Tú eres el mensajero
Todos somos mensajeros. El gran drama nuestro es ser mensajeros de lo malo, de tragedias e infamias, de tristezas y dramas, de pesimismos y derrotismos.
Tú eres el mensajero
Sí, tú eres el mensajero de una gran noticia: que Dios existe, que el amor es la clave de todo, que hay que amar la vida, que somos vida, que hay que respetar la vida en todas sus manifestaciones. Que hay futuro, que hay esperanza, que Dios lo puede todo. Que hay cielo, que hay eternidad. Tú eres el mensajero de lo que hay en tu corazón, en tu alma.
Todos somos mensajeros. El gran drama nuestro es ser mensajeros de lo malo, de tragedias e infamias, de tristezas y dramas, de pesimismos y derrotismos.
Ser mensajeros de oscuridades y borrascas, tormentas y huracanes, de devastación y muerte. ¿Quieres eso en tu vida? ¿Ser sembrador de desgracias, de hundimientos y bajezas? Pues eso pasa si dejas a Dios y te dedicas a envidiar y odiar, a no creer en el amor y maldecir la vida con tus amarguras y frustraciones. Si lo haces te conviertes en instrumento de las tinieblas, en mala hierba, cizaña que ahoga el trigo, que no contribuye en nada [para que la vida crezca. La maledicencia, la calumnia, el siempre ver los defectos y criticarlos, el estar pendiente de los errores y caídas de otros, para acusarlos y criticarlos, te convierte en un ave de mal agüero, en un buitre que come carroña, en un ser horripilante.
Cuando se llena una sociedad de gente así, van intoxicando el oxígeno social, envenando todo, contaminado el ambiente en auténticas cámaras de gas al estilo de los campos de concentración nazis, y matando la esperanza, la fe, la ilusión de la gente.
Se entra entonces en una apatía colectiva, familiar, social, gremial, nacional. Surgen sociedades pesimistas, con un espíritu derrotista, donde nadie cree en nadie, donde todos van a la defensiva.
Pero si vivimos en el amor, en la paz, en la esperanza, y creemos en un Dios que es vida plena, absoluta, infinita en misericordia, en un Dios que es Padre compasivo, Hijo redentor y Espíritu Santo consolador, y nos dejamos envolver por su presencia trinitaria, seremos mensajeros de la esperanza.
Sembraremos un mundo nuevo, un futuro promisorio, un reino nuevo en la tierra. Necesitamos mensajeros de una vida nueva, de un reino de amor y de fraternidad, de alegría y optimismo, de un reino de justicia y solidaridad.
Necesitamos profetas que anuncien que Dios vive y reina, que hay un cielo prometido, que no perderemos la batalla, que con Cristo venceremos.
Necesitamos cantar más que maldecir, reír más que criticar, danzar más que arrastrar los pies por la vida. Claro que hay sufrimiento y desgracias, que hay que guardar luto en su momento, pero que el final será del triunfo de la cruz y la verdad, de Dios y del amor. Necesitamos profetas de la alegría.
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