Enfermedades comunes del hígado
Publicado 2000/08/06 23:00:00
Es de conocimiento común que el alcoholismo produce severos daños en el hígado. Las infecciones por viruses que tienen al hígado como blanco de su acción también son muy comunes. Entre ellas están la hepatitis pro el virus de la hepatitis A, el virus de la Hepatisis B, y el virus de la Hepatitis C.
La infección por el virus de la Hepatitis B es la más importante a nivel mundial. Afecta alrededor de 400 millones de personas en el mundo; esto ocurre principalmente en el hemisferio oriental. Sin embargo, en nuestro medio sí tenemos Hepatitis B, como lo demuestra una incidencia de 0.6% entre los donadores a bancos de sangre en Panamá. La incidencia entre mujeres embarazadas en diferentes hospitales de Panamá también demostró una prevalencia significativa.
El método de transmisión de la Hepatitis B es a través de relaciones sexuales sin métodos de protección, inoculación a través de la piel con un objeto que está contaminado con sangre de una persona infectada (agujas preutilizadas), o al momento del nacimiento, si la madre está infectada durante el último período del embarazo (antes de dar a luz). Esta última circunstancia es muy peligrosa, ya que más del 90% de los neonatos pasarán a ser portadores crónicos, es decir no eliminarán la infección espontáneamente, y presentarán las complicaciones de cirrosis y cáncer del hígado en un alto número.
Una característica importante con respecto a esta infección es que la mayoría de las personas adultas que la adquieren no presentarán síntomas de hepatitis aguda (ojos amarillos, orina oscura, malestar abdominal, fiebre); las personas que están crónicamente infectadas no mostrarán síntomas hasta que la evolución de la infección les haya ocasionado deterioro marcado de la función del hígado. Esto explica la fácil e insospechada adquisición de esta infección por la ruta sexual, por parte de aquellas personas que no usan métodos de barrerera al tener relaciones sexuales, y que tampoco están vacunados contra el virus de la hepatitis B. La organización mundial de la salud ha recomendado que aquellos países que tengan infraestructura de vacunación y que tengan una prevalencia significativa de hepatitis B agreguen la vacuna a sus esquemas nacionales.
La infección por el virus de la hepatitis A es la que más comúnmente se ve en epidemias. Esto se debe a que su transmisión es por la vía que se denomina fecal-oral. Por esta vía, el paciente ingiere alimentos contaminados con el virus de la hepatitis (comúnmente ostras o almejas, u otras comidas no cocidas), desarrollando hepatitis después de un período de incubación de 15 a 45 días.
La hepatitis A es una infección transitoria, la cual nunca se vuelve crónica. Sin embargo, se considera un problema importante de salud por dos aspectos. Por una parte, provoca la pérdida de días laborables por el paciente (náusea, pérdida de apetito, ictericia), con la consecuente pérdida económica de la sociedad. En segundo lugar, se ha visto que en la población geriátrica el curso de esta infección es más severo que en la población adulta más joven. Los niños generalmente no presentan síntomas de la enfermedad, por lo que actúan como transmisores de la infección a los adultos y otros niños. En la actualidad ya se cuenta con dos vacunas seguras y altamente efectivas para prevenir la hepatitis A, cuya primera dosis se administra a los dos años de vida.
La hepatitis C es una infección de la cual conocemos mucho más en los últimos años. Es una infección que se adquiría hace años a través de transfusiones de sangre. Hoy su adquisición está más asociada al uso de drogas ilegales (agujas contaminadas en pacientes con dependencia a drogas intravenosas, o drogas inhaladas). Desde 1994 los bancos de sangre en Panamá utilizan pruebas para detectar la hepatitis C en la sangre utilizada en donaciones. Se sabe que un 80% de las personas que adquieren el virus de la hepatitis C desarrollarán una infección crónica (no eliminarán el virus de sus organismos), y que entre un 20 a un 35% de ellos desarrollarán cirrosis hepática en un período mayor de veinte años con la excepción de aquellos pacientes con una ingesta de alcohol alta; estos últimos desarrollan complicaciones en un período mucho menor. En la actualidad no existe una vacuna para prevenir la hepatitis C, siendo la mejor prevención el evitar las situaciones de riesgo mencionadas arriba. Hoy contamos con un tratamiento para la hepatitis C, el cual se ofrece a pacientes escogidos ya que tiene importantes efectos secundarios.
