Reabre la Torre Eiffel
Multiplicar el turismo pospandemia no es una meta sino un requisito de sobrevivencia para nuestra economía. Requiere a gritos, Panamá, convertir en realidades sueños como la torre de Eiffel. Siete millones de visitantes 131 años después. ¡Fantastique!
Turistas en la Torre Eiffel. La empresa que gestiona el monumento colocó en el suelo marcas de color azul, con las que invitan a las personas a mantener al menos 1.50 metros de distancia entre ellas. Foto: EFE.
Posterior a su cierre, el 30 de octubre acicaló las telarañas y desabrochó sus elevadores la icónica torre, erguida durante la Feria Mundial de 1889 para celebrar el centenario de la Revolución Francesa. Plasmando gala de su turismo, los parisinos el año pasado le remontaron 7 millones de visitantes, es decir, más de 3 veces y medio el número de turistas que los que visitan a Panamá.
Son muy largas las filas y los neófitos forasteros se arman de paciencia para retornar a casa y exclamar: "Yo le escalé". Quedo con las apetencias cada vez que retorno. A los quince años, durante una sesión escolar de verano en junio de 1968, en medio de los escombros resultado de la revuelta estudiantil en contra de la V República de Charles de Gaulle, nuestro hato le encumbró sin filas ni remordimientos, por primera y de seguro, única ocasión en la vida.
Torre Eiffel, Estatua de la Libertad, pirámides de Egipto, íconos mundiales del turismo.
Estupefacto, al amanecer, entre preñados negros nubarrones se cuela a lo lejos el naciente sol sobre la bahía de Panamá. Mi habitual caminata, plena de bríos, sobre la Cinta Costera vivifica el cuerpo posterior a profundo sueño e incita al pensamiento, bajo gotas de húmedo sudor, sobre lo que es y lo que puede ser.
Visualizo la reconstrucción de Panamá La Vieja, la primera ciudad del Pacífico del continente como un grandioso atractivo al turismo mundial. Urbe colonial enlazada con Portobelo a través de un restaurado Camino Real, con un simbólico galeón que sirva como restaurante de lujo sobre su estero.
"¡Blasfemo!", cacarean como serpientes en celo lúcidas mentes quienes de inmediato resaltan que ello sería una violación a los preceptos de la Unesco.
A Gustave Eiffel, un memorable grupo elevó objeciones artísticas sobre su "horrenda" torre en París, incluyendo importantes personalidades de la época, de la talla de Guy de Moupassant, Charles Gounot, Jules Massenet y Charles Garnier, quienes publicaron sus objeciones en el diario Le Temps, edición del 14 de febrero de 1887. El baluarte de 300 metros de altura afearía los monumentos tradicionales de la ciudad, Louvre, Invalides, Arc de Triomphe y Notre Dame. ¡Entonces, que critiquen los que así desean!
Teniéndole todo aquí, no hacen falta Disney ni Mickey Mouse para convertirnos en un magneto al turismo. Simplemente pulir bien acabado con lo que se cuenta.
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Cuando remozamos la Catedral Metropolitana y le incluimos un sistema de aire acondicionado no cedían las críticas, que si ello no estaba en los planes originales, que el peso hundiría la estructura y todo tipo de desatinos. Si en guayabera, copiosamente empapada, sobrepuse las exequias del presidente Endara, me imagino al Papa con su atuendo durante la ceremonia de bendición del altar el año pasado sin el mismo.
Turismo es creatividad. Gustave Eiffel lo tenía bien claro con su torre y con el Canal de Panamá. Cuando de Lesseps reunió al Congreso Internacional de Estudios del Canal Interoceánico de Panamá en mayo de 1879, una minoría elevó su protesta por un canal a nivel, incluyendo a Eiffel que proponía un canal con esclusas.
Multiplicar el turismo pospandemia no es una meta sino un requisito de sobrevivencia para nuestra economía. Requiere a gritos, Panamá, convertir en realidades sueños como la torre de Eiffel. Siete millones de visitantes 131 años después. ¡Fantastique!
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