Sobre el maltrato animal
Identifiquemos, entonces, a aquellos que se deleitan infligiendo algún dolor hacia los compañeros domesticados que hacen de la vida del hogar un sitio seguro, de familia y compañía, porque esos agresores también lo pueden ser un día de la sociedad…
Animales que se olvidan en las calles, como si fueran cualquier plato servido para los gallotes; mascotas que solo algunas horas antes compartían con miembros de un hogar que los olvida. Foto: EFE.
El ser humano es un animal pensante; pero cuando despliega conductas de maltrato hacia otros seres vivos, y en especial hacia mascotas, deja de un lado la razón que es habitual en él y se manifiesta en su forma más primaria.
Se remonta así su conducta a esos tiempos oscuros de la humanidad en que la antorcha iluminaba las frías cavernas que servían de hogar y de refugio al hombre; tiempos en los que el estómago era el órgano regente y el corazón venía a aflorar, tal vez, solo en los momentos de profundo sueño.
Siendo, pues, un animal pensante, podría uno esperar que habría una gran brecha, un abismo, tal vez, que lo separa del resto de la fauna; pero no es así.
Algunas veces, hemos sido testigos de una clara aberración que nubla el juicio y hace encarnizar en la violencia a quienes en otras circunstancias parecían tranquilos.
VEA TAMBIÉN: La economía, ¿también feminista?
Me refiero especialmente a aquellos momentos en los que conducta se desvía hacia la crueldad animal.
Es allí cuando el hombre se muestra solo como sombra de su humanidad; surge, como una raíz amarga que se nutre de lo más bajo de la tierra, y se nos hace muy visible el pasado primario, remoto e incivilizado de la humanidad.
En resumen, surge desde lo profundo de su ser una crudeza que hará más animal al agresor que al agredido.
Una persona maltratadora de animales, ronda muchas veces también el peligroso umbral que lo convierte en agresor de sus congéneres.
Los archivos de la criminalidad están repletos de expedientes de agresores, y hasta de asesinos en serie, que comienzan su vida haciendo dominancia cruel y aberrante de animales, que viene luego a traducirse en la violencia hacia los demás.
Sin excusar a quien despliega en forma habitual ese tipo de maltrato, consideremos, pues, que el mismo puede adolecer, al fin, de algún tipo de problema básico de su conducta, que ronda casi siempre en una enfermedad.
VEA TAMBIÉN: El transporte selectivo, con sus vicios y abusos, se hizo solito el harakiri
Identifiquemos, entonces, a aquellos que se deleitan infligiendo algún dolor hacia los compañeros domesticados que hacen de la vida del hogar un sitio seguro, de familia y compañía, porque esos agresores también lo pueden ser un día de la sociedad, especialmente si despliegan la conducta desde la más temprana edad.
A los otros, que no tienen ningún tipo de excusas, y que de manera responsable e inmadura, se divierten infligiendo daño a las mascotas, de nada sirve el tratamiento, sino una buena dosis aplicada de la ley, con multas muy severas, que alcancen hasta lo más profundo del bolsillo.
Tal vez así, se haría menos frecuente la conducta.
Está comprobado que mientras más civilizada es una sociedad, desplegará menos maltrato hacia los animales que comparten sus hogares.
En nuestro país, el maltrato no solo se da de parte de personas que adolecen de alguna desviación en sus conductas, o que de manera irresponsable e inmadura se divierten, sino también de nuestra sociedad, que, en alguna forma, se hace cómplice muy generalizado del maltrato.
Basta recorrer las vías que corren hacia el interior, para darnos cuenta del abandono y la desidia trágica que todos desplegamos de manera irresponsable al ver sinnúmero de mascotas muertas en la ruta, sin que ninguna autoridad, o grupo, o individuo, se ocupe de ellas, dándoles al menos una digna sepultura.
Animales que se olvidan en las calles, como si fueran cualquier plato servido para los gallotes; mascotas que solo algunas horas antes compartían con miembros de un hogar que los olvida.
Si ese tipo de desidia no es atraso generalizado o falta de cultura, no sabría yo qué otro nombre darle.
Pretendemos convertirnos en una joya del turismo; pero yo les digo, cualquier turista del primer mundo que desafortunadamente note esa conducta de abandono hacia mascotas muertas, se lleva una impresión de atraso, de miseria y de descuido generalizado de nuestra sociedad.
Comencemos, pues, por lo más básico; concienticemos a la sociedad y tratemos luego al enfermo o al irresponsable, para abandonar así de manera progresiva las prácticas de ese maltrato hacia los animales.
Abogado.