En la actualidad se está considerando recomendarle a aquellas personas que recibieron transfusiones de sangre antes de que la vigilancia por hepatitis C se iniciara en sus bancos de sangre, que se hagan prueba por el virus de la hepatitis C en sangre, ya que característicamente estos pacientes no presentan ningún tipo de síntoma hasta que la enfermedad ha progresado a cirrosis hepática.
Existe una diversidad de otras enfermedades que pueden afectar al hígado, las cuales no están relacionadas a afecciones por virus. Ejemplo son las enfermedades genético-metabólicas por acúmulo de hierro o cobre, las hepatitis causadas por elsistema inmunológico del paciente (hepatitis autoinmune), la hepatitis por medicamentos o toxinas, las hepatitis relacionadas al hígado graso no alcohólico, y aquellas enfermedades que afectan primariamente las vías biliares como la cirrosis biliar primaria y la colangitis esclerosante primaria, en la cual, al no poderse excretar la bilis, se produce un daño al tejido hepático.
Es importante señalar que síntomas como la intolerancia a comidas grasosas o muy condimentadas, a cítricos (jugo de naranja, toronja, etc.), la acidez, y el mal sabor en la boca no están relacionados al hígado o la vesícula biliar. En la mayoría de los casos estos pacientes están presentando problemas de dispepsia (estomacales: enfermedades ulceropéptica o enfermedad por reflujo gastroesofágico).
En realidad, la gran mayoría de los pacientes con enfermedades del hígado no presentarán ningún síntoma por muchos años, y generalmente son diagnosticados cuando presentan laboratorios de rutina alterados, o van al banco de sangre y se les encuentra que son portadores de hepatitis B o C, o cuando ya presentan una enfermedad avanzada y presentan cambios de las diferentes funciones del hígado. Otro concepto importante es que aquellos pacientes que tuvieron hepatitis aguda y la eliminaron no presentan generalmente ningún tipo de déficit residual en la función de su hígado, por lo que no requieren de un seguimiento médico posterior. Esto obviamente no se aplica a los pacientes con la llamada hepatitis crónica (elevación de las pruebas que determinan la función hepática, por más de seis meses).
La infección por el virus de la Hepatitis B es la más importante a nivel mundial. Afecta alrededor de 400 millones de personas en el mundo; esto ocurre principalmente en el hemisferio oriental. Sin embargo, en nuestro medio sí tenemos Hepatitis B, como lo demuestra una incidencia de 0.6% entre los donadores a bancos de sangre en Panamá. La incidencia entre mujeres embarazadas en diferentes hospitales de Panamá también demostró una prevalencia significativa.
El método de transmisión de la Hepatitis B es a través de relaciones sexuales sin métodos de protección, inoculación a través de la piel con un objeto que está contaminado con sangre de una persona infectada (agujas preutilizadas), o al momento del nacimiento, si la madre está infectada durante el último período del embarazo (antes de dar a luz). Esta última circunstancia es muy peligrosa, ya que más del 90% de los neonatos pasarán a ser portadores crónicos, es decir no eliminarán la infección espontáneamente, y presentarán las complicaciones de cirrosis y cáncer del hígado en un alto número.
Una característica importante con respecto a esta infección es que la mayoría de las personas adultas que la adquieren no presentarán síntomas de hepatitis aguda (ojos amarillos, orina oscura, malestar abdominal, fiebre); las personas que están crónicamente infectadas no mostrarán síntomas hasta que la evolución de la infección les haya ocasionado deterioro marcado de la función del hígado. Esto explica la fácil e insospechada adquisición de esta infección por la ruta sexual, por parte de aquellas personas que no usan métodos de barrerera al tener relaciones sexuales, y que tampoco están vacunados contra el virus de la hepatitis B. La organización mundial de la salud ha recomendado que aquellos países que tengan infraestructura de vacunación y que tengan una prevalencia significativa de hepatitis B agreguen la vacuna a sus esquemas nacionales.
