La Iglesia es “Santa y Apostólica” para una misión especial
Por ello, “Dios Uno y Trino”, envió su Espíritu Santo sobre toda carne humana, cumpliendo con lo que ya había estado profetizado por el profeta Joel, cuando señalaba: “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne...
Los cristianos, creemos que la Iglesia es indefectiblemente santa. Esta es la confesión de fe desde los orígenes: «Et [credo in] unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam» Lumen gentium, 39). Es un misterio compartido por parte de “Dios Uno y Trino” con esa realidad que llamamos Iglesia.
La Iglesia, conformada por todos los bautizados, por naturaleza es “apostólica”, pues tiene un mandato divino de Jesús, que nos señala “Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mat 28:19 – 20).
Lo que convierte a cada cristiano en un “Testigo Trinitario fiel del poder de Dios”. Por ello, “Dios Uno y Trino”, envió su Espíritu Santo sobre toda carne humana, cumpliendo con lo que ya había estado profetizado por el profeta Joel, cuando señalaba: “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones.
Y aun también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de mi Señor.
Y será que cualquiera que invocare el nombre de mi Señor, será salvo: porque en el monte de Sión y en Jerusalem habrá salvación, como mi Señor ha dicho, y en los que quedaren, a los cuales Jehová habrá llamado” (Joel 2, 28-32).
Esa promesa de Joel se cumplió hace dos mil años cuando el Espíritu de “Dios Uno y Trino”, se derramó sobre los discípulos de Jesús, en el aposento alto para las festividades de pentecostés (Hechos 2, 2-4). “Como llamas de fuego sobre sus cabezas” señal de la presencia del Espíritu en la vida de los hombres, que hizo el gran milagro de cambiar la mirada y el corazón de los seguidores de Jesús a un corazón compasivo y misericordioso, tal y como lo había profetizado Jeremías, en ese nuevo pacto entre “Dios Uno y Trino” con la humanidad. “Mas éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a el Señor: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor: porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. Así ha dicho el Señor, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche; que parte la mar y braman sus ondas; el Señor de los ejércitos es su nombre…” (Jr. 31, 31-35).
El Espíritu de Dios, conocido también en la Santa Palabra y en la Iglesia como el "Paráclito", El "Espíritu de Verdad" según Juan 16, 13, o el Espíritu de la promesa (Gál. 3,14; Ef. 1, 13), o el Espíritu de la adopción (Rom. 8, 15; Gál. 4, 6), o el Espíritu de Cristo (Rom. 8, 11), o el Espíritu del Señor (2 Cor. 3, 17), o El Espíritu de Dios (Rom 8, 9.14; 15, 19; 1 Cor. 6, 11; 7, 40), o el Espíritu de gloria (1 Pe. 4,14).
Llegó hace dos mil años para convertirnos en ese soldado del ejército del Señor como señala Jeremías en su profecía, para convertirnos en testigos del Poder de Dios en la construcción de su reino aquí en la tierra.
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Los cristianos del mundo tenemos la misión de evangelizar al mundo con las “buenas noticias” que el Señor nos ha dado a través de su Santo Espíritu. Y el mismo nos ha sido entregado para ejercer una función de consuelo y sabiduría hacía aquellos que sufren por sus multiplés faltas o enfermedades, otros pueden ofrecer palabras de ciencia para iluminar las mentes de los que atormentados por sus oscuridades no encuentran el camino hacia la luz.
A otros el don de sanidad que tanto necesita el mundo con el problema de la pandemia. Muchos dones espirituales nos ha concedido el Espíritu del Señor para hacernos “Testigos de su amor” en el mundo. Dios te llama ahora a ejercerlos como hijos adoptivos de un solo “Padre y Trino Dios”. Oremos por todos en Panamá.
Sacerdote.