Sobre el coma económico inducido de manera artificial
La situación ordena ya, entonces, medidas muy creativas de los gobernantes, ante un desequilibrio que se induce de manera artificial y obligatoria, llevando al hombre a un estado hibernativo muy cercano al sueño.

Una situación así, que coloca al hombre en términos de dependencia, debe ir acompañada de medidas que procuren aliviarlo totalmente de sus compromisos contractuales, de manera transitoria. Foto: EFE.
El trabajo, en esencia, es una parte natural del hombre.
El esfuerzo individual, para lograr los objetivos, nos viene dado desde el mismo instante de la concepción, como un fenómeno en el cual prevalecerán la competencia y el esfuerzo inconsciente de quien ha de ser.
En la naturaleza misma, en la flora y en la fauna, se desplegará también aquel esfuerzo por surgir, al que nosotros hemos bautizado con el nombre de trabajo; pero la verdad es que ese elemento ha estado siempre muy presente y precedido incluso a la civilización, sujeto a normas y decretos naturales que existieron antes de los códigos recientes que regulan la materia.
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Sin embargo, si ese elemento del trabajo y del esfuerzo natural del hombre que está presente en toda clase de organismo, cesa de repente de manera artificial por actos de poder que se traducen en la orden dada de cesar también la actividad por medio de la cual procura su sustento y el de su familia, ¿qué debería ocurrir entonces', preguntamos.
En una situación brutal así, inducida por el hombre y sus autoridades, ¿cómo pueden subsistir acaso las obligaciones contractuales cuyo cumplimiento no depende ya de aquel sujeto que las ha adquirido?
Pedir al hombre que ha cesado por completo en sus actividades laborales, en circunstancias como estas, que siga el cumplimiento natural de sus obligaciones es como consumir la miel y exigirle a las abejas que produzcan impidiéndoles el paso libre a su panal.
La situación ordena ya, entonces, medidas muy creativas de los gobernantes, ante un desequilibrio que se induce de manera artificial y obligatoria, llevando al hombre a un estado hibernativo muy cercano al sueño, pero más allá del mismo, interrumpiendo toda actividad que le procure su capacidad de ingresos en esta sociedad moderna, en la que su consumo solo viene asegurado por empaques plásticos y no por la cosecha de la tierra laborada por quienes requieren alimento.
Una situación así, reitero, es simplemente comatosa, inducida por medidas drásticas que ponen alto artificial al engranaje de la economía local y un cese involuntario del esfuerzo personal que procura subsistencia básica.
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Una situación así, que coloca al hombre nuevamente en un estado casi de lactancia en términos de dependencia, debe ir acompañada de medidas que procuren aliviarlo totalmente de sus compromisos contractuales, de manera transitoria.
El hombre, aún siendo responsable, simplemente no podrá hacerle frente a sus obligaciones y los recursos que le queden los destinará, de la manera más primaria y sabia, hacia el sustento básico de sí y de su familia.
Debe decretarse entonces, a la par de cuarentenas que implicarán el cese transitorio de cualquier trabajo, una medida que también decrete la excepción de cumplimiento de toda obligación que esté condicionada a la generación de ingresos, y debe subsidiarse necesariamente todo rubro de la economía que durante ese estado de emergencia pudiera requerir el ser humano (alimento, agua, energía eléctrica, gas, seguridad, salud y otros); como el coma inducido en los pacientes que han convulsionado muy severamente y que requieren que su funcionamiento cerebral se lleve a estados de inconsciencia que vayan más allá del sueño, a fin de recudir en ellos el edema cerebral agudo, salvando así sus vidas.
Abogado