‘El Gallito’ Batista quiso, pero no pudo con el ruso Mikhail Aloyan
Ronal Batista fue superado por el ruso Mikhail Aloyan en pleito por el título oro de las 115 libras de la AMB.
- Gabriela Herrera
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- @Gbrl50
- - Publicado: 11/12/2019 - 12:30 am
En frente de Ronal "El Gallito" Batista se posó un Everest que no era otra cosa que la distancia del ruso Mikhail Aloyan, quien ayer derrotó ampliamente al panameño en pleito por el título oro de las 115 libras de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
En la arena Kemerovo dos de los jueces de la contienda vieron ganador al ruso por 119-108 y otro le dio 117-110.
A Batista no se le puede reprochar las ganas y el paso adelante que siempre dio durante toda la refriega.
El problema es que "El Gallito" evidenció no tener los recursos para resolver el problema que tenía enfrente, nunca supo cortarle el ring al ruso para que este no pudiera desplazarse con comodidad. Era un querer y no poder o, lo que es peor, no saber cómo.
El ruso sabía de su mayor alcance sobre el panameño y supo usar lo que parecía ser su única arma ante Batista.
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Aloyan no se cansó de usar al "necio", como se le conoce al jap en las coloquiales charlas de boxeo. Así estuvo los doce rounds, con el "necio" conectando el cuerpo del panameño.
Batista, no obstante, adoleció de ese viejo dogma que alguna vez, en un tiempo pasado, lejano y añorado, hizo grande el boxeo panameño: el "pai-pai, no estoy".
Desde la esquina la indicación era tira abajo, que soltara golpes más rápido de derecha a la cara del rival, aquella frase que "sí se puede".
Batista careció de un juego de cintura que le permitiera plantarse ante Aloyan y con habilidad y agilidad para poder pegar sin que le pegaran.
Se le vio a Batista con las intenciones, pero el panameño no parecía encontrar el espacio para desempolvar el manual de estilo del boxeo panameño, artífice de 30 campeones mundiales.
El lenguaje corporal del panameño durante el combate y después del mismo dejaba saber que no se sentía cómodo y que para ganar esta contienda tuvo que haber noqueado, por lo que esperar la decisión de los jueces era un protocolo que se hizo largo.
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