Juguemos a ganador
El operador, además de mantener el escenario en condiciones ideales, tanto para los equinos y los profesionales que se agitan dentro del hipódromo, debe tener la visión y la capacidad para poder innovar y dar lugar al entusiasmo de la afición.
- Egbert Lewis
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- - Actualizado: 01/10/2019 - 09:08 pm
Si bien la actividad hípica, desde el punto de vista emocional, se sustenta en la ilusión de un altísimo porcentaje de sus actores, no menos cierto es que termina por ser un negocio en el que -aunque no siempre se logra- el propósito es ganar.
Desde el cría un caballo, pasando por quien cuida, por el veterinario, el entrenador, el propietario, el jinete y en última instancia el que apuesta, lo que mantiene en pie a todos es la ilusión de cruzar la meta triunfantes.
Pero si nos despojamos del aspecto romántico y nos remitimos a la realidad, hay que decir y aceptar que el nervio motor de esta “industria” son las apuestas.
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Siendo esto así, aunque suene materialista, todos los actores de la hípica debieran robustecer su práctica profesional hacia el incentivo y mejora de las apuestas. De eso viven; lo demás es cuento.
De allí que en la crianza se debe tratar, cada vez más, de mejorar el nivel; los mozos de corral deben cuidar bien de sus pupilos; los entrenadores, cerciorarse de que sus caballos se alimenten bien y estén en condiciones de competir dignamente; los veterinarios, ser vigilantes del estado físico de los animales y, los jinetes, dar lo mejor de sí cada vez que estén en la pista.
De esta ecuación no podemos excluir a la administración del hipódromo, a sus colaboradores y, muchos menos, al ente regulador, en este caso la Junta de Control de Juegos. En la coordinación de todos estos actores radica que el apostador, último en la escala, pero determinante a la hora de tirar los números, no se aleje.
El operador, además de mantener el escenario en condiciones ideales, tanto para los equinos y los profesionales que se agitan dentro del hipódromo, debe tener la visión y la capacidad para poder innovar y dar lugar al entusiasmo de la afición y la consecuente mejora de las apuestas que, como ya hemos dicho, es lo que garantiza la subsistencia de la actividad.
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Por su parte, la Junta de Control de Juegos debe desempeñar el papel de fiscalizador, de buen componedor y acompañar a todos los sectores inmersos en la hípica nacional para garantizar la transparencia y el juego limpio para todos.
Solo de esta manera y con estas condiciones, se podrá alcanzar la meta común de que mejoren las apuestas.
Ya hemos dicho que en términos de la calidad del espectáculo estamos bastante bien con lo que estamos viendo y lo que tenemos por ver.
La transmisión en tiempo real de lo que pasa en la sección de toma de muestras, la inversión en la pista de carreras, el nuevo laboratorio, el partidor de nueva generación y la paulatina transición a las imágenes digitales, son indicativos de que se está creando el ambiente para recuperar la confianza de los hípicos-clientes.
Eso sí, falta un poco más de empeño del operador en cuanto a la promoción de las apuestas. Hay que centrarse un poco más en eso y menos en las fiestas, el show y la bulla que en la mayoría de las ocasiones parecen restar un poco y no sumar tanto.
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