La infección por el virus de la hepatitis A es la que más comúnmente se ve en epidemias. Esto se debe a que su transmisión es por la vía que se denomina fecal-oral. Por esta vía, el paciente ingiere alimentos contaminados con el virus de la hepatitis (comúnmente ostras o almejas, u otras comidas no cocidas), desarrollando hepatitis después de un período de incubación de 15 a 45 días.
La hepatitis A es una infección transitoria, la cual nunca se vuelve crónica. Sin embargo, se considera un problema importante de salud por dos aspectos. Por una parte, provoca la pérdida de días laborables por el paciente (náusea, pérdida de apetito, ictericia), con la consecuente pérdida económica de la sociedad. En segundo lugar, se ha visto que en la población geriátrica el curso de esta infección es más severo que en la población adulta más joven. Los niños generalmente no presentan síntomas de la enfermedad, por lo que actúan como transmisores de la infección a los adultos y otros niños. En la actualidad ya se cuenta con dos vacunas seguras y altamente efectivas para prevenir la hepatitis A, cuya primera dosis se administra a los dos años de vida.
La hepatitis C es una infección de la cual conocemos mucho más en los últimos años. Es una infección que se adquiría hace años a través de transfusiones de sangre. Hoy su adquisición está más asociada al uso de drogas ilegales (agujas contaminadas en pacientes con dependencia a drogas intravenosas, o drogas inhaladas). Desde 1994 los bancos de sangre en Panamá utilizan pruebas para detectar la hepatitis C en la sangre utilizada en donaciones. Se sabe que un 80% de las personas que adquieren el virus de la hepatitis C desarrollarán una infección crónica (no eliminarán el virus de sus organismos), y que entre un 20 a un 35% de ellos desarrollarán cirrosis hepática en un período mayor de veinte años con la excepción de aquellos pacientes con una ingesta de alcohol alta; estos últimos desarrollan complicaciones en un período mucho menor. En la actualidad no existe una vacuna para prevenir la hepatitis C, siendo la mejor prevención el evitar las situaciones de riesgo mencionadas arriba. Hoy contamos con un tratamiento para la hepatitis C, el cual se ofrece a pacientes escogidos ya que tiene importantes efectos secundarios.
En la actualidad se está considerando recomendarle a aquellas personas que recibieron transfusiones de sangre antes de que la vigilancia por hepatitis C se iniciara en sus bancos de sangre, que se hagan prueba por el virus de la hepatitis C en sangre, ya que característicamente estos pacientes no presentan ningún tipo de síntoma hasta que la enfermedad ha progresado a cirrosis hepática.
Existe una diversidad de otras enfermedades que pueden afectar al hígado, las cuales no están relacionadas a afecciones por virus. Ejemplo son las enfermedades genético-metabólicas por acúmulo de hierro o cobre, las hepatitis causadas por elsistema inmunológico del paciente (hepatitis autoinmune), la hepatitis por medicamentos o toxinas, las hepatitis relacionadas al hígado graso no alcohólico, y aquellas enfermedades que afectan primariamente las vías biliares como la cirrosis biliar primaria y la colangitis esclerosante primaria, en la cual, al no poderse excretar la bilis, se produce un daño al tejido hepático.
Es importante señalar que síntomas como la intolerancia a comidas grasosas o muy condimentadas, a cítricos (jugo de naranja, toronja, etc.), la acidez, y el mal sabor en la boca no están relacionados al hígado o la vesícula biliar. En la mayoría de los casos estos pacientes están presentando problemas de dispepsia (estomacales: enfermedades ulceropéptica o enfermedad por reflujo gastroesofágico).
En realidad, la gran mayoría de los pacientes con enfermedades del hígado no presentarán ningún síntoma por muchos años, y generalmente son diagnosticados cuando presentan laboratorios de rutina alterados, o van al banco de sangre y se les encuentra que son portadores de hepatitis B o C, o cuando ya presentan una enfermedad avanzada y presentan cambios de las diferentes funciones del hígado. Otro concepto importante es que aquellos pacientes que tuvieron hepatitis aguda y la eliminaron no presentan generalmente ningún tipo de déficit residual en la función de su hígado, por lo que no requieren de un seguimiento médico posterior. Esto obviamente no se aplica a los pacientes con la llamada hepatitis crónica (elevación de las pruebas que determinan la función hepática, por más de seis meses).
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.