La ética de la República
... tenemos un país enfermo producto de la corrupción generalizada en todos los niveles del Estado, el tráfico de influencias, la división social y la preponderancia de los intereses económicos y políticos sobre los principios éticos de los ciudadanos...
Estamos en la necesidad de plantearnos las acciones que debemos tomar para recuperar el rumbo de nuestra nación y encaminarla hacia el futuro próspero que el destino le ha otorgado. Foto: Archivo. Epasa.
A lo largo de la historia nuestro país, Panamá, ha tenido que superar múltiples retos que han terminado por obstaculizar el desarrollo de nuestra nación; entre los retos que forman parte de nuestros libros de historia podemos encontrar crisis de gobernabilidad, golpes de Estado, dictaduras militares, violaciones sistemáticas e institucionalizadas a los derechos humanos, violaciones a la soberanía nacional y crisis económicas.
Sin duda alguna, la mayoría de estos retos hoy en día han sido superados, pero no se superaron producto del paso del tiempo o producto de la suerte que como país tenemos, sino que se superaron a un costo muy alto para muchas generaciones de panameños, quienes valientemente lucharon por una nación democrática, soberana y libre; estas crisis constituyeron las luchas que unificarían los principios e ideales de la nación en pro de un solo objetivo, pero en la actualidad el escenario es diametralmente opuesto a lo que era en aquellos días.
Hoy, en democracia, ya sufre Panamá de las crisis que sin duda alguna deben constituir la lucha de nuestra generación y de las generaciones venideras; tenemos un país enfermo producto de la corrupción generalizada en todos los niveles del Estado, el tráfico de influencias, la división social y la preponderancia de los intereses económicos y políticos sobre los principios éticos de los ciudadanos, y como país estamos en la necesidad de plantearnos las acciones que debemos tomar para recuperar el rumbo de nuestra nación y encaminarla hacia el futuro próspero que el destino le ha otorgado.
En virtud de lo anteriormente mencionado, planteo en este artículo mi humilde opinión, desde mi limitado conocimiento, producto de mi juventud, sobre el futuro de nuestro país con la esperanza de que sirva, aunque sea de la manera más mínima, para alcanzar el objetivo de un mejor Panamá.
Nuestro país, sin duda alguna, está sumido hoy en una crisis profunda de institucionalidad, en la cual las garantías fundamentales se suspenden mediante Decretos y nuestra Constitución Política, que se supone debe ser el faro que ilumina el andar de la nación, no es más que una simple utopía sobre el deber ser de las instituciones democráticas; el Estado de Derecho está en peligro y muy pocos se han siquiera preocupado por reconocer el grave problema que tenemos frente a nosotros.
Sin embargo, esta crisis de institucionalidad de la que hablo no es más que una de las muchas consecuencias de la corrupción que se ha venido desarrollando paulatinamente en nuestro país como un cáncer y ha terminado por convertir a nuestros gobiernos en objeto de las tristes narrativas de ineptitud, inoperancia, nepotismo y cinismo gubernamental que hemos visto en los últimos años en el Estado panameño, exceptuando de esta negativa descripción a algunas pocas instituciones como es el caso de la Procuraduría de la Administración, que hoy en día constituye, a mi parecer, uno de los pocos pilares de la democracia panameña que siguen en pie.
Es de vital importancia destacar que vencer la corrupción constituye, quizás, el desafío más grande al que esta nación se ha enfrentado en su historia, dadas las particularidades de la misma; en este caso, a diferencia de las crisis del pasado, el enemigo es invisible, no es evidente, no tiene un rostro fijo y es sumamente difícil de identificar, pues camina entre nosotros, está en nuestras familias, en nuestros salones de clase, en nuestros grupos de amigos, en nuestras comunidades y en general, en nuestra sociedad.
La corrupción, aunque las perspectivas digan lo contrario, no surge del gobierno ni tiene su raíz en un grupo de políticos sentados en un hemiciclo parlamentario, sino que surge de la sociedad y de la falta de principios éticos que en ella impera, pero ignorando este sutil e importante hecho se han propuesto múltiples ideas para vencer a la corrupción, fallando sistemáticamente todas y cada una de ellas.
VEA TAMBIÉN: Granitos de arena
Entre las muchas ideas que se propusieron está aquella, que en algún momento apoye, de reformar nuestro ordenamiento constitucional en aras de establecer las bases de un país más justo y democrático, pero en ese mismo contexto de aires de reformas constitucionales surgió el punto de vista sumamente particular del Dr. Carlos Bolívar Pedreschi, quien en su obra “Hacia un nuevo orden constitucional” mencionó lo siguiente:“…Las constituciones formales o escritas, en cualquier Estado del mundo, valen lo que valen las sociedades para las cuales fueron dictadas. Valen, como dijimos, lo que valen los valores cívicos, éticos, morales, políticos y culturales de los ciudadanos y de la clase política de cada Estado.”
Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas,