Hayek y sus libertarios contra la vida
...la solidaridad es fundamental para resolver el problema ambiental. Esto es así porque, si no se logra entender que debe existir una solidaridad intergeneracional, entre los que hoy vivimos en el planeta y quienes mañana lo harán, terminaremos por agotar de manera irremediable las condiciones de vida...

La solidaridad no es un valor atávico depreciable, es la clave para salvar la especie humana. Foto: EFE.
La ideología, que sirve de justificación al actual sistema económico concentrante y excluyente, marcado por el deterioro de la democracia y el medio ambiente, es el pensamiento que ahora se conoce como neoliberalismo.
Su teórico más importante, Friedrich A. Hayek, sostiene en su libro "La Fatal Arrogancia" que, en última instancia "lo que decide qué sistema ha de prevalecer es el número de personas que es capaz de mantener", concluyendo que el sistema con la mayor capacidad de sostener vida es el que se basa en el más libre funcionamiento posible del mercado.
Es así como, de acuerdo con este autor, "la población actual es muy numerosa y sólo una economía de mercado puede garantizar su supervivencia."
Para Hayek, esta afirmación es tan importante que asegura que el sacrificio de algunas vidas puede justificarse a fin de preservar íntegro el sistema puro de mercado. "En las decisiones públicas o privadas, dice Hayek, las vidas individuales desconocidas no constituyen valores absolutos", añadiendo que, en consecuencia, "es evidente que algunas vidas son más importantes en el sentido que preservan otras vidas."
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De hecho, para Hayek, las vidas de mayor valor serían la de los empresarios, ya que, según él, los trabajadores le deben la suya al sistema que estos controlan y, supuestamente, dinamizan.
Todo este edificio de afirmaciones sofistas, que niegan la importancia de los derechos humanos, se cae, sin embargo, cuando tomamos en cuenta la actual problemática del medio ambiente, esto resulta obvio si se tiene en cuenta que el modelo de economía que defiende Hayek, es decir, el de lo que se conoce como el "capitalismo salvaje", en su intento de expansión sin límites, está poniendo en peligro la propia existencia de la especie humana.
De hecho, la expansión incontenible de una forma de economía, guiada exclusivamente hacia la acumulación de riquezas en pocas manos, la que cada día depreda más y más a la madre naturaleza, dañando los más importantes ciclos naturales que sirven de sostén a la vida, nos está llevando fatalmente hacia un callejón sin salida.
Es conocido el hecho, demostrado científicamente, de que para evitar el colapso climático al que apunta el calentamiento global, a la humanidad solo le quedan doce años para realizar los importantes cambios necesarios, de lo contrario los procesos de retroalimentación positiva nos llevarían a la catástrofe.
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No solo se trata de que Hayek desconoce en sus teorías la relación metabólica entre la producción social de la humanidad y el resto de la naturaleza, hecho que lo obligaría a tener en cuenta la conservación de esta, sino que el mismo piensa que el único fin de la economía es expandirse sin medida en base a la motivación del lucro, sin ninguna referencia a los necesarios criterios de sostenibilidad ambiental.
Se trata, además, que para Hayek la solidaridad es un simple valor atávico, que produce errores como el concepto de justicia social, el que la humanidad debe dejar de lado.
Como bien lo ha señalado Herman Daly, entre otros, la solidaridad es fundamental para resolver el problema ambiental.
Esto es así porque, si no se logra entender que debe existir una solidaridad intergeneracional, entre los que hoy vivimos en el planeta y quienes mañana lo harán, terminaremos por agotar, de manera irremediable, las condiciones de vida de estos últimos, y las de muchas otras especies.
Mas aún, como también lo señala Daly, es difícil pensar en una solidaridad intergeneracional si no somos capaces de practicar la solidaridad en nuestra propia generación.
A diferencia del pensamiento de Hayek, basado en una visión distorsionada de la sociedad, la solidaridad no es un valor atávico depreciable, es la clave para salvar la especie humana.
Economista.