¿Hacia dónde vamos hoy?
- Monseñor Rómulo Emiliani cmf.
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Veamos los signos de los tiempos actuales. Vamos hacia una irreversible secularización, que ya está azotando a todo el primer mundo, en unos países más rápido que en otros. Dios no cuenta en la vida de mucha gente. Dios es la tecnología y los seguros de vida, el bienestar económico, las ideologías y las celebridades del momento. Se están vendiendo los templos; los que funcionan están medio vacíos, con participación sobre todo de gente de tercera edad. Se rompen todas las reglas morales universales, tanto del respeto de la vida de los niños antes de nacer, como de las personas con enfermedades terminales con la ley de la eutanasia, que en el fondo es un suicidio asistido. Las operaciones de cambio de sexo son cada vez más comunes, inclusive pagadas por el Estado en algunos países, al extremo que un niño menor de catorce años puede pedir esa cirugía sin el consentimiento de sus padres. Lo que es antinatura se convierte en algo normal, dándole el valor de unión legal. Se institucionalizan las marchas y desfiles de los que propugnan conductas no creadas por Dios y que van contra el orden creado. La tecnología avanza absorbiendo la fe y el culto a Dios, demostrando un poder impresionante. Mejor y más efectivo que rezar una novena o ir al Santísimo es tener un celular de última generación que te da gran poder de comunicación.
Continúan las guerras con tecnología muy avanzada y con un poder destructivo enorme. Seguimos al borde una tercera guerra mundial de efectos inimaginables si ocurriera. Hemos llegado a tener la capacidad de autodestruirnos como planeta. Todo esto habla del mal uso de la libertad dada por Dios. El consumo de drogas se extiende por casi toda la humanidad. Y el hambre no para de contar sus muertos. Dios creó al mundo con la capacidad de dar de comer a todos, pero el egoísmo humano todo lo echa a perder.
La soberbia humana ha llegado a extremos únicos. Desplazado Dios, aparecen todas las idolatrías posibles. El ser humano no puede dejar de adorar, porque fue hecho para buscar la trascendencia divina y dar culto al Señor. Entonces al no encontrar a Dios busca todos los becerros de oro que existan. Y así vemos infinidad de altares en el mundo adorando las cosas más aberrantes. El Libro del Apocalipsis lo relata todo de manera magistral. Pero no olvidemos que cada pecado trae su castigo. Y si seguimos así vamos a la aniquilación total. Pero Dios es infinitamente misericordioso y no nos abandonará. Solo pide fidelidad a él, no dejarnos contaminar por la idolatría y soportar la persecución del mundo.
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