Los que no pueden defenderse
No puede ser que, además del gran trauma de una pandemia, por la que han muerto miles de panameños, y han sufrido otros tantos económicamente, afectando la salud espiritual, mental y física de miles de personas, sobre todo de adultos mayores, ni el Seguro Social ni el Minsa cumplen con su papel de atender a sus ciudadanos en lo más indispensable que es la salud y vida misma.

Hay instituciones, fundaciones y personas que, con toda dedicación, son fieles defensoras de los derechos de adultos mayores, niños y desvalidos. Foto: EFE.
En estos días, el país entero se despertó indignado con la noticia sobre los abusos en albergues de niños, regentados por distintas entidades y cuya responsabilidad económica y logística proviene, en su mayoría, de fondos públicos.
Es la mayor atrocidad que puedan cometer en niños, que, sin ninguna esperanza de ser atendidos en esos momentos, consciente o inconscientemente, se les refrena y viola a la máxima expresión sus derechos humanos. Y eso es la mayor aberración que puedan hacer a un ser humano, sobre todo, tan vulnerables.
Y también se deben ampliar estas investigaciones a todos los albergues y centros de adultos mayores e impulsar leyes que protejan este grupo aunque no estén en centros, pues necesitan de una guía para su diario andar.
A estos centros se les debe dar la máxima prioridad. Es vital un censo de este grupo para poder coordinar todas sus necesidades. Precisamente por su condición de vulnerabilidad en edad, no tienen voz para poder alzar y denunciar. Y si, además, tienen discapacidad mental o física, es doblemente criminal.
¿Qué podemos esperar de algunos de estos centros? ¿ Qué supervisión tienen de una institución a la que se le ha dado el poder y autoridad de velar por ellos? No hay palabras para describir tal situación. Y, habiéndose llevado a cabo, todavía lo callan, y, peor aún, lo pasan desapercibido o niegan.
¿En qué mundo vivimos? ¿Es que la vergüenza, sensibilidad y decoro humano ya no existe?
No, solo en ciertos elementos. Porque hay instituciones, fundaciones y personas que, con toda dedicación, son fieles defensoras de los derechos de adultos mayores, niños y desvalidos. Y allí es donde debe inclinarse la balanza.
Que estos grupos, al igual que todos los clubes cívicos y personas de bien, alcen sus voces alto y claro, por el bien de las generaciones futuras, ya de por sí tan deterioradas.
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El panameño es fiel a sus valores y a su conciencia, y apelamos a todos y cada uno de nuestros habitantes, nacionales y extranjeros a velar por ellos. Pues, este grupo, tan vulnerable, son los ángeles a quien debemos proteger, por su pureza, amor incondicional y candor.
Ya debería haberse hecho público quiénes son los grupos de cualquier índole, políticos, organizaciones u otros involucrados en los subsidios o regentes de todos los albergues, no solamente de niños, o de adultos mayores, discapacitados, agricultura, veterinaria o cualquier otra índole que reciban fondos públicos y que deben garantizar el buen funcionamiento.
¿Qué pasó en el Ministerio Público que en el 2014, según declaraciones públicas de ciertas personas, se interpusieron quejas sobre este particular? ¿Dónde están esos expedientes? ¿Dónde están los que debieron haber sido castigados? ¿Qué porcentaje de población fue afectada por estas inconsistencias y abusos? ¿Han auditado al Departamento de Subsidios del Mides?
Ya es hora que explicaciones claras y concretas se den al pueblo. No puede ser que, además del gran trauma de una pandemia, por la que han muerto miles de panameños, y han sufrido otros tantos económicamente, por deficiencia de los distintos planes, por más de un año, afectando la salud espiritual, mental y física de miles de personas, sobre todo de adultos mayores que se ven impotentes, algunas veces en la desesperación de verse imposibilitados de no tener fondos ni para comprar una medicina que les salve la vida, ni el Seguro Social ni el Minsa cumplen con su papel de atender a sus ciudadanos en lo más indispensable que es la salud y vida misma, y comprendo que ambos estén involucrados en la pandemia, y esto resta vigorosidad a su gestión, pero tampoco lo justifica, pues llevan muchos años en ese plan.
Lo que sí aplaudo con vigor, y todos los panameños están muy por encima del agradecimiento, es esa dedicación tan abnegada de los funcionarios de salud, en cualquiera de sus líneas, quienes luchan con todas sus fuerzas, aún a costa de sus vidas, por llevar a la población un aliento y dedicando horas y días, y ahora, hasta más de un año, en acompañar, cuidar, y salvar a esos pacientes que dependen de ellos.
Algunos siendo hasta guías espirituales en su última hora. Aplausos para todos ellos.
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Y, cómo, con toda tristeza lo grito a los mil vientos, puede haber personas tan desconsideradas y criminales que atentan contra su propia vida y la de los demás, haciendo lo contrario sin ninguna conciencia, de lo que deben hacer en no seguir las instrucciones de bioseguridad.
Dios, perdónalos que no saben lo que hacen.
Jubilada.
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