Es mejor acá
Después de tanto trotar mundo, reflexiono. Es mejor acá, la cálida brisa marina de los vientos Alisios, el trópico soleado, ausente de nieves y penumbras. Ondeando, la bandera panameña sobre el Cerro Ancón. Tamales, arroz con guandú ¡Panamá!
A lo lejos, el Casco frente a embarcaciones camaroneras y del otro lado la silueta de rascacielos que nada tienen que envidiar a Nueva York. Foto: EFE.
El encierro obligatorio de la pandemia nos obliga a reflexionar sobre todas aquellas vivencias que anteriormente arropábamos como normales, ahora a buen resguardo en el baúl de los recuerdos. Un metro de nieve ha cubierto la superficie terrenal de Worcester ayer, resultado de una tormenta típica prenavideña del noreste de Estados Unidos, que comprende los estados de Vermont, New Hampshire, Maine, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut, mejor conocidos en su acervo como Nueva Inglaterra.
El campus de Assumption Preparatory School, la escuela secundaria católica de mayor lustre en Nueva Inglaterra, cubría una superficie similar en superficie al campus de la Universidad de Panamá sobre las lomas del barrio de Greendale, cara a la calle West Boylston.
Frente pasaba la línea de tren Framingham/Worcester que comunica Worcester, segunda ciudad del Commonwealth de Massachusetts con Boston en 90 minutos y 16 paradas intermedias. Allí se encuentra la sede de Norton Company, fundada en 1885, mayor fabricante mundial de abrasivos, ícono de esta ciudad industrial.
El edificio principal de la escuela cubría una superficie mayor que cualquiera en Ciudad de Panamá. En su interior se ubicaban oficinas administrativas, comedores, salones de clases, áreas de esparcimiento, dormitorios, una iglesia y un gimnasio. Una pequeña ciudadela que francamente no exigía fluir a topar los elementos.
A tiernos 12 años, en el verano de 1965, desabrigué este fogueo que transformaría el resto de mi existencia.
Un grupo de compañeros, totalmente ajenos a los que acostumbraba en el istmo, en su mayoría de origen irlandés, francés e italiano, que percibían en mí un bicho raro del trópico, que agregado a mi condiscípulo Thirasak Vikitset de Bangkok, Tailandia, servíamos como fuentes de experiencias que ellos describían como "de National Geographic".
Posterior a ello, durante un cuarto de siglo, pernoctó mi vida en diversas latitudes alejado de mis vetustas torres, queridas y lejanas. Sesenta y seis países en cinco continentes y todavía contando. Un crucero por el Mar Báltico en agosto, esperando para entonces volvamos a una semblanza de normalidad, abrirá las puertas a Suecia, Finlandia, Rusia, Lituania, Polonia y Dinamarca. Un goteo en este planeta de 195 países, donde nunca dejamos de aprender, saborear y respirar costumbres diferentes a las nuestras.
Todas las mañanas al alba, con atuendo deportivo despunto de mi edificio bellavistino trillando ruta harto conocida, que me lleva a lo largo de calle 40, rebasando la estación de Metro Santo Tomás y la Universidad del Istmo hasta el semáforo de la Avenida Balboa frente al Banco Hipotecario Nacional, asegurando el alto de todos los velocísimos vehículos antes de proceder al cruce.
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Ya en la Cinta Costera, posterior al puente elevado, doblo hacia la derecha frente al Club de Yates y Pesca hasta el Mercado de Mariscos, retornando en dirección al parque de Mayín, en la desembocadura del río Matasnillo. Son 10,000 pasos, cinco millas. Una oración de gracias al Señor, al divisar a lo lejos el milagro del emergente sol sobre el Mar del Sur de Balboa. Algunos enmascarados, alejados saludos de conocidos entre el leve tropel de la hora.
La maravilla del teléfono celular, transformado en fantástica cámara, permite diversas tomas de perezosos gatos negros tendidos sobre el muro frente al mar.
A lo lejos, el Casco frente a embarcaciones camaroneras y del otro lado la silueta de rascacielos que nada tienen que envidiar a Nueva York.
Después de tanto trotar mundo, reflexiono. Es mejor acá, la cálida brisa marina de los vientos Alisios, el trópico soleado, ausente de nieves y penumbras. Ondeando, la bandera panameña sobre el Cerro Ancón. Tamales, arroz con guandú ¡Panamá!
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