Escepticismo en aniversario de la tragedia del “Kurks”
Publicado 2002/08/12 23:00:00
- Granada
Rusia recordó ayer con emoción a los 118 marinos muertos en el naufragio hace dos años del submarino nuclear "Kursk", pero también se dolió del carpetazo oficial a una tragedia todavía envuelta en el misterio.
Funerales, banderas a media asta, inauguración de monumentos y duelo oficial de la Armada conmemoraron el segundo aniversario del hundimiento del "Kursk" el 12 de agosto de 2000 en el curso de unas maniobras navales en el mar de Barents.
La explosión de un torpedo a las 07.28.26 GMT de aquel día desató una cadena de acontecimientos a bordo que desembocó dos minutos y medio más tarde, a las 07.30.42, en el estallido simultáneo de todo el armamento a bordo, excepto 22 misiles.
El "Kursk" quedó sumergido con la proa destrozada a 108 metros de profundidad, y los 23 supervivientes a la deflagración murieron espantosa lentitud durante al menos dos días, según la investigación oficial y las desgarradoras notas escritas por los tripulantes.
Catedrales cristianas ortodoxas, mezquitas musulmanas y sinagogas judías celebraron servicios religiosos en todo el país por el alma de los fallecidos en el mayor desastre naval de la historia rusa.
Los oficios religiosos respectivos fueron presididos en Moscú por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Alexis II; el gran rabino de Rusia, Adolf Shayévich, y el mufti musulmán, Talgat Tadzhuddín.
A pocos kilómetros de esta sede de la Flota del Norte, en la base de Vidiáyevo, una compañía de honores inauguró una estela funeraria en forma de torreta de submarino destrozada con los nombres de los tripulantes del "Kursk" y depositó coronas de flores.
Ceremonias similares tuvieron lugar en Vladivostok, Arjánguelsk, Majachkalá, Kaliningrado y otras muchas ciudades, mientras ondeaban a media asta las banderas de todos los buques de las cuatro Flotas de la Armada, desde el océano Pacífico al mar Negro.
En Moscú, el almirante Víctor Krávchenko, jefe del Estado Mayor de la Armada, al inaugurar otro monumento que representa a un marino y a un submarino sumergiéndose elogió "el valor y el heroísmo" de los caídos en el siniestro marítimo.
Pero junto a las expresiones de dolor, el escepticismo dominó los titulares de la prensa como eco del sentir popular tras el fin de la investigación oficial del naufragio.
El pasado 26 de julio, el fiscal general, Vladimir Ustinov, dio por cerrado el caso, exoneró de responsabilidad a los altos jefes militares, funcionarios y constructores del "Kursk" y proclamó que la catástrofe se produjo por un "accidente fortuito".
Hasta el diario gubernamental "Rossískaya Gazeta" se resignó desencantado al informe final oficial y escribió: "La investigación ha terminado, olvídense".
"Como de costumbre, no podemos conocer las causas exactas" que llevaron a pique el submarino y "sólo nos han dejado el derecho de poner flores en las tumbas de los muertos", añadió.
Funerales, banderas a media asta, inauguración de monumentos y duelo oficial de la Armada conmemoraron el segundo aniversario del hundimiento del "Kursk" el 12 de agosto de 2000 en el curso de unas maniobras navales en el mar de Barents.
La explosión de un torpedo a las 07.28.26 GMT de aquel día desató una cadena de acontecimientos a bordo que desembocó dos minutos y medio más tarde, a las 07.30.42, en el estallido simultáneo de todo el armamento a bordo, excepto 22 misiles.
El "Kursk" quedó sumergido con la proa destrozada a 108 metros de profundidad, y los 23 supervivientes a la deflagración murieron espantosa lentitud durante al menos dos días, según la investigación oficial y las desgarradoras notas escritas por los tripulantes.
Catedrales cristianas ortodoxas, mezquitas musulmanas y sinagogas judías celebraron servicios religiosos en todo el país por el alma de los fallecidos en el mayor desastre naval de la historia rusa.
Los oficios religiosos respectivos fueron presididos en Moscú por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Alexis II; el gran rabino de Rusia, Adolf Shayévich, y el mufti musulmán, Talgat Tadzhuddín.
A pocos kilómetros de esta sede de la Flota del Norte, en la base de Vidiáyevo, una compañía de honores inauguró una estela funeraria en forma de torreta de submarino destrozada con los nombres de los tripulantes del "Kursk" y depositó coronas de flores.
Ceremonias similares tuvieron lugar en Vladivostok, Arjánguelsk, Majachkalá, Kaliningrado y otras muchas ciudades, mientras ondeaban a media asta las banderas de todos los buques de las cuatro Flotas de la Armada, desde el océano Pacífico al mar Negro.
En Moscú, el almirante Víctor Krávchenko, jefe del Estado Mayor de la Armada, al inaugurar otro monumento que representa a un marino y a un submarino sumergiéndose elogió "el valor y el heroísmo" de los caídos en el siniestro marítimo.
Pero junto a las expresiones de dolor, el escepticismo dominó los titulares de la prensa como eco del sentir popular tras el fin de la investigación oficial del naufragio.
El pasado 26 de julio, el fiscal general, Vladimir Ustinov, dio por cerrado el caso, exoneró de responsabilidad a los altos jefes militares, funcionarios y constructores del "Kursk" y proclamó que la catástrofe se produjo por un "accidente fortuito".
Hasta el diario gubernamental "Rossískaya Gazeta" se resignó desencantado al informe final oficial y escribió: "La investigación ha terminado, olvídense".
"Como de costumbre, no podemos conocer las causas exactas" que llevaron a pique el submarino y "sólo nos han dejado el derecho de poner flores en las tumbas de los muertos", añadió.
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