Firmó su sentencia de muerte
... eso tocó el bolsillo, los intereses creados de los sacerdotes judíos y de los comerciantes. Y cuando el dinero se convierte en dios, ese ídolo falso es muy sanguinario. Exige sangre como culto de adoración. Jesús firmó su sentencia de muerte.
Cristo expulsando a los mercaderes del Templo, pintura de Cecco del Caravaggio. Jesús, exclama a viva voz: "no conviertan mi casa en una cueva de ladrones". Foto de Dominio público.
Y sucedió que Jesús estaba escandalizado al ver cómo se convertía la purificación y perdón de los pecados en un negocio en el Templo. Los saduceos, la casta religiosa sacerdotal que dominaba, amparados por el imperio Romano, que no creían en la resurrección de los muertos, tenía un acuerdo con los vendedores de ovejas y corderos, palomas y bueyes, que pagaban un impuesto por todas las ventas dentro del Templo.
Y la gente acudía allí para rendir culto a Dios y purificarse de sus pecados. Para eso ofrecían un sacrificio al Señor, dependiendo de la magnitud de sus pecados. Compraban un animal y lo entregaban a los sacerdotes que a su vez lo sacrificaban para calmar la ira de Dios y encontrar el perdón de los pecados.
Era la manera de ir pagando al Señor el mal hecho. Claro, duele tener que desprenderse de una cantidad de dinero que costaba un animal para sacrificar, sin recibir ningún beneficio.
Había un sentido penitencial, propio de aquella cultura. Y de hecho la intención del penitente era buena. Pero detrás, tanto de los vendedores, cambistas y sacerdotes todo un negocio lucrativo que necesitaba del continuo pecar de la gente para florecer.
Jesús, con su actitud y acción de expulsar del Templo a todos los que estaban en el negocio, exclama a viva voz: "no conviertan mi casa en una cueva de ladrones". Esa operación pudo durar varias horas. Nadie se atrevió a detenerlo, ni aún los guardias del Templo.
Y es que sabían que era un acto profético. Entendían que no estaban bien enfocados en el tema de purificación de pecados y respetaban mucho a Jesús. Ya él era conocido por su palabra y hechos. Muchos lo tenían como profeta. La majestuosidad, la autoridad que se desprendía de Jesús, ese humilde nazareno pobre, sobresalía en ese momento.
Era el poder, la gloria, el señorío del Dios santo que en ese momento lanzaba un destello iluminador a través de este pobre nazareno. ¿Quién puede contra ella?
Pero eso tocó el bolsillo, los intereses creados de los sacerdotes judíos y de los comerciantes. Y cuando el dinero se convierte en dios, ese ídolo falso es muy sanguinario. Exige sangre como culto de adoración. Jesús firmó su sentencia de muerte.
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Ya no se podía aguantar más a este hombre. Viene a quitarnos el poder, la riqueza, la gloria. Ya está tomada la decisión. Este hombre no puede seguir viviendo. Hay que silenciarlo. Cómo se repite la historia en todas las épocas de la humanidad.
La idolatría del dinero se cobra muchas vidas, se impone, domina. Pero con Dios no se juega. Hay un juicio final donde el Señor triunfará.
Monseñor.