Referencia turística de Oktoberfest
El 90% de la ciudad fue destruida por los bombardeos de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. La reconstrucción resaltó sus sitios icónicos, entre ellos Hofbräuhaus, taberna más antigua del mundo que data de 1589.
Un brindis junto a un grupo de amigos en la carpa VIP dentro de Oktoberfest. Foto: Cortesía del autor.
La capital de la región de Bavaria en Alemania no es solamente la sede del campeón de fútbol europeo Bayern. Múnich, con una población de 1.4 millones, es una muestra de lo que Panamá pudiese lograr si explotara su turismo con pasión.
Fue hace dos años que, a través de dos buenos amigos, planificamos una gira europea que incluyese la vivencia del festival de Oktoberfest en Alemania. A través de mi colega Juan Vásquez, logré entablar contacto con su hermano Áyax, panameñito vida mía, quien fue a cursar estudios universitarios allá hace varias décadas y cayó víctima de Cupido.
Ahora goza de una camada de nietecitos teutones. Heinz Dieter-Ritzau, oriundo de Stuttgart, sede de Mercedes-Benz y Porsche, también víctima de San Valentín, por nupcias se une a una tradicional familia cervecera. Le traté en el istmo durante una de sus frecuentes visitas, colaborador de la Fundación Konrad Adenauer.
Porque visitar un sitio, aprovechando las bondades de las redes disponibles en nuestra era, convierte a la experiencia en una profundamente personalizada vivencia.
Noventa por ciento de la ciudad fue destruida resultado de los bombardeos de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Sin excepción, la reconstrucción resaltó aun más todos sus sitios icónicos, entre ellos Hofbräuhaus, la taberna más antigua del mundo que date de 1589. No en vano, la urbe acoge 7 millones de visitantes anuales durante el festivo de Oktoberfest, que se inicia a finales de septiembre.
Nuestra visita fue bien estructurada. Multiplicándose los costos de hospedaje en Múnich durante el festival, alquilamos un auto en Torino, Italia para trasladarnos al poblado de Kaufbeuren, a 75 kilómetros de Múnich donde la estancia fue excepcionalmente económica y la cena en un restaurante típico, un aprendizaje de gastronomía bávara.
Por primera (y única) vez en la vida, visitamos cinco países en un día durante el traslado. Posterior al desayuno, en Italia adentramos los Alpes suizos para, posterior a un enfriamiento climático, almorzar en el Principado de Liechtenstein, donde de paso, para los que no saben aún, la princesa es bocatoreña.
En la tarde, posterior a un breve repaso en Austria, llegamos a Alemania, recorriendo 600 kilómetros sobre bien pavimentadas y panorámicas autopistas, sin ningún papelito o basuras a la vista en todo el desplazamiento.
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Heinz logró unos boletos especiales que nos permitieron acceso a la sección VIP de una de las carpas más celebres de Oktoberfest, gracias a sus contactos cerveceros. Nos acompaño Áyax, quien más que un guía y amigo es una enciclopedia andante sobre todos los aspectos de los pormenores cotidianos alemanes. Estos amigos convirtieron nuestro fogueo en algo excepcional.
No nos quedemos allí, porque este no es el final del cuento, es tan solo el inicio. La capital de Bavaria es, relativamente en tamaño, similar en población a Panamá. Mientras nosotros recibimos un escuálido número de visitantes, cercano a los 2 millones anuales, ellos 70 millones. ¿Cómo le hacen?
De los escombros de 1945, un Panamá Viejo multiplicado por cien, la reconstrucción de Múnich resalta cual racimos de hongos silvestres en la foresta.
Su turismo va bien encaminado gracias a su historia, y vale añadir a su tenaz liderazgo en la especialidad. A Panamá no le hace falta nada, al contrario, en ciertos aspectos estamos dotados de mayores atractivos que Múnich.
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Se me ocurre que una actividad, aquella de los gringos datando de mediados del siglo pasado, la carrera anual de cayucos de océano a océano, podría bien convertirse en un magneto mundial, porque ¿dónde rayos puedes trasladarte tan efectivamente de un mar a otro?
Bien planificada, con importantes patrocinios internacionales y cobertura global, allí está nuestro Oktoberfest. ¡Y por ahí nos vamos!
Líder empresarial.