Un discurso presidencial vacío, incompleto y errado
... en medio de la pandemia no resulta lógico esperar que muchas personas intenten adquirir una vivienda, más aún, esto es imposible para los que han quedado desempleados o sienten incertidumbre con respecto a sus puestos de trabajo...
El presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen, presentó el 1 de julio, ante la Asamblea Nacional, el informe de su primer año de gestión. Foto Cortesía.
El reciente Informe a la Nación, entregado por el presidente al país el 1 de julio, muestra un conjunto de faltantes y deficiencias, que permiten dudar seriamente de la capacidad de la actual administración para enfrentar con un reducido costo social la actual situación de crisis.
Resulta, entonces, útil destacar las más importantes de estas.
Para comenzar, el presidente no fue capaz de desarrollar lo que sería su nueva y anunciada estrategia de salud para enfrentar la pandemia.
Como es claro que no puede darse una verdadera reactivación económica sin el control de la misma, también se esperaba que el presidente anunciara un aumento del exiguo alivio que actualmente el gobierno entrega a las personas en paro laboral.
Teniendo en cuenta que este aporte, de apenas $100.0 mensuales, no alcanza ni a una tercera parte del costo de la canasta básica alimenticia, la dura realidad impulsa a las personas que se encuentran sin trabajo a salir a la calle en busca de ingresos, generando un mayor contagio en la población.
El discurso presidencial dejó muy en claro que una buena parte de la deuda adicional que ha adquirido el país se realizó en función de pagar deudas previas, no con la finalidad de aliviar la situación de la población.
¿Cuánta de la deuda adicional se contratará para seguir pagando deudas?
También se hizo evidente que el publicitado respaldo a las micro, pequeñas y medianas empresas, es absolutamente insuficiente.
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En efecto, mientras que el presidente reconoció que las mismas representan el 90.0% de las empresas y generan el 70.0% de los empleos, el total de apoyo ofrecido para su reactivación es de apenas $220.0 millones, cifra que resulta irrisoria si se toma en cuenta que esta apenas representa el 0.33% del PIB normal de la economía panameña.
Además, la cifra de apoyo ofrecida a la micro mediana y pequeña empresa contrasta con la ofrecida a la banca, la cual, al ser de $1,000.00 millones, resulta ser 4.5 veces superior.
Por otra parte, el apoyo adicional para la construcción de viviendas por $80.0 millones tampoco tendrá mucho efecto por dos motivos.
En primer lugar, en medio de la pandemia no resulta lógico esperar que muchas personas intenten adquirir una vivienda, más aún, esto es imposible para los que han quedado desempleados o sienten incertidumbre con respecto a sus puestos de trabajo, además, debe ser difícil encontrar algún banco dispuesto en los actuales momentos a ampliar su cartera hipotecaria.
En segundo lugar, esta cifra no resulta muy significativa si se tiene en cuenta que el año pasado en PIB del sector de la construcción fue de $11,983.1 millones.
En su visión hacia adelante el discurso presidencial apuntó, en base a lo que el presidente llama la conectividad, hacia la consolidación del modelo transitista – concentrante y excluyente, incluyendo la posibilidad de atraer maquiladoras al país.
En este aspecto se puede señalar que, en su interés en mantener el estatus – quo, el actual gobierno olvida dos factores importantes que en efecto minan su visión.
En primer lugar, no toma en cuenta que economistas tan importantes como Stiglitz y Krugman están llamando la atención sobre la pobre dinámica que se espera en el futuro para la economía global.
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El primero de estos prevé una recuperación anémica en la pospandemía, mientras que el segundo asegura que el mal manejo de la situación genera la posibilidad que la recesión se convierta en una depresión.
En segundo lugar, tampoco toma en cuenta lo que puede significar para Panamá el dislocamiento que se está dando en todas las cadenas de suministro a nivel mundial.
Lastimosamente, cuando el país más lo necesita, no tenemos una conducción que esté a la altura de las circunstancias.
Economista.