Fuetazo
Inventario de jinetes morisquetos en medio de comisarios miopes
- Egbert Lewis (egbert.lewis@epasa.com)
Hubo un tiempo en el que la competencia entre los jinetes trascendía la pista, tanto es así que la mayoría se esmeraba por lucir su mejor estilo

Hubo un tiempo en el que la competencia entre los jinetes trascendía la pista, tanto es así que la mayoría se esmeraba por lucir su mejor estilo sobre los...
Hubo un tiempo en el que la competencia entre los jinetes trascendía la pista, tanto es así que la mayoría se esmeraba por lucir su mejor estilo sobre los caballos en los tramos decisivos, a fin de que en las fotografías que se reproducían posteriormente, se les viera con “la mejor tabla.
La tabla no es más que el acoplamiento, casi perfecto entre caballo y jinete, que permite a este último verse como si estuviera acostado sobre el animal. Pero no solo era una cuestión estética, más que eso se trataba de respetar las reglas del juego que obligan a los jinetes a exigir el máximo de sus cabalgaduras hasta alcanzar el disco de las sentencias.
Ahora sucede todo lo contrario. Quienes más incurren en ese deslucir del espectáculo son mayoritariamente los jinetes estelares, y Luis Arango es uno de los más recurrentes. Si quieren una muestra, solo recuerden el final del clásico Presidente de este año y verán lo mal que lucieron Félix Salgado, quien montó al ganador Smart Dna, y al propio Arango, quien perdió a medio cuerpo con la campeona Dicky's Angel.
Pero la situación se vuelve preocupante cuando, producto de estas acciones poco profesionales —por decir lo menos— se da al traste con el resultado de una competencia.
En las últimas semanas ha habido ejemplos palpables. El primero se produjo el sábado 18 de octubre cuando Camilo Pitty regaló una carrera con Aristarco por esa manía que tiene de levantarse y dejar de exigir a sus caballos cuando se cree vencedor, aunque no haya alcanzado la meta.
Dos semanas más tarde, Ruperto Martínez nos regaló una perla similar cuando dejó de exigir y se levantó antes de llegar con la yegua Cozette, y le dejó en bandeja dorada la carrera a Deux Elegant con José Batista.
Martínez maquilló la caricatura de monta que hizo con un cándido reporte en el que sostuvo que su ejemplar finalizó agotado.
Quien observa la carrera con detenimiento diría que el que se agotó fue él, para no decir que no tenía la intención de llegar más allá del segundo lugar.
Lo más censurable del tema es que ambos incidentes se dieron frente a las narices del Cuerpo de Comisarios, quienes parecen haber decidido hacerse de la vista gorda mientras esperan que les llegue la hora, y eso no es ético ni honesto ni justo.
Hasta donde tenemos noticias, el Reglamento de Carreras —que un charlatán de esos que andan por ahí se pasó cuatros años pregonando que estaba modificando— sigue siendo el mismo y en su artículo 495 es claro y contundente:
El jinete que por acción u omisión no exija el cabal esfuerzo a sus caballos para obtener una mejor colocación al término de la carrera será acreedor de seis (6) a doce (12) reuniones de suspensión.
Las autoridades que representan a la Junta de Control de Juegos (al Estado) dentro del hipódromo tienen la responsabilidad de velar porque las competencias se den en igualdad de condiciones para todos y de sancionar a quienes incumplen la reglas y defraudan al público.
Recuerden que ahí hay dinero de todos, porque el Estado subsidia a la empresa hípica, por lo que lo menos que deben hacer es defender los intereses universales y no permitir que el dinero de la gente se vaya por lo que parece un hoyo sin fondo.
Si los jinetes no quieren salir bien en la foto, ese es problema de ellos, pero que se dejen de morisquetas porque esas payasadas le cuestan plata a la gente y van en desmedro de la credibilidad del juego.
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