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No apagues tu legado resistiéndote al cambio: Panamá necesita espacio para nuevos docentes

Dr. Ricardo Enrique Molinar Joly | Docente Universitario | - Publicado:

El sistema educativo es un organismo vivo que necesita renovación constante para mantenerse en sintonía con los tiempos. La educación no solo consiste en transmitir conocimientos, sino en adaptarse a los desafíos de cada época. En este proceso de transformación, el rol de los docentes y administrativos ha sido crucial. Su esfuerzo y dedicación han marcado generaciones, construyendo las bases de la sociedad. Sin embargo, como en toda estructura dinámica, llega un momento en que el ciclo se cumple y es necesario dar paso a nuevas generaciones de profesionales que traigan consigo ideas frescas y energía renovada.

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Este proceso de transición, aunque natural, suele ser difícil de asimilar. Muchos docentes y administrativos ven el retiro como una especie de vacío, un quiebre con la identidad que han construido a lo largo de los años. Como señala el investigador Philip Taylor, "la jubilación es un proceso de redefinición de la identidad que requiere apoyo social y reconocimiento" (Taylor, 2018). Para muchos docentes, la escuela no es solo su lugar de trabajo, sino su espacio de realización personal y profesional. Por ello, más que una simple jubilación, el cierre de su etapa laboral debe ser visto como un reconocimiento a su labor. No se trata de descartarlos ni de ignorar su legado, sino de asegurar que su salida sea digna y les permita sentirse valorados por el impacto que han dejado en la comunidad educativa.

El problema surge cuando el relevo generacional no ocurre de manera adecuada. En muchos centros educativos, se percibe un estancamiento porque quienes han cumplido su ciclo permanecen en el sistema sin la misma entrega o actualización que antes. De acuerdo con el sociólogo Manuel Castells, "las instituciones que no se renuevan tienden a convertirse en estructuras ineficaces que limitan la innovación y el progreso" (Castells, 2015). Esto genera un letargo institucional que, lejos de beneficiar la educación, la ralentiza. No es justo para los estudiantes ni para los propios docentes que, por miedo al cambio, se aferren a un espacio que requiere renovación.

La educación es un proceso en constante evolución. Así como los estudiantes avanzan y se gradúan, los educadores también deben reconocer el momento en que su misión ha sido cumplida. No se trata de excluir, sino de permitir que el sistema educativo respire, se fortalezca y evolucione con nuevas perspectivas. No podemos permitir que los colegios y las escuelas se vean afectados por decisiones inadecuadas que respondan más a la resistencia al cambio que a la necesidad de progreso. Como advierte la UNESCO, "la mejora de la calidad educativa requiere un equilibrio entre la experiencia acumulada y la incorporación de nuevos enfoques pedagógicos" (UNESCO, 2021).

Para que esta transición se dé de manera armoniosa, es fundamental que existan mecanismos de reconocimiento y cierre digno. Las instituciones deben garantizar que los docentes y administrativos que han entregado su vida a la educación se retiren con honor, sin sentirse menoscabados ni relegados. Ceremonias de homenaje, programas de mentoría para nuevos docentes y oportunidades para seguir aportando de manera diferente pueden ser claves en este proceso.

El sistema educativo necesita renovarse sin perder la esencia de lo que ha sido construido. La experiencia de quienes han servido por años debe ser respetada, pero el avance es inevitable. La educación no se detiene, y su éxito radica en encontrar el equilibrio entre la gratitud por el pasado y la apertura al futuro. Como lo expresó John Dewey, "la educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma" (Dewey, 1938). La salida de un docente del aula no es un final, sino el reconocimiento de una vida dedicada a la enseñanza y la posibilidad de que otros continúen el legado que dejaron.

La educación es un ciclo en permanente transformación. Y, como todo ciclo, debe renovarse para no perder su esencia. No es un adiós, es un cambio necesario. Así concluye el fin de un ciclo: reflexión sobre el relevo generacional en el sistema educativo.

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