Me dejó solo
...desde mañana usted se pone esas botas y no se las quita hasta que terminemos la faena en el campo, ¿sabe por qué? No quiero que una maldita culebra me la muerda como a su querida madre...
- Bernardina Moore
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- - Actualizado: 28/8/2020 - 07:30 pm
Igual como me ha ocurrido tantas veces, estaba acostada boca arriba descansando la espalda que a veces, por la mala posición, que adopto al escribir me duele.
Calculo que serían como la 10:30 pm, ya había orado y me disponía a voltearme de lado (no puedo dormir boca arriba) de pronto, vi frente a mí la imagen de un hombre con un cuchillón en la mano, no me apuntaba, lo tenía recto hacia arriba y ¡zas!
Se congeló la imagen grabándose en mi mente. No me dio miedo, solo impresión. Ninguna de las imágenes que he visto desde que experimento este fenómeno, me han hecho sentir miedo.
Bueno, compartirle todo esto en realidad no es mayor problema, porque es lo que vi, decirles de qué se trata sí es difícil, hasta que no me llegue la inspiración.
No me preocupé, porque no tenía ni idea de qué escribir sobre una imagen de esa naturaleza, así que, como no se borra, dejé pasar un día, pero la imagen jamás se separó de mi mente. Entrada la tarde, me fue llegando inspiración y aquí les comparto la misma.
Al hombre lo llamaré Juvencio. Vivía en un humilde ranchito, alejado del pueblo, casi en la montaña, con una hija que había criado desde los 10 años, cuando su esposa murió a causa de la picada de una culebra venenosa.
Por encontrarse tan lejos, no pudo recibir atención médica, a pesar del esfuerzo que se hizo para llevarla al único dispensario que había en el pueblo, murió en el camino, eso le pegó fuerte a Juvencio, porque la quería mucho.
De alli en adelante, centró toda su atención en el fruto de esa unión su bella hija, Flor de Lirio. Juvencio fue creando una animadversión hacia las culebras, a pesar de ser hombre de campo y conocer el comportamiento de las mismas, por eso un día nada más asomarse el sol, entre los árboles del bosque, Juvencio le dijo a su hija: “levántese mi hijita, que vamos pal pueblo”.
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La joven, que ya había cumplido sus 16 años, le preguntó: “¿tan temprano papito?” Por toda respuesta le dijeron: “pa luego es tarde, vístase y tómese el café que está en la mesa”.
Cuando llegaron al pueblo, Juvencio se dirigió a una zapatería y le preguntó al zapatero:“ya está listo lo que le encargué? El cuestionado, dirigiéndose a un mueble, apareció con unas hermosas botas para damas. Juvencio le dijo a su hija siéntese ahí y pruébaselas, la joven que no salía de su asombro, sin decir nada se las probó y como a la Cenicienta, le quedaron a la medida y solo atinó a decir, “Pa’, ¿son para mí?
Y el orgulloso padre, mirando con mucho amor a la joven le dijo sonriendo: no, son para Chachita (una de las vacas que tenían). Luego dijo: para quién sino pues. Ande, vámonos. Gracias Pedrito, quedaron lindas.
Cuando estuvieron en casa, Juvencio llamó a su hija y muy serio le dijo: “siéntese ahí y escuche muy bien lo que le voy a decir, desde mañana usted se pone esas botas y no se las quita hasta que terminemos la faena en el campo, ¿sabe por qué?
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No quiero que una maldita culebra me la muerda como a su querida madre, no se las pondrá los sábados porque no salimos al campo, pero el domingo cuando va recibir sus clases donde la profesora Lucinda se las pone, me comprendió mi niña.
Flor de Lirio solo respondió, “como tú digas papi, y lo besó. La vida transcurría sin novedad en el humilde rancho de Juvencio y su querida hija.
Una noche de luna llena estaban padre e hija tranquilos con las puertas cerradas, Flor estudiando sus deberes, Juvencio dijo: tengo ganas de un traguito de café, la joven le dijo, “no te levantes Pa', yo te lo traigo”. La pequeña cocina quedaba afuera pegada a la casa.
Flor abrió la puerta, estaba descalza, porque se paró sin las chancletas, y al dirigirse al fogón a tomar el tacho del café, pegó un grito tan grande que el eco lo fue repitiendo por todo el bosque como un lamento.
Juvencio pegó tal brinco que casi se le sale el corazón. Corrió como loco, tirando cuanto obstáculo le estorbaba. Cuando salió, su hija, su amor, su razón de vivir, se revolcaba de dolor en el piso, repitiendo “me picó Papi, me pico”.
Juvencio solo sintió el ruido de la culebra entre las hojas secas alejándose, mientras cargaba a su hija, gritando: ¡desgraciada! De que te mató, te mató, y como pudo le hizo un torniquete a la muchacha, que se debilitaba.
Él, lleno de dolor, repetía “te lo ruego, no me dejes solo mi niña querida, mi linda florecita de lirio” Y corría pidiendo auxilio, repitiendo: “no me dejes solo mi niña”.Como era de noche, todo el mundo estaba encerrado, en una casa se veía una luz y Juvencio corrió hacia allá, gritando: “auxilió por favor, se muere mi Flor de Lirio”
Alguien abrió la puerta y viendo la escena se ofreció a ayudar, pero la mordida de culebra si no se atiende a tiempo, el veneno actúa muy rápido, y Flor de Lirio, como una flor que se marchita, quedó inerte en brazos de quien pensó que unas botas la protegería de la infernal víbora.
Juvencio, solo en su rancho, hacía vigilia todas las noches con el cuchillón, en la mano, como lo vi, esperaba con odio a la causante de su soledad para partirla en pedazos y llevarlos a la tumba de sus dos amores y decirles: “ya no podrá separar más familias la desgraciada infeliz”.
Como el tiempo cura las heridas, Juvencio recuperado, y sin olvidar a sus amores, pasado el tiempo sacó los restos de las dos y las depositó en una cripta en la ciudad con el dinero obtenido al vender todo lo que tenía, menos las botas de su Flor de Lirio
Esta fue la inspiración que recibí del hombre con el cuchillo.
Escritora.
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