Fuetazo
‘Doping’ en tierra de nadie
Se trata de un caso sobre el cual es necesario poner atención porque, evidentemente, hay un abuso en contra del caballo y, además, resulta obvio que se le está manipulando con fines aviesos; a las pruebas me remito.
- Egbert Lewis
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- - Actualizado: 24/1/2017 - 05:27 pm
Si hay un punto flaco del que padece la hípica panameña, ese es el relacionado con los controles antidopaje y el Laboratorio de Análisis de Drogas (LAD). Y, tristemente, eso lo sabe todo el mundo.
Lo sabe la administración, que prefiere mirar hacia otro lado y lavarse las manos diciendo que el LAD es responsabilidad de la Junta de Control de Juegos.
Lo saben los entrenadores, a quienes uno se encuentra en cada rincón del hipódromo señalando con el dedo a otros y remando que “caiga quien caiga” para confirmar que sus chismes son veraces. También lo saben los dueños de caballos, quienes, en teoría, son los menos responsables en esta historia, aunque existen sus excepciones.
Lo saben los hípicos (apostadores), que cada vez sienten más asco ante el tétrico y desconcertante espectáculo que se aprecia en algunas carreras, en las que no se mueven los llamados a hacerlo y los desahuciados repentinamente reaccionan y dejan a todos boquiabiertos.
Hace pocos días, cayó la gota que llenó y derramó el vaso. Esto, gracias a que se anunciaron dos nuevos casos de caballos positivos a sustancias prohibidas: Benzema y Demon Eggy.
Ambos casos son inexcusables, pero el más enervante es el de Demon Eggy, que -bajo los cuidados de al menos tres entrenadores- ha resultado positivo a sustancias prohibidas.
La ocasión más reciente fue el 30 de diciembre pasado, cuando, contra todos los pronósticos, ganó la séptima carrera de esa noche con gabela de 31-1 y pagó $65.40 a ganador. Antes había ganado bajo los efectos de otras sustancias. En una de ellas pagó más $100 y corrió contrario a su estilo (por velocidad) y sometió a un lote de animales ante los cuales, generalmente, lucía inferior.
Se trata de un caso sobre el cual es necesario poner atención porque, evidentemente, hay un abuso en contra del caballo y, además, resulta obvio que se le está manipulando con fines aviesos; a las pruebas me remito.
Cierto es que el reglamento de carreras establece en estos casos como principal responsable al entrenador que aparece reportado para el caballo. También es verdad que hay muchos “entrenadores pantalla”, que solo hipotecan sus nombres, sin siquiera saber en dónde duerme el caballo.
Pero, independientemente de esos entrenadores que no se respetan, también el reglamento es claro en señalar que en caso de maltrato o abuso, si se comprobara que hubiera terceras personas involucradas, es dable tomar acciones disciplinarias contra ellos. ¡Qué esperan para investigar!
Sabemos que eso es pedir mucho porque no hay un interés real de la Junta de Control de Juegos y, mucho menos, de la empresa Hípica de Panamá S.A. para que esto tome el camino recto.
No han sido capaces de controlar el desorden migratorio dentro de la ciudadela donde están los establos. Gente entra y sale a su libre albedrío.
En el transcurso del día, a algunos no se les ve; llegan al caer la tarde, pasan allí la noche, y temprano, apenas canta el gallo, salen de los establos, como si de un residencial se tratara. Así de mal anda eso, así de ciegos se hacen algunos, mientras que otros guardan silencio porque se benefician de la mano de obra barata y del dinero fácil que corre a raudales.
Demon Eggy es solo un aviso de lo que está por venir. Ese caballo es víctima de todos, víctima de una hipocresía colectiva, de un dejar hacer, de un facilismo que da vergüenza.
La invasión a Panamá, hace 27 años, no pudo con la hípica; la crisis económica de finales de los 80, tampoco. Ni siquiera el asesinato del presidente Remón en las instalaciones del viejo hipódromo pudo; todo lo contrario, esa fue la semilla que germinó para dar vida al hipódromo de hoy, que la inacción y los intereses de unos pocos parecen estar empeñados en acabar. Porque así piensan: “Prmero soy yo, y que se jodan los demás”.
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