Análisis
La Navidad y el consumismo
...hace que las personas ya no sean apreciadas tanto por sus valores, su compromiso o su solidaridad, sino por su capacidad y estilo de consumo. Somos lo que consumimos. Esto lleva a una competencia sin sentido en la que alguien consume algo para adquirir un estatus superior, lo que al fin se frustra porque todos en su círculo terminan consumiendo lo mismo.
- Juan Jované
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- - Publicado: 27/12/2017 - 12:00 am
La Navidad, fecha en que, gracias al nacimiento del Mesías en la pobreza de un pesebre, se celebra el origen de la esperanza humana de una liberación en solidaridad, se ha convertido en una época de un consumismo exacerbado y vacío. En nuestros días, por expresarlo de alguna manera, el tradicional nacimiento navideño es reemplazado por la imagen de Santa Claus, cuya figura, tal como ahora la conocemos, es el producto de una campaña publicitaria puesta en marcha en 1931 por la Coca Cola.
El consumismo no es un elemento casual carente de explicación, el mismo, por lo contrario, es producto de la lógica contradictoria del actual sistema socioeconómico. Ahora vivimos en un modelo económico, social y cultural en el cual el objetivo último es la generación de ganancias sin límite alguno. Esta lógica, que en un polo genera a una gran masa de población humana carente del más mínimo consumo esencial, también precisa, dada la creciente producción que debe ser colocada en el mercado, que otra parte de la población mantenga un alto y creciente nivel de consumo, aun cuando este, más que servir para potenciar las capacidades humanas, las estreche.
La estrategia del capital para forzar la ampliación del consumo contiene diversos elementos. El primero de ellos, que probablemente es el más conocido, es la llamada obsolescencia programada, es decir, la producción de bienes fabricados para que colapsen en un plazo relativamente corto, con el fin de que el consumidor tenga que reponerlos repetidamente. Un segundo elemento se refiere a la obsolescencia psicológica, la cual se logra modificando modelos, añadiendo detalles a los productos y variando la moda, de manera que las personas piensen que bienes, aun cuando sigan funcionando, son "gallitos" y deben ser reemplazados. A esto se debe agregar la cada vez mayor mercantilización de las imágenes y los símbolos, que devienen en la venta de servicios de consumo efímero, que genera una demanda permanente, así como la promoción del consumo de bienes destinados a mostrar estatus y posición (consumo conspicuo).
Esta forma de consumo tiene consecuencias. Desde el punto de vista humano, hace que las personas ya no sean apreciadas tanto por sus valores, su compromiso o su solidaridad, sino por su capacidad y estilo de consumo. Somos lo que consumimos. Esto lleva a una competencia sin sentido en la que alguien consume algo para adquirir un estatus superior, lo que al fin se frustra porque todos en su círculo terminan consumiendo lo mismo. Dado que muchas veces el consumo se basa en el endeudamiento, resulta que el exceso del mismo y la necesidad de hacerle frente termina en vidas sin alternativas, destinadas al servicio de la deuda. Desde el punto de vista de la naturaleza, esta lógica de consumo no hace más que acelerar los problemas del agotamiento de los recursos naturales y de la contaminación, que tienen su expresión más crítica en el calentamiento global y sus consecuencias.
En este año nuevo pongamos entre nuestros compromisos el objetivo de luchar por una nueva sociedad con solidaridad, justicia social y sostenibilidad ambiental.
Economista
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